En el confín del mundo

Este continente helado y fascinante está ubicado en la parte más al sur del planeta que, cuando el mar se congela, alcanza una superficie equivalente al tamaño de Estados Unidos y México juntos y se aproxima a los 30 millones de kilómetros cuadrados. Las condiciones climáticas son, por supuesto, extremas: unos 20 grados bajo cero de máxima en enero, el verano austral, y una media de 60 grados bajo cero el resto del año. Casi todo su suelo está cubierto por una capa de hielo que puede alcanzar casi cuatro kilómetros de espesor y, de acuerdo a estas características, es fácil entender que este continente fuese el último que descubrió y exploró el ser humano.  Además, es la mayor reserva de agua dulce del mundo.

Habida cuenta de la crudeza de este clima, allí nunca ha vivido una población autóctona, solo equipos científicos que se van relevando. En cambio, hay mucha vida animal con especies emblemáticas. A esas condiciones climáticas extremas de la Antártida, hay que añadir la lejanía a los demás continentes. Unos 1200 kilómetros para alcanzar Ushuaia en nuestro país o Punta Arenas en Chile. Hay 3800 kilómetros a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, y 3200 kilómetros para llegar a Hobart y las costas australianas de Tasmania..

El británico James Cook fue el primero que rodeó el continente entre 1772 y 1775, cruzando en varias ocasiones el círculo polar. Pero bloqueado por la banquisa[1], nunca logró verlo. Varios exploradores se disputan después, en 1820, el descubrimiento de la Antártida: el ruso Bellingshausen, el británico Bransfield y el estadounidense Palmer. En 1840, el francés Dumont d´Urville llegó a una parte del continente a la que llamó tierra Adelia por el nombre de su esposa, Adele. El polo sur situado a 1300 kilómetros de la costa, no será alcanzado hasta 1911 por el noruego Amundsen. Todas estas dificultades no impiden que varios países reivindiquen territorios de la Antártida. Argentina y Chile aducen la continuidad geográfica, supuestamente ubicada en la misma plataforma continental. Francia, Noruega, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda reivindican por su parte el derecho de propiedad del primer descubridor en la estela de exploraciones del siglo XIX. La única parte del continente no reivindicada es la que se llama Tierra de Marie Bird, al suroeste del territorio. Algunas reivindicaciones se surperponen, sobre todo entre Argentina, Chile y Reino Unido en la península antártica.

Para evitar cualquier conflicto, los científicos, muy presentes allí, desde que se descubrió el continente han presionado a sus gobiernos para hacer de este espacio un santuario y ser los únicos allí en poder desarrollar actividades, transformándolo en un auténtico laboratorio y el primer continente dedicado a la ciencia. En 1959, los siete Estados con reivindicaciones territoriales, llamados Estados reclamantes organizan negociaciones internacionales, donde también son invitados Sudáfrica debido a su proximidad geográfica, así como Bélgica, Japón, Estados Unidos y URSS, que ya tenían equipos científicos presentes. Estos doce Estados firman el Tratado Antártico en diciembre de 1959. Este tratado paraliza las reivindicaciones de unos y otros al sur del paralelo 60 Sur, aunque no las anula. También prohíbe toda militarización y posibles ensayos nucleares o el depósito de desechos nucleares. Además, el tratado coloca a la región antártica bajo la gestión de la colaboración internacional de Estados:  la Reunión Consultiva del Tratado Antártico, RCTA, que cuenta en 2021 con 54 miembros y se reúne cada año para supervisar la gestión del continente, sobre todo el establecimiento de bases científicas, que actualmente suman 80. A la vez,  impulsa nuevas convenciones, como la de Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, un texto que protege desde 1980 gran parte del ecosistema frente a toda explotación abusiva. 

