Los hay de diversos géneros y calidad de contenido. El universo es muy amplio, y la tecnología de estos tiempos posibilita el acceso.
Para algunos quizás, es bueno recordar que guardamos algunos libros, algunos propios y otros ajenos. Los que estén algún lugar, escondidos. Los de la niñez y, tal vez, la adolescencia. Los más viejos y los más nuevos, los prestados y olvidados y los que guardan recuerdos. Puede que en esa búsqueda aparezcan imágenes e historias que alivien y logremos hablar de otra cosa, en medio de la tormenta que estamos viviendo.
Cada 15 de junio, se conmemora el Día Nacional del Libro y es una oportunidad para recordar que existen y que pueden hacer milagros. En ellos siempre es posible encontrar algo nuevo.
Los libros no van a resolver las complicaciones del mundo, la lectura no es garantía de nada. Pero sí, permiten pasar el tiempo. Mientras tanto, autorizan a dar un pequeño lugar a los sueños.
“…en los libros hay historias que lo llevan a uno a otros lugares, que lo embrujan a uno, que lo hacen soñar. Y saben que, sin ensoñación, sin juegos con la imaginación (…) no hay pensamiento posible. A cualquier edad”
Michele Petit
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación.
[1] La efeméride del 15 de junio nació en 1908 con la “Fiesta del Libro”, un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres. En 1924 se declaró como fiesta oficial y en 1941 una resolución ministerial propuso el “Día del Libro”.