La epidemia de Sida no cede en Entre Ríos, y en lo que va de 2004 hubo 90 nuevos casos; la vía principal de transmisión es a través de relaciones heterosexuales, por lo cual la mujer es la más expuesta.
Cada tres meses, un portador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) debe efectuarse extracciones de sangre, y esa muestra es enviada a un centro de referencia de Rosario para que se realice la denominada carga viral, que permite conocer la evolución de la infección. Ese trámite, sencillo por lo demás, en los últimos meses se ha tornado dificultoso para muchas personas, por cuanto el Servicio de Infectología del Hospital San Martín se quedó sin un técnico extraccionista ni tampoco cuenta con bioquímicos, y los dos médicos infectólogos de planta, Daniel Elías y Héctor Crámaro, están sobrecargados de pacientes. Hay un tercer profesional, un médico concurrente que trabaja ad honorem, Juan Guichard, que alternadamente brinda atención ambulatoria y también cubre el rol de enfermero, y extrae sangre.
Ocho años después de que se haya puesto en marcha el Programa Provincial de Sida en Entre Ríos —y a 16 años de la notificación oficial del primer caso, en 1988—el panorama que presenta la epidemia es complejo. En los últimos cinco años, el número de pacientes que se atiende en el Hospital San Martín dio un salto que se ubica en más del 150 %, y la propagación del virus se pauperizó y adquirió un perfil que, según definió en su último informe el Ministerio de Salud de la Nación, muestra una concentración de casos en la franja de edades sexualmente activas, de entre 25 y 34 años, con una participación marcada de las mujeres. Sin embargo, las estrategias de prevención y concientización sobre los métodos para frenar su avance están casi ausentes.
Falta de políticas preventivas
Este 1º de diciembre, Día Mundial de Lucha contra el Sida, encuentra al Estado con las manos casi vacías: no hay siquiera preservativos para distribuir simbólicamente, y desde que reingresó Adriana Bevacqua para ponerse a cargo del Programa Provincial de Sida —fue uno de sus pilares a mediados de los 90— nada volvió a ser como antes. Las disidencias internas llevaron a un éxodo paulatino de técnicos que antes dieron forma a los talleres de capacitación, y la mayoría de ellos se agrupó en una organización no gubernamental (ONG), Interpares; se quebró el plan de formación de docentes que se llevó adelante a lo largo de 2002 y 2003 que tenía la vista puesta en dar nociones de educación sexual en las aulas; y no está claro a quién responde Bevacqua, ya que es pública su enemistad con la ministra de Salud y Acción Social, Graciela López de Degani. “Hoy el Programa empieza y termina en Adriana”, dijo un profesional que pidió reserva de su nombre.
El escenario que dibuja Bevacqua es otro, sin embargo. Dice que viene trabajando activamente en talleres con jóvenes en toda la provincia, y que este año se ha dedicado a sincerar los números de la enfermedad en la provincia por cuanto, afirma, “cuando yo me hice cargo del Programa, esto estaba muy atrasado. Tenemos más de 100 casos sin notificar, que son de años anteriores”. De todos modos, dice que los casos no cesan de crecer y que entre diciembre y agosto último, se han sumado 90 más, que compromete a una población joven, la mayoría, el 60 % varones, y el 40 %, mujeres.
En ese contexto, sostiene Bevacqua, “el gasto más importante debe ser en lo preventivo, de modo que se infecte la menor cantidad de gente. Cuanto más podamos evitar que se transmita el virus, significará que estamos llevando adelante una tarea de prevención medianamente bien hecha. El esfuerzo hay que ponerlo en prevención. Si hablamos de asistencia, son personas que ya conviven con el virus, que hay que atenderlos. Pero si queremos bajar la tasa de infección, hay que trabajar en prevención”.