No hay feminismo sin lucha de clases, sin conciencia de clase, porque el opresor es el mismo. La “astucia de la razón” la reunió con el hombre que rescataba la dignidad de los trabajadores. El que engendró el “hecho maldito del país burgués”. Por eso lo amó, tanto como a sus descamisados. Él también, pero fue mucho más que eso. Casarse con ella fue su acto político más revolucionario. El más transgresor. Ella dio amor, dignidad, justicia social a los pobres. Por eso, ellos la amaron con devoción. Ellos, los cabecitas, el pueblo. Por eso la odiaron con crueldad, los que solo saben odiar. Y saben a quién odiar. Ella entregó tanta pasión que su cuerpo no pudo más. Las mayorías rezaron. Los otros, aliados a la muerte, vitorearon el cáncer. Tal era la inquina que se ensañaron con su cuerpo yerto. Tal la oscuridad del alma que quisieron desaparecerlo. Seres sin alma creyeron que podían eliminar el amor. Prohibieron su nombre. Ese que todo humilde, desdichado, marginado, excluido, explotado, tiene en su cabeza como símbolo de esperanza.
El Poder oligárquico le temía. Hasta su compañero, es que quiso llevar las cosas demasiado lejos. Es que ella creía en la revolución. Por eso renunció a los cargos, pero no a la lucha. Porque sabía que esa batalla iba a ser prolongada, la trascendería. Ella, frágil, enferma, pero entera, valiente, digna, contra el poder del odio, los milicos, las damas de beneficencia, los patrones, la sociedad rural, los curas, los yanquis (cuantas familiaridades).
Eva María Duarte de Perón nació un día como hoy, 7 de mayo de 1919, y no murió. Vive en el dolor del que revuelve basura para comer, en la angustia del trabajador sin horizonte, en la profunda pena del que agacha el lomo sin esperanzas. Vive en las víctimas del negreo y la explotación. Vive como conciencia de los que luchan por la igualdad, la justicia social y la dignidad de los trabajadores y los pobres. Si Evita viviera, sería todos ellos, su impulso, su fuerza, su conciencia de unidad para lograr la transformación de nuestra patria, en una tierra, justa, feliz y soberana.
(1) “La razón de mi vida” Eva Perón
(2) “Cabeza abajo” Paco Jamandreu
(*) Psicólogo. MP243