El Poder, La Furia Y La Censura

Después de los acontecimientos del 06 de enero en el Capitolio de Estados Unidos y de que Trump hablara y arengara desde sus redes sociales, diciendo que no iba a aceptar la derrota en las urnas, le suspendieron las cuentas de las redes sociales. Todas las cuentas de Trump, y en todos los casos, las plataformas llevaron adelante las suspensiones a través de reglas propias. Reglas que las redes mismas fijaron. Según este caso, Trump infringió las reglas contra el odio, contra la instigación a la violencia, entre otras.

Trump incita a la violencia y al odio. Siempre lo hizo. Su programa político fue violento contra las minorías, contra las mujeres, contra los más pobres de EEUU y también fue violento y ofensivo contra gobiernos de otros países.  

Las discusiones sobre este personaje son reiterativas, pero es interesante pensar sobre las Plataformas Virtuales. Esas que se plantean que no son medios de comunicación, ni tienen poder editorial (lo que sí realizan los medios de comunicación tradicionales: diarios, radios, canales de TV y portales de Internet. Es decir que cada medio de comunicación se hace responsable de lo que publica), sino que proclaman que su rol es solo conectar gente.

Las redes sociales hacen algún control y tienen consenso en, por ejemplo, reglas que impiden que salgan fotos consideradas obscenas. Hay acuerdo en lo que no está bien mostrar en ningún lugar del mundo. Pero no los hay en otros aspectos, como difundir mensajes de odio y otros etc. similares. Ante esto responden que eso no es tarea de ellas. Además, si lo hicieran, deberían contratar personas capacitadas para moderar. Lo que implica más inversión, mucho dinero y demoras en las publicaciones, que no están dispuestas a hacer, aunque es conocido que las plataformas virtuales son las grandes triunfadoras de esta época.  Son empresas multimillonarias y las que más ganaron en el contexto de pandemia.

Es fácil entender que las redes viven de la adicción de las personas, de que no puedan dejar de mirar las pantallas todo el tiempo para ver lo que aparece y, para eso, es indispensable que la publicación sea inmediata. De no ser rápida, le quita la adrenalina que implica la inmediatez.

Ahora, la reflexión tiene que ver con esto: ¿Deben las plataformas limitar o evitar los discursos de odio, de incitación a la violencia, etc. de cualquier persona?

Por cierto, deberían limitarse y evitarse, pero ¿Quién o quiénes deben hacerlo?

En los últimos días (después del 06-01-2021) aparece un debate interesante que hace pensar en: ¿Corresponde o no que a un presidente como Trump (polémico, violento, racista, misógino, y un montón de características abominables) les sean levantadas sus cuentas en las redes sociales?

Algunos especialistas argentinos como Martín Becerra[1], experto en medios de comunicación y en medios audiovisuales, se pregunta: ¿Son las plataformas digitales espacios neutrales que deben tratar con indiferencia editorial todo contenido?, ¿hay mensajes que justifiquen la remoción sin previo contacto o derecho a descargo por parte de quienes los producen, aparte de los consabidos y legitimados límites a contenido ilegal como la pornografía infantil?, ¿cuál es el trámite adecuado, según los estándares respetuosos de la libertad de expresión que comprende tanto el derecho a decir como el derecho a recibir opiniones diversas, para proceder a una remoción, a un bloqueo de cuenta o a la reducción de su alcance? 

En síntesis, ¿Quién está en condiciones de decirle a Trump que no puede aparecer más en las redes sociales?

