Los resultados recientes pusieron de manifiesto que Brasil es mucho más conservador de lo que muchos analistas suponen- Para cualquiera que se guíe por un pensamiento democrático y progresista, resulta chocante ver como personas como Sergio Moro (el Juez del lawfare) contra Dilma y Lula, Mario Frías, Damares Alves y otros de oscura reputación sean consagrados en las bancas por el voto popular.
Para comprender esta situación, hay que saber que Brasil es un país tremendamente desigual con la mayoría de los trabajadores fuera del mercado formal, sin derechos laborales, malformados por la exclusión educativa, por una casi inexistente escuela pública, y dominados por una red de comunicación oficial que no están para informar, sin perspectiva de futuro. Hay una colectividad fragmentada, marcada por un individualismo atroz, con escasos incentivos para establecer lazos de solidaridad.
En ese «caldo» cultural que viene de la ruptura comunitaria, el desmantelamiento del mundo del trabajo gracias a cuatro décadas de neoliberalismo, incluyendo el tremendo esfuerzo de los gobernantes del PT, toto eso permite que aparezca un liderazgo salvacionista e inorgánico capaz de dirigir voluntades y de transformar la ira social en fuerza fascistoide.
Desde siempre la derecha ha tenido a su favor a la Banca, las empresas, los jueces, los militares, los fiscales la Policía y la «milicias», sobrevivientes de la dictadura.
El «bolsonarismo» construyó una corriente neofascista de masas, lo cual es una novedad en Brasil. La derecha nunca había logrado arrebatar a la izquierda el protagonismo en las calles, ya que siempre intervino a través de las Fuerzas Armadas.- Ahora se ha convertido en un movimiento popular de extrema derecha, aunque todavía no han podido construir una organización de tipo partidario.
Entonces la pregunta surge sola:¿ Cuál es la base social del «bolsonarismo» y cómo se organiza?. Esta base tiene cuatro tipos de estructuras. Primero: el aparato armado del Estado, no tanto las Fuerzas Armadas, pero sí las policías militares. Hay que recordar que las policías militares son una recreación de la dictadura que jamás ha sido revocada. Surgen como reemplazo de las antiguas guardias públicas de las provincias encargadas de la contención de los crímenes para ejercer la represión supeditados a las Fuerzas Armadas. Es una estructura importante, de alrededor de 500.000 miembros con jerarquía de tipo militar. Bolsonaro hizo toda su carrera política defendiendo sus intereses económicos y durante su gobierno los financió y empoderó de una manera notable.
El segundo sector que alimenta este movimiento popular de masas son los más importantes grupos evangélicos, un verdadero partido profético, que le asegura casi un 25% de los votos. Luego hay una fuerza que emerge en 2016 y tiene que ver con los dispositivos que han logrado una notable influencia en las redes sociales.
Luego cabe preguntarse porqué se llegó a esta situación. ¿Fue acaso Bolsonaro un elemento que el establishment utilizó para desplazar al PT?
También es cierto que los viejos partidos de la burguesía no tenían condiciones para derrotar al PT por su rol en la sociedad brasileña. Ellos no podían conectar con un elemento central en el golpe de 2016..En el gobierno de Dilma el PT hizo una cosa muy rara: una alianza entre los más pobres y los super ricos. Los millonarios ganaron más plata porque no se alteró su riqueza ni su renta. Y los más pobres crecieron en número gracias a la transferencia de ingresos que tenían por los impuestos a la clase media. Eso hizo que sectores medios se sintieran doblemente presionados y empezaron a ser atraídos por un discurso de extrema derecha que puso en el centro a la lucha contra la corrupción.(¡El propio Bolsonaro admitió que había comprado 50 departamentos al contado!) Entonces la ecuación es simple: la plata que pagan los ciudadanos se la llevan los políticos. ¿Qué hacen los partidos burgueses? Contratan a esos jóvenes de extrema derecha para la movilización social, y cuando Dilma es destituida, le piden a su «tropa» que regresen a su casa porque llegó el tiempo de la política para adultos. Entonces los jóvenes que habían hecho el trabajo sucio, le contestan: «Ustedes son como ellos por lo tanto son nuestros enemigos » . Y es ahí donde aparece Bolsonaro emergiendo como el representante genuino de esos jóvenes. Bolsonaro podríamos decir, es un «liberal-fascista». Sus ideas son ultraliberales en términos económicos, como Milei. Pero su lógica es fascista en términos de organización del Estado. Su ideal sería lo que fue la Colombia de Uribe, o sea una «pantalla» de simulación institucional donde todo parece funcionar bien pero por debajo hay un estado policial que mata mucho más que cualquiera.
Aunque pareciera increíble, la burguesía brasileña no lo apoya totalmente porque es muy disfuncional y genera muchas crisis.-. Y los empresarios, en el modo de inserción neocolonial que vive Brasil, necesitan tener buenas relaciones con el mundo exterior.
Bolsonaro ya ha generado tensiones con China, con Europa y también con el Mercosur.. Entonces para la burguesía le sirve que Bolsonaro derrote al PT, pero le advierte que no está dispuesta a tolerar un estado policial que afecte sus intereses.
La clave está dada es que el mundo está ingresando en una nueva guerra fría con el ascenso de China, pero la vocación brasileña no es neutral sino de Occidente. O sea que quedaba fuera del campo estratégico de las negociaciones.
En cambio, el PT de Lula piensa que Brasil puede tener una vía autónoma de desarrollo
lo que hoy es muy difícil, porque las condiciones no son las mismas que cuando gobernaba Lula. Ahora si no está asociado comercialmente a los circuitos financieros del capital mundial.
Ahora Lula debe haber sacado muchas lecciones del 2016. Y creo que se dio cuenta de que su gobierno y el de Dilma habían caído en el clásico error de la ilusión de «clase», es decir la no comprensión de que la estructura del capitalismo brasileño obliga a una reacción inevitable de la burguesía contra las reformas que afectan sus grandes ganancias. Lógicamente, y en esto no hay discusión, Lula es el único candidato capaz de derrotar a Bolsonaro. Y él se está convenciendo que la forma de derrotarlo es siendo el líder de la restauración de la Sexta República. Y esto conlleva a la misma situación que estaba el PT cuando tuvo lugar el golpe de Estado en 2016.
Lula no tuvo tiempo o acompañamiento para construir una alianza con la izquierda y una fuerza social. Por eso Lula prefirió irse al «centro», para no enfrentar a la burguesía con todo el poder comunicacional que sigue teniendo. Lula aún ganando va estar en una situación complicada, porque lo van a chantajear, y él si no acepta el chantaje lo van a sabotear como lo hicieron en Chile, lo están haciendo en Perú, u lo hicieron en la Argentina después del 2019. Lula , si gana, que es muy probable, va a ejercer una política pendular. Va apostar a controlar factores antagónicos, pero la situación es muy distinta de hace veinte años. Brasil es muy poderoso y va estar en el centro de la disputa por sus recursos naturales, sobre todo en proteínas , donde jugadores poderosos, China y EEUU van a hacer valer su peso específico en sus respectivas geoestrategias. Creo que EEUU no puede permitirse ceder terreno en Latinoamérica, y eso va a poner mucha presión a Lula si cree que puede ejercer una neutralidad estratégica.
Esta elección también servirá para ver cómo los movimientos progresistas se organizan para detener a una derecha-fascista que ya está instalada en su «cuna ideológica» y tratando de exportar a Latinoamérica.