En septiembre, PáginaI12 dio cuenta del espionaje, y en ese momento Sergio Maldonado admitió su malestar, pero enfatizó que su prioridad era “encontrar a Santiago”. En diálogo con este diario, Maldonado resume ahora la sensación que vive. “Te están vigilando, no es paranoia, se nota si es un periodista u otra cosa, que alguien se ponga a hablar fuerte a las tres de la mañana, uno lo escucha detrás de la pared, luego se hace un silencio, me quedé quieto pensando que me iban a abrir la puerta para entrar en la habitación”, recuerda al referirse a lo sucedido durante la madrugada del 12 de agosto, en el hotel Milán ubicado frente al Paseo La Plaza, donde iban a descansar tras participar del primer acto en Plaza de Mayo por Santiago, y escuchó a alguien leyendo fragmentos del discurso que su compañera Andrea había dado en el acto. Esta semana lo había relatado ante el camarista Martín Irurzun, de la sala II de la Cámara Federal porteña, en el marco de la apelación de la competencia de la causa por espionaje contra Gendarmería iniciada por la legisladora del FIT, Myriam Bregman, y el equipo legal del Ceprodh. A instancias de la fiscalía, esa denuncia hubiera ido al juzgado del cuestionado juez Guido Otranto, pero Irurzun determinó que siguiera en la justicia federal porteña. Maldonado y Bregman sostuvieron que las tareas de inteligencia de las que fueron víctimas fueron producto de órdenes impartidas desde el gobierno nacional.
“Uno no sabe cómo reaccionar, son situaciones todas diferentes, como cuando encontraron el cuerpo… En otra oportunidad en un hotel en Esquel, nos estaban sacando fotos desde una camioneta Duster, Andrea salió, los encaró y los tipos se fueron, en ese momento tomó el coraje, veíamos los flashes, no eran reporteros de prensa. Estaba nuestra abogada, Verónica Heredia”, agregó Maldonado, en un alto de su trabajo, desde Bariloche. Y enumeró cada uno de los hechos que considera como parte de las intimidaciones e intrusiones padecidas desde aquel 1º de agosto, cuando su vida cambió para siempre.
3 de agosto: Al salir de la Pu Lof de Cushamen lo detienen en el control policial de Gendarmería. Al ver su nombre en la cédula verde y el carnet de conducir le piden el DNI, retienen y lo hacen bajar de su camioneta, mientras le preguntaban adónde iba y le hicieron abrir el baúl. Le revisaron la mochila que llevaba, se iba a quedar en Esquel para averiguar sobre Santiago. “Me preguntaban para qué quería una linterna, después uno decía que no me vaya, toda una situación para hacerte sentir miedo aunque estaba con la cabeza en otra cosa, encima no hay señal hasta llegar a Esquel”. Al llegar a esa ciudad se repitió completa la misma secuencia, que no tuvo nada que ver con un control de “rutina”.
4 de agosto: A las 17.30 el Centro de Reunión de Información (CRI) de Gendarmería en Neuquén informa sobre una “concentración en plaza Pagano en El Bolsón. Y detalla que los manifestantes marchan a la Escuela 35, pero que por orden de Maldonado se reorganizan y se dirigen a la casa del jefe del Escuadrón 35. “Encima mienten, no ordené nada y eso se puede comprobar”, dice Maldonado. De hecho, en los audios entre las 10 y las 12 de ese día, los gendarmes hablan sobre los “palos del galpón para ir a garrotear y tirar piedras y molotov”, quienes iban a estar afuera del Escuadrón, lo cual se reflejó en la siguiente marcha donde efectivamente aparecieron infiltrados que fueron identificados por los manifestantes.
7 de agosto: Un mensaje recibido en el celular del comandante Méndez decía “Andrea Antico y Sergio Maldonado van al Centro Cívico (de Bariloche). Son matrimonio (sic). Hay 150 personas, entre ellos unos 30 mapuches”.
9 de agosto: Todos los contactos y amistades de Sergio y Andrea recibieron llamadas en las que alguien a quien conocían había recibido una llamada del gobierno diciéndoles que tenían información para darles sobre Santiago. “Así entre las nueve y las diez fue una locura, los que nos llamaban desesperados para decirnos se ponían como locos porque no se podían comunicar, se creó una psicosis telefónica”. Describe Maldonado que ese mismo miércoles, en un hotel en Esquel se presentaron Matías Garrido, Gerardo Milman y Daniel Barberis, junto a una mujer, todos funcionarios del ministerio de Seguridad de la Nación. “La reserva la había hecho la Comisión Provincial por la Memoria, como no teníamos donde dormir terminamos de casualidad compartiendo la habitación con Nora Cortiñas, la excusa de Milman fue que no nos podían ubicar por teléfono, pero ¿cómo sabían que estábamos ahí? Toda la noche las tres personas que andaban con ellos de seguridad estuvieron en la mesa sentados detrás nuestro haciéndose notar mientras cenábamos en el hotel, y durante el día siguiente también, uno de ellos sentado en un sillón”. Algo más evidente aún sucedió en otra oportunidad, mientras tenían una reunión, en un bar absolutamente vacío en una esquina de Esquel. “Estábamos con Bregman y gente del Ceprodh, una persona miraba todo el tiempo el celular y leía en voz alta notas sobre Hebe de Bonafini”.
12 de agosto: Luego del acto en Plaza de Mayo, Maldonado no podía dormir en el hotel Milán en CABA. “Empiezo a escuchar que alguien en voz alta va contando todo lo que había dicho Andrea la noche anterior”, recuerda.