En Concordia existen dos complejos termales: uno gestionado por la CODESAL (Corporación para el Desarrollo de Salto Grande) y otro por un concesionario privado. Este último evalúa la posibilidad de embotellar agua termal para su venta, a fines de solventarse económicamente dada la situación de parate que atraviesa el sector.
El concesionario aduce que la ordenanza municipal que regula el contrato de concesión se lo permite. Al ser interpelado acerca de si los alcances del Ente que preside –emanado, según aclaró también varias veces, de una ley provincial- estarían por encima de esa legislación local, fue muy impreciso y demostró un desconocimiento superlativo respecto al tema y a la propia ley que da sentido al ente.
Barrera también se refirió a “una serie de cuestiones que hay que regular en el sector”, pero al pedir de las periodistas para que se explaye en ese aspecto, comenzó a balbucear y repetir su mantra de los alcances del organismo, para después sincerarse sobre su carencia de datos concretos y pedir cautela por el momento. También expresó manejar sólo datos anteriores a su gestión y que –palabras más, palabra menos- en el tiempo podría dar mejores respuestas.
Al parecer, Barrera estuvo bastante compenetrado en respetar las medidas de aislamiento social desde que asumió en enero de este año.
Así fue que, durante el transcurso de la entrevista, se encargó de repetir varias veces que “la competencia directa del ente abarca el cuidado del recurso natural desde la extracción del agua termal, el tratamiento de la misma y la disposición final que se hace.”
El agua termal de Concordia es captada desde la reserva del Acuífero Guaraní, por lo que la comercialización del recurso es un tema sensible a la conservación y cuidado de los recursos naturales.
Lo que demostró de manera clara y concisa el funcionario es ser buen “guitarrero” para rellenar el vacío con sonidos pintorescos. Pero además de la languidez del funcionario, la entrevista a cargo de las periodistas, Laura Terenzano y Lucrecia Carmarán, puso de manifiesto el valor de la repregunta en el periodismo y la carencia de criterio que tienen muchas veces los gobernantes a la hora de nombrar funcionarios que parecen siquiera idóneos en las materias asignadas.