FELIZ AÑO NUEVO

Es la experiencia, por ejemplo,  de Lucía Joyce. Atormentada por la fragmentación de palabras fallidas para construir sentidos sólidos, acosada por el desgarro de la locura, su padre, el afamado James Joyce, visitó a Jung, buscando una cura. “Fue entonces a verlo para plantearle el dilema de su hija y le dijo a Jung: “Acá le traigo los textos que ella escribe, y lo que ella escribe es lo mismo que escribo yo, porque él estaba escribiendo el Finnegans Wake, que es un texto totalmente psicótico, si uno lo mira desde esa perspectiva: es totalmente fragmentado, onírico, cruzado por la imposibilidad de construir con el lenguaje otra cosa que no sea la dispersión. Entonces, Joyce le dijo a Jung que su hija escribía lo mismo que él, y  Jung le contestó:” pero allí donde usted nada, ella se ahoga´” (1).

El lenguaje inventa una realidad simbólica que nunca cubre lo real. Y aun así, esa “morada del ser” que es el lenguaje puede ser edificada con sólidos ladrillos o con precarias e inseguras ramas vulnerables al acoso y destrucción por las más suaves brisas, como le sucedió a Lucía Joyce. Y es la insuficiencia e impertinencia del lenguaje para nombrar las cosas precisamente la que nos pulsa en su insistencia a intentar de nuevo su eterno fracaso y a insistir en la creación de nuevos mundos. A decir algo, ya que todo no se puede, para no afogarse en el asfixiante ponto del sinsentido.

De ese agujero nace la necesidad de comprender, y de expresar con las palabras, algo de aquello que nos inquieta, nos sacude, nos desvela, insomnes, como cuando un jején acomete una y otra vez toda la noche, con su mala imitación de aviones de combate, aunque con sus reales descargas de pinchazos sobre la piel lacerada, no nos da descanso ni respiro y nos conmina a una diligencia infinita. Aquello tan oscuro e irrepresentable como la muerte, el mal, el odio, o  tan intraducible  como la felicidad y el amor, pero que tozudos intentamos atrapar con las agujereadas redes del entendimiento.

No otra cosa que compartir, en este lugar,  con los generosos lectores, esos desvelos y perplejidades que nos atraviesan en este viaje común en el que convergemos, en este mundo atestado de iniquidades y contradicciones, ha sido el propósito de este espacio  en el que gratamente coincidimos todos los domingos del 2022.

Hoy, en el día que respiramos la nerviosa atmósfera de otra invención humana, esta vez  para arrear el misterio de la duración, la ilusión del tiempo, aquel falsificador que pretende copiar la naturaleza en sus retornos, pasará la frontera de las 12 que acecha un nuevo año, y entonces Jano dará vuelta su rostro, clausurará las frustraciones en el luminoso fuego de la noche, para abrir las puertas a nuevos sueños, en este nuevo período al que nos lanzamos, plenos de renovadas esperanzas. Que así sea. Feliz año nuevo.

 

(1)Ricardo Piglia (“ Formas breves”)

 

(*)Psicólogo. MP243

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