FALSIFICACIÓN DE IDENTIDADES : Costumbres delictivas de otros tiempos

La nota, firmada por la periodista Luciana Actis del diario Uno señala que pasó una semana desde que UNO diera a conocer el caso de Gabriel Vieiro, de 43 años, cuya identidad le fue robada al nacer. Cabe recordar que en el acta del Registro Civil figura que nació el 10 de marzo de 1969, en el sanatorio Rawson de Paraná. En ninguna parte se dejó constancia de que fue adoptado, sino que quedó inscrito como hijo biológico de sus padres adoptivos. Publicamos aquí la nota textual.

Su verdadera madre habría sido una adolescente a la que mediante engaños le robaron a su hijo: “A mi madre le indujeron el parto cuando llevaba siete meses de gestación, y todavía no se le notaba tanto la panza, por lo que yo nací con un kilo y medio de peso. A ella le dijeron que tenían que adelantarle el parto porque tenía un fibroma, y después le volvieron a mentir: le dijeron que yo nací muerto”, relató Gabriel en la edición de UNO del domingo.

El ginecólogo Miguel Bottero Brollo -muerto en 1995- es la persona a quien Gabriel apunta como principal responsable de esa mentira, en base a lo que su madre adoptiva le confesó cuando él ya contaba con 31 años de edad. Y, por lo que se pudo comprobar, su caso no es el único en el que este médico estuvo directamente involucrado.

“La nota tuvo mucha repercusión, porque he comprobado que hay mucha gente en la misma situación. Mi caso no es único ni por casualidad. Me han tomado como un referente por haber empezado algo, tengo muchos mensajes de texto y mails en los que me cuentan historias parecidas, tanto de hijos como de madres que perdieron a sus bebés en circunstancias similares. Yo les aconsejo que se animen, que cuenten, que publiquen, y si tienen pruebas, que las muestren. Tienen el derecho a recuperar su identidad, no estamos pidiendo a nadie que nos regale nada, tenemos que saber quiénes somos porque fuimos víctimas”, sentenció Gabriel, cuatro días después de que su versión saliera a la luz.

En el ínterin, surgieron varias pistas que podrían guiarlo a encontrar su verdadero origen, pero todo es aún muy reciente como para arriesgar alguna conclusión. “He encontrado varias madres cuyas historias se asemejan a la de mi mamá biológica, pero por ahora las fechas no coinciden, y por eso no me puedo tirar a la pileta. Necesito información más certera, por ejemplo, determinar si mi fecha de nacimiento es exacta. Los pasos a seguir ahora consisten en tomar todos los datos que me lleguen y que tengan posibilidades reales, para después encontrar algún mecanismo judicial mediante el cual se ordenen pruebas de ADN para cerciorarme. Y, por otro lado, ir armando una carpeta con todo eso. Voy a intentar tener llegada a nivel nacional, de ser necesario”.

Por otra parte, Gabriel reconoció que el camino que emprendió es difícil, y las respuestas que ha tenido lo superan. “Hay personas que me llaman por separado, pero cuyas historias podrían estar vinculadas entre sí. De todas maneras, lo que necesito ahora es encontrar a mi madre, mi verdad. Y no me alcanza el tiempo para dedicarme a casos ajenos, pero me gustaría encontrar una manera de vincular a esa gente para que también resuelva lo suyo”.

Una historia paralela
Marta Caballo nació el 14 de setiembre de 1974 en Paraná, hija de Abelardo Caballo y Luisa Guggiari. O al menos eso es lo que dice su testimonio de nacimiento, elaborado el 16 de setiembre de ese año, en la oficina del Registro Civil de Paraná, en base al certificado firmado por el doctor Miguel Bottero Brollo.

Pero el tiempo se encargó de desmentir algunos de esos datos. Cuando tenía 27, Marta pudo confirmar las sospechas que la agobiaban desde la infancia.

“Yo nunca me enteré por mis padres adoptivos, lamentablemente ambos fallecieron hace 25 años a causa de la misma enfermedad, así que no tuve oportunidad de hablarlo con ellos. Pero había un sentimiento de por medio; uno sabe cuando es adoptado, no te puedo explicar ese sentimiento con palabras, pero uno lo sabe. Amén de que se notan las diferencias físicas; mis padres, tíos y primos son todos rubios y de ojos claros, nada que ver conmigo. En el 2001 pude confirmar mis sospechas a través de una tía materna, que me contó lo que yo quería saber. Ella era maestra en la Escuela Alberdi, donde también trabajaba la esposa de Bottero Brollo. Cuando mi tía le comentó que mi madre adoptiva perdía los embaraz os a los dos meses de gestación, la mujer del médico le contó lo que hacía su marido, y que existía la posibilidad de adopción. Fue así que mis padres se contactaron con ese médico”.

