En la madrugada del viernes 5 de noviembre, los comandantes rebeldes Jaime Mito Mir y Héctor Lovisa, subdirector y administrador de La Calle respectivamente, encabezaron un intento revolucionario para tomar el control del diario más antiguo de la ciudad. La asonada fue instigada por el arquitecto Juan Francisco Sáenz Valiente, hermano de Ricardo -fallecido un año atrás-, que reclama su derecho al trono.
Quienes presenciaron el episodio, cuentan que pasadas las siete de la mañana del viernes, Mir llegó a la Redacción y con su habitual prepotencia entró al edificio acompañado por una persona a quien presentó como “integrante de la comitiva del gobernador”. En poco tiempo, Mir y su acompañante habían cambiado todas las cerraduras de la oficina de la Dirección y de algunas de las puertas del edificio. La viuda de Sáenz Valiente, Viviana Esteban, contó a El Miércoles que “evidentemente no se trataba de una persona de la comitiva del gobernador, porque se dedicaba a cambiar cerraduras”, sin ocultar cierta sorna.
La llave del negocio
La disputa iniciada en la mañana del viernes incluyó el cambio de las cerraduras del diario, una carta documento de despido a la actual directora y situaciones de violencia, como la contratación de patovicas que impidieran el acceso nada menos que a la viuda del propietario.
Su cuñado, Juan Francisco, apareció públicamente en el noticiero local de CableVisión un par de días después y repitió, para toda la azorada comunidad, lo que ya les había comunicado a sus fieles subordinados Mir y Lovisa: como “Presidente del Directorio” de Editora La Calle SA, había decidido despedir a Viviana Esteban (se refiere a la viuda de su hermano utilizando su apellido de soltera) a raíz de supuestas irregularidades en los balances recientes, y en su lugar nombraba director a Mir, un hombre que -al igual que Lovisa- contaba con varias décadas en el matutino y gozaba de la confianza absoluta del fallecido propietario.
En la entrevista en CableVisión, Sáenz Valiente explicó: “Hace poco más de una semana, revisando los balances de la empresa, detecté una serie de irregularidades que se habían cometido dentro de la empresa, atribuibles a ella (Viviana) y a otro director. Por eso decidí despedirla, en función de mis atribuciones como presidente de la sociedad. Le envié una carta documento despidiéndola -contó-, y a su vez notifiqué de esa circunstancia a los ejecutivos locales de la empresa, los señores Héctor Lovisa y Jaime Mir, y di la orden explícita de que se le privara el acceso a las instalaciones del diario”, agregó.