Cabe recordar que el tribunal resolvió declarar inconstitucional el art. 294 del CPP respecto del tratamiento especial de los testigos comprendidos como "Altos dignatarios de la Iglesia", en tanto le otorgan la posibilidad de declarar por "Informe escrito", y dispuso que el testimonio del obispo se recepcione en la sede del tribunal o en su residencia oficial -a su elección-, y en este último caso teniendo en cuenta las formalidades de los arts. 297 y 298 del CPP. No obstante, Collazuol decidió concurrir personalmente a declarar a Tribunales.
Por su parte, Silva Müller estaba de turno el 8 de diciembre a la noche cuando de repente escuchó en la radio policial (221) que alguien decía que la Jefatura de Policía de Concordia estaba “tomada”. Consultado por el fiscal Mario Guerrero sobre quien había modulado eso, el testigo dijo que era Germán Coutinho -uno de los imputados- dado que él mismo (Coutinho) se identificó en la radio. Pidió a sus ayudantes que volviesen con el móvil a la Comisaría. De inmediato escucha en la radio que había un funcionario policial que era “golpeado” o lo tenían como rehén en el paseo de compras “Las Palmeritas”. Sin pensarlo dos veces, de inmediato se vino desde Charrúas en el móvil para intervenir pero cuando llegó se encontró con que el paseo estaba cerrado y las luces apagadas.
Tomó por Diamante y se encontró con el oficial Zaguán, que estaba en la esquina del supermercado chino de Diamante y Doctor Florenza. Allí veía que volaban piedras, una camioneta se incendiaba y se reunía mucha gente que llegaba en motos o carros con intenciones de saquear el supermercado. Pidió instrucciones a Zaguán y no recibió ninguna. Pero al ver que la gente se abalanzó sobre un auto que frenó, decidió actuar por cuenta propia y comenzó a los “escopetazos”. Volaban las piedras que arrojaban los saqueadores y eran tantas que se vieron desbordados. Por lo tanto, se subió a la caja de una camioneta con Zaguán y se retiraron.
Llegó a Diamante y San Lorenzo y se comunicó con el director de Investigaciones de Policía de la provincia, Luis Albarracín, a quien le pidió cartuchos y refuerzos sin éxito. La única respuesta fue un llamado de subjefe de policía de Provincia, Miguel Ángel Rosatelli, quien le pidió que interceda ante los policías que encabezaban la toma en la Jefatura. Silva Müller llega a la central y dialogó con Carlos Rosas, otro de los imputados, quien le dice que Rosatelli “venga tranquilo”. Después lo mismo le mencionó Coutinho. En ese sentido dijo que le tenían respeto. Todo lo contrario que al Jefe de Policía de Provincia, Héctor Massuh, debido a que escuchó decir que no aparezca por ahí porque lo “iban a c… a palos”.
Por ende, se hizo presente Rosatelli quien ingresó a la Jefatura por la puerta de Hipólito Irigoyen. Allí se reúne con los policías plegados a la huelga quienes le piden que venga el gobernador Sergio Urribarri y que el reclamo era un sueldo básico de $ 10.000. “¿Quienes hablaban con Rosatelli?” le preguntó el fiscal: el testigo mencionó a tres imputados más: Carlos Zaragoza, Pedro Lacuadra y Luis Gómez.
Urribarri no fue pero envió en su lugar al ministro de Gobierno, Adán Bahl, quien también fue escoltado por Silva Müller. Durante el encuentro con los manifestantes, el testigo dijo que Bahl no fue tratado con respeto. Le pedían que se calle -uno de los que le dijo eso fue Juan Manuel Rosas, dijo el testigo-, quería hablar y no lo dejaban y la gota que rebalsó el vaso fue cuando lo insultaron: “callate viejo p…!”. Bahl se levantó y se fue.
Además relató un incidente que tuvo cuando quiso sacar el móvil en el que había llegado a la Jefatura. Estaba bloqueado por otros vehículos policiales. Al pedir que los corran sostuvo que apareció otro de los imputados, Imaz, diciéndole que ningún patrullero se iba a mover de allí. Luego de discutir algunos minutos, Imaz cedió cuando Silva Müller le dijo que su esposa estaba descompuesta.
El hecho suscitó una controversia cuando declaró posteriormente Juan Martín Peltzer, uno de los efectivos ayudantes de Silva Müller esa noche. El relato coincidía en líneas generales aunque sin dar tantos detalles hasta que llegó a un punto: la discusión fuera de la Jefatura para sacar el móvil. El testigo no recordó haber tenido ningún inconveniente para irse pero el fiscal le mostró su declaración, durante la etapa de instrucción, y allí figuraba que se había producido una discusión tal como la relató Silva Müller. El testigo dijo que no lo recordaba en ese momento al hecho pero que podía haberlo dicho. De hecho, los testimonios durante la etapa de instrucción son leídos al finalizar la declaración y se firman. Peltzer reconoció su firma pero sus dudas sobre ese hecho, fundamental para la fiscalía, generaron la decisión de Guerrero de pedir la declaración para eventualmente procesarlo por falso testimonio.