Al igual que en el caso de Gabriel, la madre adoptiva de Marta salió por la puerta del Rawson como si la beba fuera hija propia. “En ese momento no era como ahora, que si no vas con una constancia y con las huellas plantales del bebé, en el Registro Civil no te lo anotan. Ibas y decías que venías a anotar a fulanito, y eso se hacía”, acotó Marta.

En el libro de actas del Registro Civil de 1974, al que Marta tuvo acceso, ni siquiera figura al margen que ella era hija adoptiva, como sí solía hacerse en los casos de adopciones legales.

“A mis tías paternas les pregunté si sabían quién era mi madre biológica, pero me dijeron que no sabían nada, y a su vez, desconocían si mis padres sabían la identidad de mi mamá”.

En 2002, Marta hizo una publicación en Diario UNO, en la que relataba lo que le había contado su tía y pedía contactarse con alguien que pudiera darle alguna información sobre la identidad de su madre. Fue así que se comunicó con ella la hija de quien en ese entonces era la jefa de enfermeras del sanatorio Rawson.

“La señora era quien hacía este ‘trabajito’ con Bottero Brollo. Era una persona mayor, hermética, con un pacto de silencio absoluto; y el único dato certero que me dio fue que la mayoría de las mamás eran de Santa Fe, de buena posición económica, y que las traían a parir a Paraná para tapar la vergüenza. También me dijo que en los libros de la clínica, a las mujeres que venían a parir siempre las hacían figurar como parturientas, no como en otros lugares en los que se hacían estas operaciones ilegales, donde a las parturientas las hacían figurar en actas como personas a las que le iban a extirpar el apéndice o cosas por el estilo”.

Pero las esperanzas de Marta se fueron esfumando a falta de más precisiones. “Cuando le pregunté a la enfermera si había algún registro de esa época me dijo que no. Fui al sanatorio, pero lo que te dicen es que los legajos se guardan durante 12 años, que eso es lo que estipula la ley, y después los queman. Lo que sí está prohibido quemar o tirar son los libros de parto. Traté de tener acceso a esos archivos, pero en el Rawson me tuvieron a las vueltas, me dijeron que no saben dónde están. Así que fui a la Justicia, pero en Tribunales me dijeron que si tenés trabajo, tenés que contratar un abogado. Pero que trabaje no significa que tenga los medios suficientes para poder costear un abogado particular”.

Según Marta, su búsqueda “es como un círculo”; porque comenzó a averiguar en un punto, y siempre terminó volviendo a ese mismo lugar de partida: el médico que la trajo al mundo está fallecido, el sanatorio cambió de dueños, y sus familiares no saben mayores detalles. “En una oportunidad hasta hablé con la mujer de Bottero Brollo, pero me dijo que si bien sabía lo que hacía su marido, no estaba enterada de los detalles, ni si había registros en los que figure las verdaderas identidades de los bebés. Ella se quedaba en su casa y atendía sus asuntos. Igual, no la quiero poner en un compromiso, si ella no tuvo nada que ver”, se resignó.

Pero sus expectativas acerca de encontrar a su madre biológica se vieron reforzadas cuando la semana pasada se enteró del caso de Gabriel. “La enfermera del Rawson me dijo que hubo muchos bebés a los que dieron adopción en esas condiciones, pero no se acordaba de nombres, porque eran muchos. Dijo que se acordaba sólo de dos o tras casos puntuales, en los que los chicos fueron dados a médicos reconocidos de Paraná, pero no me dijo quiénes. Pero lo mío es casi igual a lo de Gabriel, los datos que tengo son mínimos. Confío en que hay más personas a las que les pasó lo mismo, ojalá que den a conocer sus historias, que intercambiemos información y que nos unamos para que se pueda llegar a la verdad”, concluyó Marta.

Datos
Quienes quieran brindar información sobre cualquiera de los casos pueden comunicarse con Gabriel Vieiro al correo electrónico buscomiorigenes@hotmail.com, o al celular (0343) 154252900. Para contactarse con Marta Caballo, escribir al correo mcaballo2003@hotmail.com, o al teléfono (0343) 156224488.

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