El 2023 nos espera embarazado de incertidumbres y con cierta desazón bastante generalizada. Termina un año con una inflación descontrolada contra la cual salarios y jubilaciones pierden y los grupos concentrados de la economía engordan sus balances en porcentajes desusados. La desigualdad se profundiza y en medio de un desconcierto bastante generalizado, un gobierno arrinconado y al borde del abismo, , fruto de una experiencia fallida, más allá de haber enfrentado una sucesión de plagas conocidas ,otras inesperadas e infrecuentes, una herencia sin beneficio de inventario, y una oposición de donde surgen declaraciones que calificarlas de desafortunadas es un gesto de generosidad y propuestas que parecen volver a darle la razón al notable Enrique Santos Discépolo en su letra de Cambalache: “ ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!”
El polifacético ensayista francés Jean Paul Sartre sostenía: “ No quiero morir en el desencanto, pero hay que tener fundamento para la esperanza”. El dos veces presidente del Brasil Fernando Henrique Cardoso sostenía: “Cuando esperamos lo inevitable, ocurre lo inesperado”. Pero lo inesperado hoy, sólo llegará mañana como consecuencia de la lucha y de la reivindicación de la política como hace poco el ingenio popular lo expresó en una pancarta: “La política consiste en convertir lo imposible en inevitable”
Brindemos entonces porque ocurra lo inesperado, la aparición del oasis en el desierto. Y para que no sea un espejismo, no lo debemos esperar sentados.