En 1991, la Antártida en declarada reserva natural para la paz y la ciencia lo cual establece nuevas normas medioambientales aún más estrictas. Si los científicos han logrado la proeza de convencer a sus gobiernos para proteger el medioambiente antártico y desafían las extremas condiciones del clima para vivir allí, es porque han sabido demostrar que este continente tiene mucho para enseñarnos. El hecho de que la Antártida no haya habido presencia humana hasta principios del siglo XX es una ventaja enorme, sobre todo para el estudio del clima, ya que con los cilindros de hielo que se extraen del suelo los científicos pueden estudiar las burbujas atrapadas en el hielo y pueden así trazar la historia del clima de la tierra retrocediendo cientos de miles de años. En el año 2004 un equipo científico que trabajaba en la base francoitaliana Concordia, en el Domo C, extrajo un cilindro de más de tres kilómetros de largo que develó información sobre 800.000 años del clima. A estos estudios hay que añadir los del agujero de ozono en la vertical de la Antártida con lanzamientos de rayos laser, estudios de sismología, astrofísica, astronomía y de meteorología.

 Aunque la Antártida hoy es un paraíso para los científicos y un espacio protegido para la flora y la fauna que vive allí, conviene seguir vigilantes respecto a su futuro. Primero, porque su estatus que es tan particular puede ser renegociado en cualquier momento, las condiciones de renegociación son muy estrictas y hoy parece algo muy difícil de alcanzar, pero podrían darse nuevas alianzas. Así la creciente implicación de China en la Antártida inquieta a muchos, aunque hay que matizar esos riesgos. China ya ha establecido cuatro bases en la Antártida y está construyendo la quinta en la bahía Terra Nova, donde ya hay dos rompehielos. También han iniciado la construcción de un tercer buque de propulsión nuclear y, a nivel económico, ha aumentado sus inversiones en Argentina, en Chile y en Tasmania, cuyo puerto de Hosbart se plantea para algunos australianos como futuro centro de desarrollo hacia la Antártida. De igual modo, China se opone, junto a Rusia a que ciertas zonas llamadas “Áreas marinas protegidas “sean dotadas de una protección reforzada. Estos dos países se niegan a renunciar a la pesca y a las enormes reservar de kril antártico, un pequeño crustáceo utilizado en acuicultura que está presente en las aguas antárticas. Pero la pesca no es lo único que interesa a los Estados presentes en la región, ya que bajo su grueso casquete de hielo y en sus aguas, el continente oculta también una cantidad importante de metales e hidrocarburos. Por ahora está prohibida toda explotación minera por el protocolo de Madrid de 1991, para la protección del medioambiente, pero esta prohibición puede levantarse en cualquier momento, aunque se precisaría unanimidad de las partes consultativas, los 29 países con derecho a voto en la RCTA, es un voto difícil de obtener. Si esta explotación minera parece poco probable, los icebergs interesan a las empresas privadas. Auténticos depósitos de agua dulce, que podrían ser explotados para paliar las futuras carencias de agua, a condición de poder transportarlos, a pesar de sus billones de toneladas, a regiones más templadas para que tenga un coste razonable. Un desafío que da rienda suelta a cualquier tipo de estrategias: remolcadores con energía geotérmica, hélices submarinas o incluso mástiles con velas sobre el iceberg. La imaginación no tiene límites. A estos peligros potenciales a medio plazo, se añade un peligro muy actual y que, en apariencia es más anodino para el ecosistema antártico: el aumento del turismo. En 30 años el número de turistas se ha multiplicado. En 1990 hubo 3000 turistas, mientras que entre 2019 y 2020 fueron 74000. Este turismo es especialmente de crucero y se concentra en la península antártica y el mar de Ross. A las molestias causadas a la fauna por la circulación de barcos y por los helicópteros y los drones que van a bordo, se añade el riesgo de contaminación en caso de naufragio de algunos barcos que podrían chocar con icebergs. Las normas para limitar la llegada de turistas y barcos al continente han sido reforzadas y así algunas zonas están ahora protegidas.

Deseos de chinos y rusos y afluencia de turistas, nos hace ver que la Antártida, en los próximos años, tendrá que ser más protegida que nunca y la ley internacional que resguarda celosamente el continente helado, deberá ser escrupulosamente respetada.

 

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación

 

[1] Agua de mar congelada

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