El PJ define los candidatos en “La Histórica”

El Partido Justicialista (PJ) entrerriano decidió que, por más leyes de internas abiertas y simultáneas que la misma fuerza haya impulsado, la forma más ‘democrática’ de definir la interna es que no haya interna. La paradoja, que no le mueve un pelo a ninguno de los principales dirigentes del oficialismo, pone bastante nervioso a algunos de los que desde hace meses vienen militando candidaturas en Concepción del Uruguay, para tratar de imponer el aspirante a suceder a Marcelo Fabián Bisogni, imposibilitado constitucionalmente de repetir en su cargo.
Los dos grupos que se disputan el PJ uruguayense en la ultima década son el scelzismo y el laurittismo. El primero, fallecido el viejo caudillo Carlos María Scelzi, había logrado de la mano de su hijo Carlos José recomponer el desastre dejado por un de su propio riñón, Luis Enrique Gallego Bermúdez, al inventar como candidato a José Lauritto, y de ese modo evitar lo que en 1999 hubiera sido una derrota inapelable. Pero El Teta no pudo controlar a Lauritto y éste terminó siendo la cara de un amplio conglomerado que, dentro del PJ, se encontró de repente con una alternativa superadora a la muñeca habilidosa del hijo de Carita, que si heredó la astucia de don Carlos, no sucedió lo mismo con sus votos. Esa es la razón por la que el scelzismo se devana los sesos en cada sucesión buscando ‘inventar’ un hombre-voto que escape al trágico destino piantavotos de Carlos José, que parece haberse transferido a su hijo, Carlos María Scelzi (nieto). Esa es también la razón por la que se apostó a Marcelo Bisogni, primo de Carlos José y continuidad del oficialismo uruguayense tras el paso de Lauritto por el Municipio.
El laurittismo, a partir de la llegada de su mentor a la Vicegobernación, estableció una suerte municipalidad paralela en Concepción del Uruguay, no sólo en el amplio reparto de subsidios y ayuda a la gente, sino también como una eficaz agencia de colocación de empleos, que distribuyó centenares de fieles seguidores de Lauritto en diferentes ámbitos estatales: el Hospital Justo José de Urquiza, la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), cargos en la mayoría de las escuelas y en todo lo que tenga que ver con la administración provincial, le dieron un desarrollo en red de adherentes –ya sea que estén íntimamente convencidos o por razones laborales–, que probablemente ninguna fuerza política posea en Entre Ríos.
El scelzismo, que intentó durante cuatro años instalar el nombre de Carlos María Scelzi (nieto), aparece ahora casi resignado y aunque hizo un nuevo ensayo con el nombre de Sergio Bertelotti en las últimas semanas, se conformaría con un nombre ‘neutral’ (es decir, no un fiel de Lauritto) y con la posibilidad de compartir la gestión, aunque también pide un lugar en la Legislatura para Bisogni y otro para el frustrado Scelzi junior. No es fácil complacerlos, porque también tienen aspiraciones similares otros sectores internos y los casilleros no alcanzan para todos.
Nadie en el PJ tomó con seriedad algunos de los nombres que se lanzaron al ruedo, como el de Jorge Sittoni que, por ejemplo, ni siquiera está aceptado como afiliado y debe enviar cartas documento para que lo acepten como justicialista. Otros aspirantes a la Intendencia que tampoco ‘prendieron’ fueron Raúl Negro Benítez, el dirigente bancario postulado a fines de abril por la Mesa Gremial Peronista, sin que tuviera mayor trascendencia. Algo similar pasó con otros nombres como los de Carlos Chiri Pérez, del Frente Uruguayense para la Victoria, o el de Fidel Baldoni, que arrancaron con sus precandidaturas desde los medios, pero no alcanzaron a ganar la calle con su postulación. Otros nombres aparecieron sin demasiada claridad ni tampoco mayores resonancias: Aurelio Garay, Ricardo Derendinger, Luis Carrozzo y Celeste Pérez fueron algunos otros ensayos que no movieron el amperímetro.
Quizás por tener más claro que los demás por dónde pasaría la resolución, el que aparece con muchas chances de terminar siendo “el candidato del acuerdo”, es el director del Hospital Urquiza, Hugo Cettour, un hombre al que no se lo puede anotar en ninguno de los dos grandes bandos en disputa.
El caso de Luis Cerrudo, con un despliegue militante y de campaña que pareció posicionarlo fuertemente, es el que abrió la incertidumbre y amenazó desequilibrar la balanza entre ambos grupos. Sin la aprobación de Lauritto –que había pedido a su gente que definieran quiénes querían ser candidatos antes de octubre del año pasado– y con el impulso del dirigente gremial Danilo Schab, Cerrudo se lanzó con mucha fuerza y con un perfil de ‘estudioso’, a proponerse como la posibilidad de retomar “la gestión inconclusa” en 2003 del propio Lauritto. Así, cerró la posibilidad de un entendimiento con los sectores scelzistas y amenazó con ir directamente a internas, al mismo tiempo que buscaba cerrar filas con los más cercanos en cuanto al discurso o la historia, tales como Baldoni y Chiri Pérez.
