El muerto que no sabe

Por Fosforito

Intento recordar cómo éramos, intento recordar si los recuerdo, cuánto los recuerdo, cómo los recuerdos.

Odio mi memoria que nunca viene a mi cuando la llamo.

En algún lado leí – quizás, lo escuché- que lo primero que uno pierde de un ser querido es su voz. A veces cierro los ojos intentando recordar las voces de los que ya no están. La de papá, por ejemplo. Solo recuerdo su voz llamándome por este seudónimo que detestaba tanto: ¡Fosforito!

Los recortes de mi mente son antojadizos, algunos; otros son los mismos de siempre: mismas anécdotas, mismos lugares, mismas canciones. Es como si la memoria tomara lo que está más a mano. Monótona y rutinaria. Holgazana, al punto que, cuando necesita esforzarse, no tiene resto.

¿Qué será de nuestros recuerdos cuando morimos? He estado pensando en ellos, desearía encontrarlos. Tengo miedo de morir de repente y no saber dónde los he dejado, miedo de no volver a recordarlos. Sé que están por algún lado, en los laberintos y huecos de la mente. A veces llegan en intervalos, en dosis, fragmentados como una sucesión de diapositivas (algunos de ustedes recordarán lo que eran las diapositivas).

  • ¿Qué pasa Fosforito? Veníamos heavy los últimos domingos, ¿me viene con mariconadas justo ahora?
  • Tengo fatiga, estimado
  • ¿Por la cuarentena?
  • Fatiga del presente, pongale

 ¿Qué nos dirían los muertos si pudieran hablarnos? Creo que los recuerdos son muertos que a veces vuelven, nos visitan y hablan.

Macri fue parecido a Menem. Los Kirchner se parecieron al peronismo… Y Beto evoca a don Raúl…

Los tiempos han cambiado, claro. Ninguno fue ni podrá ser igual a su emulado. Son sólo líneas a seguir, utopías que destellan allá lejos, que nos hacen caminar. Todo lo demás en rededor es como las formas del agua.

El señor que supo cerrar sus discursos con el preámbulo de la Constitución Nacional (“como un rezo laico y una oración patriótica”), es respetado por todos. Por los dos lados de la grieta que lo hicieron salir eyectado. Que le hicieron el gobierno y la economía imposible. Que primero lo humillaron y después lo convirtieron en una vaca sagrada y le asignaron el honor de “Padre de la democracia”…  

Somos extraños animales contradictorios.

  • Y si alguien distraído al costado de camino cuando nos ve marchar, nos pregunta: ¿Cómo juntos? ¿hacia dónde marchan? ¿por qué luchan? Tenemos que contestarle con las palabras del preámbulo… que marchamos, que luchamos… ´para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino´.

Ahora parece que el único que intenta escuchar al muerto es Beto, que se mueve como un equilibrista sobre la grieta y en la tempestad. “El presidente de todos y todas”, lo recalca siempre.

Beto avanza despacio, por caminos sinuosos, mientras los fanatismos de un lado y otro avientan sus lanzas.

El pasado parece estar diciéndole a Beto que es imperioso intentar de nuevo buscar una síntesis que contenga a todos, porque el juego de la cincha –como él dice- resulta autodestructivo.

¿Cómo hará Beto para que coexistan los dos modelos de país?

Bueno, eso ni el muerto lo sabe.

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