La simbología del Partido Justicialista no está puesta en sus cargos partidarios sino en la interpretación social, política y económica de la realidad. Y, es allí donde se concentra la esencia del poder partidario: En la posibilidad de reflejar acciones políticas que respondan a la demanda del pueblo, para lo que será indispensable desterrar el discurso unívoco y el monólogo.
La tensión, entonces, entre el ejercicio del poder real y el discurso, se soluciona en la legitimidad que natural y espontáneamente otorga el afiliado a un dirigente. En ese entramado, en esa relación personal, está el verdadero Partido Peronista. Sabemos que la apropiación, es un atajo del poder para llegar a un destino desdibujado cuando faltan casi dos años para una elección, pero como dice el refrán “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.
No nos preocupa a los peronistas que nos ocupen el partido. Nuestro sello, del que antes renegaron, no es la casa, Nuestro hogar siempre fue la calle y el mano a mano. Habrá quienes lejos de la gente, se ocultan en la generosidad del escudo mientras otros reconstruimos el significado del peronismo que, frente a la concentración de poder, se manifiesta como oposición, aporta a la institucionalidad y se consolida como fuerza viva y militante. En la cuadratura del círculo, sabrá cada uno encontrar su vértice.