Hay expresiones que no se escuchan con frecuencia de la sociedad política entrerriana, como por ejemplo, “se legitimó el valor ético de la política” o “inhabilidad moral” dichos en los últimos días por la diputada nacional por Entre Ríos (PJ), Blanca Osuna.
En una sociedad dónde se identifica, por lo general al político y a la política con el engaño, la mentira y la manipulación de las personas, fundamentalmente los marginados del “bien común”, de dirigentes que quieren el poder eterno y del afán inmoderado de enriquecimiento fácil; donde el poder siempre piensa que las acciones devaluadas o inmorales son las de los otros, nunca las de ellos, subordinar lo ético a esa política, por lo menos suena impúdico.
Conviene empezar, pues, para precisar las cosas, con una consideración acerca de la relación entre ética y política. Y para ello seguramente lo mejor es, no obstante, ir al lugar clásico de nacimiento de ambas: Aristóteles.
La ética tiene por esencia el análisis de las diferentes virtudes, de lo que merece ser llamado “bien”. Lo medular es la búsqueda del bien común de los ciudadanos y la consideración de qué sea la justicia, la discusión argumentada, acerca de que hemos de considerar virtuoso y justo para que el ciudadano pueda ser feliz. La ética es, en suma, preocupación sobre la vida digna del hombre.
La política, por su parte, tiene por objeto la vida del hombre en la polis, el análisis de las constituciones que los hombres se han dado en su vida en común, para examinar, desde ahí, cuáles de las virtudes privadas pueden ser consideradas también virtudes públicas y cuál puede ser el régimen que mejor concuerde con estas virtudes. En suma, el objeto de la política es el buen gobierno de los hombres asociados.
Queda claro que la ética y la política son en la articulación de los fines y los medios, los que regulan la acción moral de los gobernantes y pautan la ética del pueblo.
Debemos reconocer que hay un vínculo indisoluble entre ética y política, ahora nuestra sociedad tiene un problema con esto y es que la política es poco respetuosa de los medios. Lo que pesa no es esa articulación del medio y del fin, sino la capacidad de hacerle daño al otro, de sacar ventaja, la corrupción con la administración de los fondos públicos en la provincia medio siempre la impunidad, el resguardo de los intereses personales por sobre los generales, la imparcial administración de justicia. En este sentido, el bien común, la honradez, la rectitud, la probidad y el compromiso social, que son virtudes éticas que deben orientar las actividades políticas, no existen.
La primera aproximación a los dichos de la diputada Osuna, me gustaría hacerla desde una premisa que aclare que solo se puede hablar de ética en la política cuando no hay respeto al sistema republicano. El fundamento ético de la política no está en la conducta mostrada por el ex Juez bustista Héctor Toloy. Relacionar la ética con la política es no permitir que los actos violatorios a la ética pública en esta provincia sean controlados por organismos que dependen del Poder Ejecutivo. No es ético la enajenación del pobre, de profundizar la lógica de dependencia impuesta por el poder, no es ético que permanentemente la dirigencia política muestre que la acomodación para definir espacios de poder es la estrategia. No se puede hablar de ética en la política cuando la sociedad es permanentemente sometida a malos tratos precisamente por las malas políticas. No se puede subordinar lo político a lo ético en un gobierno que ha extraviado la capacidad de aceptar las críticas.
Esto son hechos, muchos más hay para enumerar, contrarios a la naturaleza ética que la diputada cree que acerca a la política. Reflexionar las relaciones de la política con la ética, exige mostrar genuino interés por cambiar la moralidad de este estado de cosas.
Esta vinculación dependiente “del valor ético a la política” no guarda relación con la realidad. Este recurso lingüístico grandilocuente utilizado por la diputada muestra que cuando uno no sabe cómo se conectan las cosas, las conecta adulterándolas.