Becerra expresa cinco razones que habilitan a cuestionar el bloqueo dispuesto por las plataformas contra Trump:

“…Primera, porque cercena la palabra del representante de una corriente de opinión; segunda, porque obstruye el acceso de la sociedad a la expresión del presidente legítimo de un país; tercera, porque las plataformas se autoasignan el rol de controladoras del discurso público y, con este antecedente, les resultará complejo no ejercer esa función a futuro y desentenderse de las consecuencias políticas y legales correspondientes, incluida la evidente función editorial de la que tanto han renegado hasta ahora; cuarta, porque se arrogaron de facto facultades que corresponden a poderes públicos en una democracia, es decir que si Trump efectivamente es una amenaza a la convivencia y su incitación a la violencia es dañina, entonces correspondería que los poderes instituidos y legitimados (Poder Judicial, Legislativo) adopten las medidas que correspondan, incluyendo el recorte de los espacios de difusión del primer mandatario; quinto, porque al presentarse como una suerte de atajo ejecutivo y veloz para decisiones que deberían tramitarse por las vías institucionales de una democracia, las plataformas se ofrecen como un sustituto posible para cuestiones que son muy ajenas a su competencia al tiempo que sustraen de la esfera pública otras que no sólo le son propias, sino que le son constitutivas…

En otra nota, la letrada Graciana Peñafort[2]  escribió que no le parece correcto que las plataformas sean las que suspendieron las cuentas de Trump: “…Desde la Argentina, lo que sucedió con la censura a Trump, vulnera nuestro concepto jurídico de libertad de expresión. En su faz individual, porque si en efecto los mensajes de Trump incitaban a la violencia o contenían discursos de odio, la evaluación de los mismos debería haber correspondido a un juez y no a una empresa (…) Pregunta: ¿Qué sucede con un historiador o un periodista que desea acceder a los mensajes de Trump en redes sociales? ¿Es válido que la sociedad no pueda acceder a esa información por decisión de una empresa privada, que tomó esa determinación sin someterla al correspondiente control judicial?

“…Tengo la intuición que desde ninguna de las aristas de la libertad de expresión –como derecho individual y como derecho colectivo– la censura basada en la mera propiedad de las plataformas es válida en términos democráticos…”

Entonces, el debate es: ¿Qué pasa con las redes sociales que se autoerigen en jueces y que, a su vez, son empresas privadas megamillonarias que monopolizan ese sector?

En estas plataformas las ganancias proceden de la publicidad, que se potencian en la medida que la gente las utiliza generando contenidos gratis. Además, tienen la autoridad de decir quien habla y quien no, cuando ellas mismas expresan que no lo hacen, pues no son medios tradicionales de comunicación y aluden a que no tienen responsabilidad editorial en el control de las publicaciones.  

Alejandro Galliano[3]  coincide con Peñafort, en otro texto publicado respecto a este tema. Su nota no habla de Trump, pero sí de las plataformas y señala: “…A contrapelo de tantas fantasías futuristas del pasado, la digitalización de la vida no nos transformó en fríos autómatas sino en intensos emocionales…”

Se pregunta Galliano: “¿Cómo gobernar una sociedad así? Entre algunas opciones, dice: “…Las emociones tienen impacto público, pero son gestionadas desde tecnologías privadas, cuando debería ser exactamente al revés, Debajo del Tsunami emocional que amenaza con ahogarnos, nadan intereses muy racionales que tienen que ser gobernados. Si vamos a vivir en una sociedad digitalmente emocional, que las tecnologías sean transparentes y democráticamente gestionadas. Devolverle la autoridad a lo público sobre la infraestructura digital que gestiona las emociones, permitiría reconducirlas a lo privado y resguardar el saber y la democracia. En este momento de locura digital, que no nos vuelvan locos es una tarea política…”

La discusión está planteada:

 ¿Qué Estado puede gobernar esta situación? ¿A qué regulación pueden someterlas?

Estas empresas son más poderosas que Estados Unidos. Lo demostraron, justamente, al bloquearle las cuentas al presidente de la primera potencia mundial.

 

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación

 

[1] https://www.eldiarioar.com/opinion/trump-bloqueado-facebook-twitter-democracia-perturbada_129_6734974.html?utm_source=twitter&utm_medium=tweet&utm_campaign=bot&utm_term=trump%2C+bloqueado%2C+facebook%2C+twitter%2C+democracia%2C+perturbada&utm_content=Opini%C3%B3n

[2] https://www.elcohetealaluna.com/nadie-me-hiere-impunemente/

[3] https://www.eldiarioar.com/opinion/momento-locura-total_129_6735278.html

 

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