El mundo no es el mapa

¿Por qué los mapas del mundo que hay en las escuelas chinas, por ejemplo, no son los mismos que en esta parte del planeta?

La imagen precedente se reconoce como un mapa y, de hecho, se usa en los países de oriente que, como en todas las escuelas del mundo, con sus variantes, son utilizados para las clases de geografía, junto con libros, atlas, etc.  Los alumnos de oriente no miran los mismos mapas que los alumnos occidentales, cuestión que hace comprender que las representaciones cartográficas cambian según el lugar del planeta donde se vive.

La representación de la tierra sobre un plano, en occidente, Europa ocupa un lugar central y existen muchos ejemplos del mismo tipo: Mapas del Mar de China muy distintos según sean chinos o japoneses o mapas del Sahara Occidental muy distintos según si son marroquís o argelinos. Por supuesto se puede recurrir al derecho internacional, pero esto no resuelve todos los problemas.

Nuestro planisferio aquí, en esta parte del mundo, se representa con el norte arriba y Europa en el centro, con límites internacionales, elementos tipográficos y topónimos escritos directamente sobre el mapa y se respetan cierto número de convenciones que dan a la cartografía una inteligibilidad casi universal.

La foto es de un planisferio chino y aunque no se sepa hablar chino se puede leer ese mapa de inmediato porque en él reconocemos nuestros códigos habituales: puntos, líneas, superficies e incluso el norte arriba. La única diferencia importante es que aquí el centro del mundo no es Europa sino China, como es habitual en su tradición cartográfica.  Esto explica que las representaciones cartográficas suelen tener que ver con las ambiciones políticas o geopolíticas de los Estados.

Desde “los grandes descubrimientos”, los navegantes españoles, franceses, portugueses y británicos dieron progresivamente a Europa una supremacía mundial y en su estela se impusieron las normas de la cartografía moderna.  En 1569, un cartógrafo flamenco llamado Gérard de Kremer, más conocido por su nombre latinizado, Mercator[1], inventó un sistema de proyección cilíndrica para cartografiar de modo preciso el contorno de los continentes. Muy útil para la navegación marítima, esta proyección tuvo un gran éxito y su planisferio ha sido objeto de innumerables variaciones en los siglos posteriores, hasta el punto de imponerse progresivamente como la tierra en un plano. Así también el geógrafo Paul Vidal de La Blache cuando presentó a sus alumnos las colonias de Francia de inicios del siglo XX, usó espontáneamente la proyección Mercator. Francia aparece en el planisferio en una posición central con el mundo y los países del norte dominando sobre los países del sur.

Generaciones de escolares se han forjado su representación del mundo a partir de planisferios similares y los mapas escolares perpetúan, sin duda, esa imagen donde Europa está en el centro, como el mundo de Mercator en el siglo XVI o el de Vidal de La Blache a principios del siglo XX.

La historia de la cartografía es inseparable de la historia de las convenciones y las más importantes derivan de la proyección eurocéntrica inventada por el geógrafo flamenco en el Renacimiento. Pero desde los años 70 estas convenciones son cada vez más cuestionadas. El centro neurálgico o el eje de las relaciones internacionales se desplaza y las convenciones cambian.

 ¿Qué consecuencias tiene esto en nuestros mapas? A principios de los años 70, la proyección de Mercator, práctica para los navegantes, fue muy criticada por su incapacidad para respetar las superficies de los continentes. En efecto, cuando más nos alejamos del Ecuador, más se deforma el tamaño de la tierra emergida, y se evalúan las deformaciones que se producen necesariamente cuando pasamos de una esfera, la tierra, a un plano. Para el intelectual alemán Arno Peters, la proyección de Mercator contribuye así a sobrevalorar las tierras ricas de los países del norte a la vez que minimiza el tamaño de los países pobres del sur. Comprometido con el movimiento tercermundista, Peters propuso en 1974 recuperar la proyección inventada por el escoces Gall en 1855 que pretende mostrar el verdadero tamaño de los continentes ocultado por Mercator.

Todavía no se logra traducir la geopolítica actual, el mundo sigue organizado alrededor del Océano Atlántico y las potencias de sus orillas a costa de la región Asia-Pacífico que, sin embargo, hoy es el centro de toda la atención.

 ¿Cómo traducir geográficamente de forma objetiva este nuevo mundo que se ha vuelto multipolar? ¿simplemente hay que “descentrar” nuestra interpretación del mundo y adoptar el punto de vista de China en el centro? Es, sin dudas, plasmar la descentralización de Europa, que sigue siendo una potencia importante en muchos aspectos y, sobre todo, sumarse a la visión de los dirigentes chinos en perjuicio de otros liderazgos igual de dominantes hoy, empezando por el de Estados Unidos.

De hecho, todos los planisferios presentan los defectos de cualquier imagen: atribuye bordes limpios a un planeta que es redondo, por fuerza tiene un centro que atrae la mirada, relega el resto a la periferia y valora inconscientemente las parte de arriba de la imagen en perjuicio de lo que está abajo que se percibe como inferior.

¿Qué pasaría si se invierte el planisferio?  Este experimento lo hizo en 1979 un australiano, MacArthur, que no quería su país relegado a la derecha en los mapas habituales y, de hecho, para nuestros ojos, es el mundo al revés. Usar esa imagen, nos recuerda que toda representación vehicula un discurso, a veces sin saberlo, a veces de forma asumida.  Poner un territorio en un mapa, suele ser también, a menudo, una escena de primacía.

Es así que, según en qué parte del globo estemos, veremos mapas diferentes. No representamos el mundo ni se representa el mundo de la misma manera: cuestión de escala, de ambición geopolítica y respeto al derecho internacional. Es interesante tratar de abordar todas las vertientes, indagar varios puntos de vista y recurrir a otras estrategias contemporáneas para comprender y generar conciencia sobre la utilización de los mapas como herramienta de poder.

 

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación

[1] Proyección Mercator es la con que se elaboran los planisferios escolares. Los planos que estamos acostumbrados a ver para hacernos una idea de cómo se distribuyen los países y los continentes sobre la Tierra están dibujados mediante la proyección cartográfica ideada por el geógrafo y matemático flamenco en el siglo XVI.

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