En el año 2005 en el Hospital Felipe Heras se produjeron 2.122 nacimientos, de los cuales 630 corresponde a la franja de adolescente entre 13 y 19 años. Es importante subrayar que se produjo una baja en la tasa de natalidad hospitalaria de casi el 100% respecto al año 2004, pero el índice de nacimientos en menores de 19 años sigue siendo, uno de cada seis partos anuales en Concordia.
Para empeorar más el cuadro, la tendencia nos muestra que el 17% de esas niñas-madres volvieron a tener otro hijo. Estos datos evidencian palmariamente que la ley 25.673 (2002) que materializo la salud sexual y procreación responsable, cuyo objetivo propuesto era la disminución del alarmante crecimiento del aborto, el embarazo adolescente y reducir la mortalidad materna, no funciono como control de natalidad en las adolescentes de nuestra ciudad.
El círculo se vicia aún más, porque todo indica que la gran mayoría de estos niños pertenecerán a la pobreza. El problema de ser madre antes de haber logrado la madurez biopsicosocial aumenta de manera proporcional con el deterioro de las condiciones sociales, económicas y culturales, muy claramente interrelacionadas entre sí en esta comunidad.
Si bien es cierto que el embarazo adolescente es un problema de carácter estructural en la ciudad, que desespera de igual modo a distintos grupos de estratos socio-económicos (los índices en establecimientos privados son casi similares), la diferencia radica en el acceso a los recursos disponibles socialmente.
“Las niñas que no están plenamente desarrolladas físicamente tropiezan con dificultades en las relaciones sexuales, en el embarazo y el trabajo de parto. Las mujeres que comienzan a dar a luz en la adolescencia en general tienden a tener mayor cantidad de hijos, y con intervalos menores que las mujeres que comienzan más tarde, es una realidad triste en nuestra ciudad, son muchas las niñas que quedan embarazadas antes de que sus cuerpos hayan llegado a la madurez”, indicaba a DEBATE Y OPINIÓN, la Licenciada en Obstetricia Ana Ursini.
Repetición generacional del embarazo adolescente y reproducción intergeneracional de la pobreza
En nuestra ciudad existe una clara asociación entre, el embarazo temprano en una generación y la edad del embarazo de la siguiente generación. Hemos podido detectar que muchas niñas que fueron madres precozmente, resultaron ser hijas de una mujer que también fue madre adolescente. La mayoría de estos casos detectados, se da en un contexto de pobreza, promiscuidad y fragmentación familiar como consecuencias económicas, por lo tanto es correcto suponer, que si el embarazo adolescente se origina primariamente en condiciones de pobreza, es claro que la repetición generacional del embarazo adolescente es un mecanismo intermediario en la reproducción intergeneracional de la pobreza.
Objetivamente hay relación directa entre pobreza y embarazo adolescente y se ha constituido en una de las causas actuales de generación de pobreza tanto de las madres como de sus hijos.
Historias cotidianas de la vida real: niñas invisibles
Las imágenes son el mejor testimonio de pensar que estas cifras no son cifras, son niñas-madres y pobreza- que pagan por una sociedad fragmentada e indiferente y la falta de responsabilidad política. Se dice que la pobreza infantil en nuestra ciudad está en descenso. Pero eso no es verdad, en realidad la pobreza infantil sigue intacta.
Soledad Silvia, tiene 13 años, es una niña que no ha llegado a la edad de la razón, y se supone que tiene derechos a la protección y a la orientación que pueden proporcionar los padres y el Estado. Está embarazada de cuatro meses, “mi mamá también está, pero ella está de seis meses”, nos dice con voz suave.
Su mamá Silvia Patricia (34), también madre precoz, y a la espera de su décimo hijo: “hace un mes se me murió una nena de ocho meses, ahogada acá nomás en una zanja (barrio Villa Cresto), estaba aprendiendo a gatear, me descuidé y la perdí” recordaba con dolor.
Soledad tiene una familia como las de miles de niñas, en que las chances de zafar son pocas, sobreviven a la indigencia con $2,5 diarios producto de los ingresos por planes de subsistencia y algunas changas que hace su padre, a las que a veces llegan a satisfacer el 50% de sus necesidades básicas. Abandonó la escuela “porque tengo que ayudar a mamá a cuidar mis hermanos” sentencia. “No nunca vinieron a ver porque deje de ir a la escuela” responde al consultarle si la comunidad educativa de su escuela se había preocupado por saber el motivo de la deserción.
Es fácil observar que el conjunto de esquemas cognoscitivos y de comportamientos de Soledad lo encuentra en las experiencias cotidianas: en la calle, en la familia, en sus amistades. La falta de comunicación con su mamá es notoria, “bueno ahora que le paso esto que aprenda a cuidarse” decía la madre.
Son prácticamente nulas las posibilidades que la sociedad le ofrece a Soledad, ni hablar del sistema educativo.
Hay miles de Soledad en nuestra comunidad que no tienen posibilidades reales de imaginar, plantear y poder implementar acciones concretas hacia la estructuración de un proyecto de vida que trascienda la exclusión.
Datos que deben preocupar
En el segundo semestre del 2002, sobre 1.325 nacimientos hospitalario, 230 correspondía a madres de 13 a 19 años (17,5%).
En el primer semestre del 2004, sobre 2.290 nacimientos, 701 corresponde a esa franja (31%).
En el primer semestre 2005, sobre 984 nacimientos, 254 corresponde a adolescente de 13 a 19 años (26%), con un 17% de adolescentes que volvieron a ser madre nuevamente.
Para disminuir la tasa de embarazo en la adolescencia, no sólo se debe apelar el sistema educativo que cumple un papel decisivo, sino a inversión del estado en ellos. Las insuficientes inversiones han restringido las oportunidades y han expuesto a nuestros adolescentes a estos riesgos.
La falta de respuesta del Estado a esta problemática es notoria.