Documento de fines de junio
Después de todos estos años de recuperada democracia, desearíamos que cada elección que se celebre en nuestro país fuera sólo un paso más en la continuidad de un proceso democrático estable. Pero desgraciadamente, esto no suele ser así y los actuales no son unos comicios normales.
El caso de las candidaturas testimoniales y el adelantamiento de las elecciones son expresión de la excepcionalidad de estos comicios. (Recursos similares ya estaban siendo utilizados por otras fuerzas políticas antes de que los instrumentara el actual gobierno).
También es excepcional que el actual vicepresidente de la Nación, en vez de cumplir con el rol que le corresponde como parte de una gestión gubernativa, se dedique a hacer campaña en contra del gobierno que integra, generando una situación de inédita gravedad institucional.
Es excepcional además, que varias fuerzas políticas del país (incluidas algunas durante mucho tiempo identificadas con los valores democráticos), hoy actúen como brazo político de sectores que siempre dieron muestras de desprecio hacia esos valores.
Es excepcional la violencia de los discursos, el extremismo en las posturas, el tenor de los agravios que se escuchan en esta campaña. Como lo son también las difamaciones que circulan en forma anónima y como arma de amedrentamiento.
Es excepcional el resurgimiento del ejercicio de la violencia, que algunos pretenden justificar y naturalizar, en los insultos y agresiones físicas contra determinados candidatos.
Es excepcional el grado de manipulación y presentación tendenciosa de la realidad nacional por parte de los más grandes medios de comunicación del país, solo comparable al accionar de esos mismos medios de comunicación en el pasado, cuando contribuyeron a la destitución de gobiernos constitucionales y al afianzamiento de las posteriores dictaduras.
Consideramos que estos hechos, que hacen de las actuales unas elecciones excepcionales, son absolutamente injustificados e inaceptables. Hoy no se encuentra el país en una situación de extrema crisis económica como la que sufrió en el pasado reciente a causa de nefastas políticas neoliberales. (Esas crisis que alguna vez sufrimos nosotros, se extienden por las más diversas latitudes, como resultado de la aplicación de las mismas políticas).
Y aquellos sectores que más podrían reclamarle a las actuales autoridades nacionales, los sectores más postergados, con quienes existe una enorme deuda, no son en absoluto los causantes del clima que envuelve a las actuales elecciones. Sino que por el contrario, los que lo originan son varios de los sectores económicamente más privilegiados.
El desembozado jolgorio televisivo del presidente de la Sociedad Rural y de un periodista identificado con diversas conspiraciones y golpes de estado, diciendo, entre otras cosas, que el actual gobierno no podrá terminar su mandato en la fecha que le corresponde, ha sido una clara señal de alerta para todos quienes tenemos memoria de lo sufrido en el pasado.
Creemos que el hecho de que sectores que invariablemente han sido enemigos y verdugos de la democracia se hayan involucrado en la actual disputa electoral, desgraciadamente no responde a un progreso ideológico de esos sectores, sino que por el contrario significa un intento de avance sobre las instituciones .Avance destinado a manejarlas como siempre hicieron desde afuera, ahora también desde adentro.
Además nos preguntamos:
¿Qué garantía tenemos los ciudadanos que iremos a votar limpiamente el 28 de junio, de que aquellos que plantean sus disputas sectoriales “a todo o nada” y “hasta las últimas consecuencias” (y que ya han mostrado querer estar por encima de las instituciones y la voluntad popular), vayan a respetar el resultado de los comicios si éste les es adverso?
¿Qué garantía tenemos de que cualquiera sea el resultado de las elecciones, no harán de la interpretación de ese resultado una nueva excusa para acciones que nos perjudiquen a todos?
No nos inspiran ninguna confianza aquellos que en el pasado han cometido, y hoy continúan reivindicando, acciones contra la democracia.
No sería raro que se utilizasen las próximas elecciones como marco para acciones desestabilizadoras y violentas.
Tampoco sería raro que la sociedad argentina deba asistir a todo un espectáculo de acusaciones de fraude, impugnaciones y aspavientos mesiánicos.
Por todas estas consideraciones queremos hacer un llamado a la racionalidad y a un mayor compromiso con los valores democráticos.
No podemos sumarnos a la prédica del odio, no podemos caer nuevamente en las viejas manipulaciones ni dejarnos confundir en el río revuelto de los violentos, los que medran en el caos, los que prometen toda clase de Apocalipsis a su medida.
Cualquiera sean los acontecimientos tienen que encontrarnos más atentos, más participativos, más firmes en la defensa de la democracia.