En Entre Ríos, de las 2 millones de hectáreas destinadas a la agricultura, 1,3 millón será para la soja

Pero esta relación esconde otro ratio que el ingeniero agrónomo Oscar Valentinuz develó en la reciente jornada que el Plan Estratégico Alimentario (PEA) desplegó en Paraná –haciendo eje en las cadenas de valor con miras al 2016– donde precisó que de cada $ 100 que genera nuestro suelo en concepto de soja sólo se industrializan $ 3. Y en trigo, maíz, sorgo y el resto de los cultivos es ínfimo, también, lo que se convierte en harina, aceite y otros productos derivados.
La relación es preocupante teniendo en cuenta otros distritos de similares características productivas donde la relación entre la producción primaria y el agregado de valor favorece más a la segunda.
Es que el avance de la soja parece hoy día incontenible y esta campaña no le irá en saga, ya que bajo el influjo de La Niña, con menos lluvias, se presenta como un cultivo más resistente y con precios internacionales que no dejan de perforar los récords históricos.
En rigor, la sojización de la provincia ha avanzado –fundamentalmente- en la última década.
En el trabajo presentado por Valentinuz y reproducido por El Diario, se analiza el estado de las EAPs (Explotaciones Agropecuarias Productivas) donde se advierte en un mapa satelital que en la última década el crecimiento del área sembrada ha sido exponencial, y exceptuando la zona inundable de las islas del sur y un pequeño segmento del norte ocupado por la forestación y la citricultura, toda la provincia se ha visto cubierta de lotes de soja.
El profesional del INTA asegura que su principal preocupación reside en la sustentabilidad del sistema y recordó que el maíz, el trigo y el lino lideraron la historia agrícola de la provincia y que la mecanización que implica más hectáreas destinadas a las producción y la revolución verde que aporta más kilos producidos por hectáreas debe comprender rotaciones agrícolas ganaderas y poner mayor énfasis en cuestiones como las regulaciones y determinar quién es el nuevo sujeto agrario.
“Es importante advertir que el incremento de la soja tiene un impacto económico en los procesos de valor agregado, pero también lo tiene en el empleo, por ejemplo, ya que por una hectárea de algodón se requieren 50 puestos, en tanto que sólo uno (1) en la soja”.
El trigo y el maíz son ejes constitutivos de la matriz productiva entrerriana ya que su industrialización se integran a la generación de carnes y de alimentos, pero que se han visto tensionado en los últimos años en su saldo exportable en los últimos años y los productores optaron por lo más seguro.
Valentinuz cree, también, que la provincia no debe resignarse ante este indicador negativo, y que muestran que se puede tener otra perspectiva para el agregado de valor de la producción primaria. “Entre Ríos es la provincia que más creció en el avance de la soja sobre tierras que no eran agrícolas y ahora estamos en un problema. Hay que revertir la ecuación. Desde este punto de vista deberíamos estar en una relación de dos hectáreas de soja por una de maíz, como sucede en Brasil o en los EE.UU., pero en Entre Ríos la relación es 6 a 1. Esto hace que sea una provincia que avance hacia un modelo que sea cada vez menos sustentable, y hay que aumentar la producción de gramínea que además aportan carbono al suelo”, indicó.
El sector público coincide con el análisis y la preocupación expresada por el sector privado. Fernando Arbitelli, el director de Agricultura de la provincia entiende que el PEA es un punto de partida para un nuevo paradigma a partir de un trabajo con las cadenas de valor. “Este año la superficie sembrada de soja será muy similar al año pasado, unas 1.300 millones de hectáreas, subirá un poco en detrimento del sorgo y el maíz, que rondará las 250 mil hectáreas. El trigo estará por las 280 mil hectáreas, y en estos días comenzó la trilla. Estamos preocupados ya no sólo por una cuestión económica, sino también por el sistema, ya que con este esquema no dura ocho años más, no hay sustentabilidad posible. La soja debería ser un cuarto del total, pero el actual volumen muestra que estamos en un monocultivo”. Pero para Arbitelli también existe un problema cultural. “La moneda es la soja, los contratos son en soja. Todo está valorizado en soja. También debemos trabajar y legislar para cambiar el modelo cultural de producción”, asegura.

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