“Un día oí por primera vez de los labios de un hombre de trabajo, que había pobres porque los ricos eran demasiado ricos…la mayoría de los hombres y mujeres saben que hay pobres porque hay ricos, pero lo aprende insensiblemente, y tal vez por eso les parece natural y lógico…nunca pude pensar, desde entonces, en esa injusticia sin indignarme, y pensar en ella me produjo siempre una rara sensación de asfixia, como que pudiendo remediar aquel mal que yo veía, me faltase el aire para respirar…”(1).
Descubrimiento del artificio de la desigualdad y sentimiento de indignación ante la injusticia, verdades, emociones, simples y hondas que lanzaron su maravillosa vida hacia una lucha apasionada, demasiado breve, pero demasiado intensa, prolífica, descomunal. Por los pobres, por los trabajadores, por las mujeres, por la igualdad. Cómo cabe recordarla hoy, cuando más falta, cuando su huella parece desdibujarse por el viento del olvido, cuando esa revelación simple sobre las causas sociales de la desigualdad y el pathos de la indignación parecen estrellarse contra el paredón de la confusión y la desesperanza.
En este preciso momento, donde la resignación acecha, donde la traición amenaza, donde la injusticia y la desigualdad se agigantan calamitosamente, esa vida que renace, esa potencia que se renueva, hace aflorar cada vez, como una llama que se enciende incansablemente, las ilusiones de un mundo mejor.
(*) Psicólogo MP243
(1) “ La razón de mi vida” Eva Perón