Es verbo, no sustantivo

La democracia no se impone, se enseña. La democracia es una forma de vida y una actitud. Es verbo, no sustantivo, parafraseando a una conocida canción.

Hace unos días, un amigo me decía que “la democracia es el gobierno de las mayorías sin desatender a las minorías” y me permití decirle que no acordaba con tal concepto (tan arraigado en otras épocas). A las minorías no hay que “atenderlas” con parámetros paternalistas, sino que hay que otorgarles voz y, en virtud de ello, los derechos que reclaman.

En la Argentina la democracia tiene varios hitos en su proceso de evolución, uno fue la ley Sáenz Peña cuando otorgó el voto secreto, otros fueron el voto femenino y los derechos laborales conquistados con el gobierno de Perón, pero indudablemente la llegada al gobierno de Raúl Alfonsín, un 10 de diciembre de 1983, marco el sentido de, lo que significaba para los griegos, el concepto democracia: “el gobierno del pueblo”.

Esta forma de gobierno surgió en la antigua Atenas, allá por el siglo VI antes de Cristo y también se constituía, en esos tiempos, el concepto de Estado. La palabra democracia viene del griego “démos=pueblo” y “Krátos=gobierno”. Fue Solón, el gran estadista quien instituyó reformas políticas que, por primera vez, otorgaban derechos a algunos ciudadanos, aunque estas reformas fueron rápidamente eliminadas por los gobiernos oligárquicos que asumieron a su muerte. Lo que no es un dato menor, pues las oligarquías fueron y son las grandes enemigas de las democracias y son a las que hay que contrarrestar empoderando cada vez más al pueblo, para que comprenda que de ellos depende que aquellas no accedan al gobierno, porque sus postulados nunca benefician a la ciudadanía en su totalidad, sino que las raíces de su pensamiento consisten en gobernar para las élites.

Fue Clístenes quien pudo derribar las barreras de los aristócratas y cambiar significativamente la forma en la toma de decisiones, reorganizando al ateniense en “tribus” en función del lugar en donde vivían, en vez de hacerlo en base a la riqueza como era hasta ese momento. Las victorias atenienses frente a Jerjes, el Rey Persa, empoderaron a los estamentos más pobres de la población para reclamar y exigir derechos, especialmente relacionados con la participación activa en el ejercicio del poder político.

Desde entonces la democracia fue pasando por un largo historial de avances y retrocesos, que se centraron siempre en la disputa por el espacio que ocupaban los representantes de diferentes grupos sociales. Fue la Revolución Francesa la que marcó otro hito en el proceso de empoderamiento, creando el sistema republicano de división de poderes, y proclamando por primera vez los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”, en el siglo XVIII.

Si desconocemos que la democracia es un largo camino de acciones en post de la búsqueda de ampliar derechos, nunca se podrá entender porque la democracia es debate, diálogo, conflicto positivo, es permanencia, pero también es cambio.

Que, en Argentina, el 10 de diciembre sea el Día de la Democracia y coincida con el Día de reivindicación de los Derechos Humanos, no es casualidad, porque el retorno al sistema de gobierno elegido por el poder del pueblo, después de la más atroz dictadura cívico militar, fue no solo la victoria de la ciudadanía, sino que fue el reconocimiento de vivir en la diferencia con los mismos derechos, especialmente el derecho a la libre expresión política y no tener que dejar la vida en ello.

Los pueblos solo serán felices cuando los derechos de las mayorías, pero también de las minorías sean conquistados.

En estos años de democracia fuimos capaces de debatir, a veces acaloradamente, leyes tan importantes como la ley de divorcio, la participación activa en la creación del Mercosur, el juicio a las Juntas Militares, la creación de la CONADEP, la patria potestad compartida, la ley del cupo femenino, la de matrimonio igualitario, la del derecho a la identidad, la ley de educación y la del derecho al aborto.

La democracia debe entenderse como el espacio de construcción, donde la voz de todos y todas las personas se constituyen en ciudadanos ejerciendo el derecho a serlo más allá del linaje, la riqueza, su cultura, creencias, ideología o posicionamientos. Y que la forma de expresarla es organizada en comunidades reunidas con fines específicos, donde hacia adentro también debe primar el valor democrático.

El fin del ejercicio democrático es acceder al poder público, y no debe estigmatizarse esta convicción, porque solo a través de él se podrán desarrollar políticas socio-económicas que beneficien a la totalidad de la población. La democracia solo puede ejercerse con la representación, y es en ella donde se fortalece.

Por eso quienes ven en ésta una amenaza, son los y las que quieren preservar privilegios y buscarán todas las formas de desacreditarla. La democracia es acción y la acción es política, porque este es el único recurso que posee el pueblo para llegar al poder, será la política la primera en ser atacada. Conceptos como “suciedad, corrupción, ambición” intentan disuadir a la participación política. Ese es el recurso de la oligarquía (el gobierno de unos pocos)

No debe asustarnos el debate político, para ello hay que tener argumentos sólidos, para construirlos hay que saber y para conocer hay que educar. Por eso, otro de los grandes ataques va hacia la educación y ante la democratización del conocimiento, que se ha producido con la popularización de las tecnologías, hoy el campo de arremetida es el de la información.

En síntesis, la democracia es el único modelo de organización política de la sociedad, que tiene espacio para todos y todas las personas que integran el Estado; su metodología es la representación, y su recurso es la organización grupal ante fines e intereses comunes.

Nuestra responsabilidad es hacer uso de ella, conociendo, preservando el debate, custodiando la participación y enseñando a las jóvenes generaciones que su existencia es producto de cientos de años de luchas.

 

Lic. Verónica López

Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación

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