Por otra parte, con referencia a la crítica a las palabras del Gobernador Urribarri respecto a la economía pastoril entrerriana, es evidente para cualquier bienintencionado que la misma bondad de nuestras tierras y su sistema de explotación, no es una fuente de trabajo para todos los entrerrianos y conforma una débil estructura económica; el desarrollo de la industrialización y valor agregado a las materias primas es fundamental para el futuro de cualquier sociedad.
Lo que sí llama la atención es la liviandad con que se refieren a la “violencia y el antagonismo”, justamente quienes respaldaron, o mejor dicho: impulsaron, todos los golpes de estado y gobiernos dictatoriales de la historia Argentina; justo los que representan los cortes de ruta agresivos, atentados a medios de comunicación (recordar el ataque a radio Libertad), los insultos agraviantes, los gritos destemplados, las quejas histéricas.
Se enojan cuando se les cobra Ingresos Brutos como a cualquier kiosco de ciudad o se les actualizan los avalúos fiscales, aún a cálculo vil. Ahora sí: si necesitan ayuda del Estado ante cualquier circunstancia natural o económica no dudan en reclamarle a quien le retacean.
Estas reacciones son hasta comprensibles en quienes estuvieron acostumbrados a ser privilegiados en una argentina dependiente. Para ellos no existieron la represión, la hiper inflación, el corralito, el 2001, los federales ni la desocupación.
Lo que si llama la atención que dirigentes políticos de partidos de raigambre popular o ideas anticapitalistas ponen sus estructuras al servicio de la derecha conservadora. La creencia en la libertad del mercado o el rechazo a las políticas sociales; el tomar partido por los grandes poderes económicos y usar la protección y exposición de sus armas mediáticas, los hace perder su propia historia.
El llanto agrario es comprensible, coherente. La traición dirigencial no. En palabras de Raúl Alfonsín deberían prepararse para perder elecciones pero nunca hacerse conservadores.