El remplazo de la denominación, delata la subestimación que sienten por nuestra capacidad de entendimiento además de la evidente intención de engañarnos, porque es muy grosero, rayano en el sarcasmo, que a un producto diseñado para envenenar y matar la vida de las plantas (fito), se lo llame sanitario; porque lo que buscan no es sanarlas sino envenenarlas, o sea exactamente lo opuesto a lo que indica el significado de las palabras que componen el neologismo fitosanitario.
El debate suscitado por el uso de los agrotóxicos ha sacado el velo que ocultaba la realidad bestial del modo de producir los alimentos que tenemos en la actualidad, y además la indefensión en la que está quedando la sociedad al suprimir áreas completas del Estado que custodiaban los límites del interés privado cuando éste colisiona con el interés público.
Los funcionarios de INTA, paralizados por el miedo a perder sus posiciones aceptan acríticamente los nuevos vientos que soplan en el Instituto, que están desnaturalizando y desactivando las políticas del organismo en el que prestan servicio. Un grupo de ellos acaban de reconocer en Gualeguaychú, en un encuentro con Concejales, que en la actualidad se emplean en la agricultura industrial, 440 substancias químicas que son peligrosas o muy peligrosa para los seres humanos.
SENASA -Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria- es quien las ha autorizado, y al igual que otros organismos de fiscalización y control, está atravesado por los intereses de las compañías químicas que nos venden este modelo; baste recordar que para autorizar el uso del glifosato los "argumentos" que utilizó fueron folletos de propagan de la empresa MONSANTO, hoy BAYER/MONSANTO que ni siquiera habían sido traducidos del inglés.
Intentando justificarse los técnicos de INTA evitaron cuestionar estas autorizaciones de uso de venenos, las presentaron sin objetarlas y recomendaron, (para curarse en salud como dicen en el campo), lo que llaman Buenas Prácticas de uso de estos agrotóxicos, lo que constituye una ironía siniestra porque todos sabemos que lo habitual por quienes los utilizan estas drogas es ignorar las normas, total nadie controla, controló, ni controlará su cumplimiento, porque hacerlo les significaría aumento de costos, o sea disminuir sus ganancias. Estas Buenas Prácticas son listados de recomendaciones que nadie cumple, mucho menos ahora que se están desmantelando los organismos de control del Estado y dejando miles de técnicos, profesionales e investigadores fuera de sus plantillas.
Basta ver los niveles alarmantes de agrotóxicos que aparecen en los análisis de los ríos interiores, el Gualeguaychú por ejemplo, que si se respetaran las buenas practicas, estarían libres de contaminación porque habría que dejar franjas sin fumigar contra los cursos de agua, respetar velocidad de deriva y alcance por los vientos, etc., etc. Aunque los legisladores provinciales acaban de reducir de 3.000 a 500 metros la distancia de fumigado con lo que prácticamente han dado carta blanca para envenenarnos.
Es decepcionante ver a estos funcionarios que por su formación son conscientes del daño que nos están haciendo estos agrotóxicos, tratando de exculparse y quedarse fuera de responsabilidades en lugar de hablar claro para alertarnos.
No es menos patético escucharlos argumentar ahora en defensa de los pequeños productores, y afirmar que:…“hay que tener cuidado de no cortarles las manos con esta medida” (SIC), hablando de la prohibición del glifosato, cuando estos mismos funcionarios no han dicho nada del cierre de la Secretaría de Agricultura Familiar, el organismo que custodiaba estos pequeños agricultores que ahora parecen conmoverlos. En realidad lo que hacen es usarlos para justificarse y de paso también al modelo de agricultura industrial.
El 99 % de los argentinos necesitamos que el Estado nos garantice el derecho a la salud, a la educación, a la seguridad, a la vivienda digna, a la alimentación saludable, entre otras necesidades básicas que tenemos los humanos. Solo una ínfima minoría puede acceder a su propia seguridad privada, tomarse su Lear jet para trasladarse a centros de salud internacionales cuando se siente enfermo y enviar a sus hijos a costosos institutos y Universidades internacionales a educarse.
El control de los alimentos, su calidad y su inocuidad, el desarrollo y difusión de técnicas virtuosas de producción, estaba principalmente en manos, entre tantas competencias, del INTA. Hoy todo eso se está desarmando frente a nuestra indiferencia y frente a la mirada de funcionarios y técnicos que son testigos privilegiados de estas políticas que afectarán severamente nuestra calidad de vida.