Pero el director del Palacio sabe que no hay posibilidades de disputar la interna. Desde la Gobernación les han hecho saber que este sábado se define, y no precisamente por el voto de la población, como se cacareó tanto desde el oficialismo (nacional y provincial) para fundamentar el sistema de internas abiertas simultáneas. “Los dos apoderados son de Urribarri, así que ni siquiera te vamos a presentar la lista”, le dijeron como para que no tuviera dudas. “El sábado (por hoy) van a llamar y comunicar la decisión”. Sus íntimos saben que a Cerrudo le molesta esa forma de dirimir la interna, no sólo porque pueda perjudicarlo: él es uno de los que cree sinceramente en el discurso de transformación institucional que el kirchnerismo tira en público, aunque después hagan otra cosa.
Así lo cuentan muy cerca de él: “Luis creyó en serio que las internas abiertas y simultáneas iban a ser, como dijo el propio ministro (Florencio) Randazzo, para que la ciudadanía elija a los candidatos en lugar de que esa decisión quede en manos de burocracias partidarias o de pequeños grupos de afiliados”. Por ello le resulta tan indignante que la definición sea un arbitrio exclusivo de los dos principales dirigentes del oficialismo entrerriano, sin posibilidad de una compulsa democrática. En eso tampoco se diferencian mucho de Busti, que también definió su candidato uruguayense de ese modo.
Uno de los problemas que Cerrudo no puede soslayar es el hecho de que su propio referente no parece dispuesto a jugar a su favor. Aunque el nombre de Lauritto aparece en la campaña de Cerrudo, lo cierto es que el hombre no fue consultado para el lanzamiento, y su frase dicha por los medios revela la manera en que el vicegobernador evalúa ese tipo de movimientos cuando no se lo consulta: “El año pasado le pedí a mi agrupación que para el 31 de octubre me digan quién quería ser intendente y nadie dijo nada. Mis tiempos no fueron respetados”, dijo tajantemente en LT11. Por si no quedaba claro, añadió: “Está muy bien que haya muchos dirigentes con aspiraciones, pero me molesta los que andan buscando padrinazgos y se enojan cuando no los consiguen”.
La frase no le cabe sólo a Cerrudo, sino también a Baldoni y a Pérez. Los tres se lanzaron como seguidores del vicegobernador, pero ninguno de los tres logró contar con su bendición. De hecho, la comunicación pública de varios de ellos parecía enviar mensajes dirigidos más hacia Lauritto que hacia sus adversarios internos: “El trabajo sostenido de las diversas comisiones de la Agrupación que conduce José Eduardo Lauritto y que coordinan Danilo Schab y Juan Carlos Changui Rodríguez han permitido un permanente contacto con la realidad uruguayense, de sus vecinos, de sus barrios y de sus instituciones. Las comisiones barrial, de mujeres, política, de jóvenes, gremial y técnica han generado una red que nos permite contar con una práctica militante constante, con la incorporación de nuevos sectores que se sienten convocados e interpelados para la acción positiva y un estudio de la realidad uruguayense en constante actualización que nos da la posibilidad de pensar el futuro uruguayense para ser gestionado y realizado hoy”.
Como puede verse, los párrafos reproducidos parecen querer convencer al propio Lauritto de que “no podemos desaprovechar esta oportunidad”.
Lo que aparece como más probable es que la definición sea salomónica: el candidato del forzado “consenso” sería Cettour, quien de ganar la elección de octubre conseguiría su ambicionado lugar. “Lo único que me queda pendiente en la política”, según el mismo médico confesó a este cronista en dos ocasiones, la primera de ellas en 2006. El acuerdo contemplaría compartir el próximo gobierno municipal –todos dan por descontado que no se puede perder la Intendencia–, y probablemente el vicepresidente municipal pertenezca al scelzismo. Esto implicaría concejales y algún secretario o director para el laurittismo. El viceintendente ya no es un cargo decorativo: con la reforma constitucional, es el presidente del Concejo, un cargo relevante para la institucionalidad comunal.
La pregunta es qué gana el sector de Cerrudo con un acuerdo así. Y la respuesta no convence a ninguno de quienes impulsan su candidatura. Pero están atados de manos. Por eso, a diferencia de otros postulantes que apostaron a las negociaciones subterráneas, los de Cerrudo jugaron todas sus fichas a la exposición pública, con algunos riesgos, como aquellos comunicados de prensa en los que amenazaron con ir directamente a las elecciones internas. Ahora saben que eso es lo único que no podrán hacer. Lo que resultará un poco difícil será explicar cómo se bajan tantas candidaturas de un solo plumazo. Pero ya se sabe que en el PJ ese tipo de heridas se curan con una adecuada atención de la víscera más sensible del ser humano que, como definió Juan Perón, es el bolsillo.

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