Extraña ausencia de los vendedores ambulantes

Durante 2003, los comerciantes se quejaban constantemente de la presencia de los vendedores en el paseo céntrico. “Esto parece un mercado persa” decía uno. “Cada vez nos parecemos más a Ciudad del Este” señalaba otro. Es que los puestos se amontonaban en el centro de la Peatonal, contra los canteros o las vidrieras desocupadas.
Lo más común era la venta de posters, golosinas o compact disc. Los más osados montaban tablones sobre caballetes para exhibir pantalones, medias y chombas.
Todo esto se termino en febrero, cuando se inauguró la Feria Concordia Norte. En el ala izquierda de la ex-estación Norte del Ferrocarril se inauguraron 72 puestos de hierros y se los entregaron a todos los vendedores que pululaban en la Peatonal.
Los puestos no alcanzaron y hubo quienes, incluso, tuvieron que establecerse con sus mercaderías fuera de los boxes. “Yo tuve que ocupar ese lugar” dijo una vendedora de La Bianca la semana pasada, señalando la parte trasera de la Feria.
Al principio, la gente visitaba el lugar. Pero la lejanía de la feria, las peleas internas entre los vendedores y la falta de atractivos (al principios se organizaban eventos artísticos que fueron declinando hasta desaparecer) ralearon de visitantes la feria.
La semana pasada, el panorama era patético. Había sólo cinco vendedores que desparramaban sus mercaderías entre los puestos circundantes para engañar a la vista.
Ceferino Ragone, coordinador de la Dirección de Trabajo y Turismo, señaló la semana pasada la postura del Ejecutivo municipal al respecto. “Vamos a esperar un tiempito más. Si siguen concurriendo estos pocos nomás, vamos a buscarles un mejor lugar”, indicó.
La otra posibilidad es mejorarles el predio. “Le haríamos un cerramiento de los laterales de la parte de atrás para protegerlos del viento y del calor. Pero no pueden dejar la mercadería”. El intendente se reunirá con los puesteros, para ver si se justifica el gasto. “No vamos a hacer un gasto para que no haya nada ahí”. La reunión será a fines de enero. “Dentro de dos semanas nos vamos a reunir para ver que es lo que piensan ellos”.
La ausencia de los vendedores en la Estación Norte, paliada en parte porque algunos volvieron a recorrer las calles voceando sus mercaderías y otros se sostiene con Planes de Jefes de Hogar, sumado al atractivo comercial siempre vigente de la Peatonal y la Plaza 25 de Mayo (basta consignar las ventas de los vendedores de pirotecnia y los ambulantes que se instalaron en la Plaza el 24 y el 31 de diciembre) abren un signo de interrogación. ¿Hasta cuando el panorama en el centro permanecerá inalterable?
Ya en agosto pasado, Juan Lemos, uno de los representantes de los vendedores, le pedía a Cresto “una garantía para poder alquilar algo céntrico. En Catamarca y Urquiza y enfrente al ‘Mercado de Pulgas’ son dos lugares ideales”. Cresto no le concedió una garantía, pero, al parecer le otorgó un lugar en el aeródromo Pierresteguy, cerca de las Termas, para que se instale. Lemos profetizaba en aquel momento que “la gente que se fue de la feria, vuelve a la peatonal. Algunos adentro con menos cosas pero están volviendo. Creo que vamos a volver todos si siguen así”. El retorno no se produjo antes de fin de año.
Y después?…

Un vacío legal

Los vendedores ambulantes no tienen alguna ordenanza que los agrupe, regule o, siquiera, registre. El único antecedente fue elaborado por el ex-concejal Roberto Zabala (PJ) y sancionado por el Concejo el 29 de agosto de 2003. Pero luego el ex-intendente Orduna la vetó y la norma quedó olvidada en algún cajón.
La norma establecía una distinción entre vendedores ambulantes y vendedores en la vía pública. Los ambulantes eran quienes se dedicasen “a la venta callejera sin parada fija de mercaderías”. En cambio, los restantes son quienes “comercialicen mercaderías en espacios de dominio público con parada precaria y transitoria”.
Establecía la obligatoriedad de un registro para todos los vendedores, al que accederían luego de haber cumplimentado una serie de requisitos (DNI, residencia mayor de dos años en el Ejido Municipal, libre deudas municipales, certificado de buena conducta, Libreta Sanitaria, etc.).
El municipio debía extender un carnet habilitante a los vendedores, que serían únicos e intransferibles. Además, los ambulantes debían confeccionarse un uniforme, cuyo uso se estipuló como obligatorio.
Se dejaba en manos de reparticiones municipales, como Planeamiento Urbano, los lugares que podían ocupar en forma permanente en la vía pública. Luego se establecía una serie de restricciones (no entorpecer la circulación peatonal, ni el ascenso o descenso de pasajeros, ni obstaculizar la visión de los automovilistas o de las marquesinas de los comercios circundantes). También se establecía las medidas máximas (2 m. de ancho por 1 m. de largo por 2 m. de alto) para los puestos.
Por último, exigía la limpieza del lugar, establecía multas para quienes transgredieran la norma y habilitaba al decomiso de las mercaderías a los vendedores clandestinos que hicieren caso omiso de la normativa.
El ex-intendente Hernán Orduna vetó la ordenanza el 11 de septiembre de ese mismo año. El Concejo no la reelaboró para insistir con la sanción y la iniciativa quedó trunca. El tema tampoco fue tratado por el Concejo Deliberante actual en ninguna de las sesiones del año que finalizó hace quince días.
No fue el único antecedente negativo de la gestión del ex-vicegobernador respecto de los vendedores ambulantes. Luego del incidente a poco de asumir, producido en diciembre del 99, cuando un vendedor ambulante fue reprimido por la policía y decidió encadenarse a una columna de la peatonal para no ser desalojado, Orduna se comprometió en conseguirles un lugar donde permanecer.
Los últimos meses de 2003 transcurrieron mientras desde la secretaría de Obras Públicas se anunciaba la construcción de numerosos boxes para albergar a los vendedores. Finalmente, Orduna finalizó su gestión y de la promesa de los boxes, sólo quedo una base de cemento sobre una de las veredas de la ex-calle San Luis (hoy Gobernador Cresto) cuyo único uso será servir de base para las tribunas de los corsos que se inician en pocos días.

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