martes 14 de octubre de 2025

-

Director: Claudio Gastaldi

RegistrarmeNewsletter
Filter by Categorías
Ambiente
América Latina
Colonia Ayuí
Concordia
Coronavirus
Covid-19
Derechos Humanos
Diamante
Dictadura
Dos Orillas
Economía
Educaciòn
El país
Federal
Información general
Informes Especiales
Iosper vs Femer
Judiciales
Juicio Político
Legisaltura
Legislativas
Ley de Etiquetado
Los Charrúas
Mundo
Municipios
Colonia Ayuí
Diamante
Estancia Grande
La Criolla
Los Charrúas
Puerto Yeruá
Nacionales
Opinión
Opinion
Opinion Guilermo Luciano
Opinión: Claudio Gastaldi
Opinión: Guillermo Luciano
Policiales
Política
Provincial
Puerto Yeruá
Salud
Sin categoría
Sociedad
Violencia Laboral

El monopolio de la palabra

 

Por Fosforito

Primero pienso y luego lo digo, pero algunas cosas necesitan ser dichas antes para poder ser pensadas luego.

La inserción de una palabra es -muchas veces- la inserción de una idea.

A alguien se le prende la lamparita y dice “grieta” o “infectadura”, por ejemplo. Alguien tira y a partir de allí centenares de políticos, comunicadores, filósofos, sociólogos y la sociedad en buena parte empiezan a pensar alrededor, construyendo una percepción nueva de la realidad a partir del vocablo introducido.  

Lo que no se dice no existe. Y lo que se dice es, al menos, una posibilidad.

Las palabras casi nunca son inocentes sobre todo cuando son dichas para que las escuchen millones de personas desde los medios y por la boca de un emisario parado sobre el peldaño de la trayectoria y la experiencia comprobada.

La palabra “Golpe” no es una cuestión menor si la expresa alguien con antecedentes en estallidos sociales, represión y zancadillas políticas.

(Nada es inocente en el Juego de Tronos)

La palabra “Golpe” tiene significancia en el contexto latinoamericano actual. Tampoco parece casualidad cuando, el mismo día y en otro programa, al economista mediático de pelos desordenados y pronósticos fallidos habla de una posible guerra civil…

Nada es ingenuo cuando las cosas que se dicen se dicen cuando andás intentando meterle un poquito la mano en el bolsillo a las grandes fortunas, les quistaste soberanía sobre algunos de sus pinches negocios, los expones ante la sociedad y les dejas una tarjeta de presentación del Estado Nacional como intermediario obligatorio de ahora en más.

No sé si la palabra “Golpe” -salida de la boca de quien salió- es una preocupación sincera de ex estadista en el contexto de las diversas problemáticas sociales a causa de la peste. O es un “Te la mando a decir” de parte de una clase dominante intranquila ante el avance del Estado como capitán y árbitro de la economía post pandemia… Si es el acto reflejo de sentirse amenazados a causa del consenso que se manifiesta en las encuestas respecto a la necesidad de acortar la brecha entre los más ricos de los ricos y el resto de la humanidad.

La sociedad ya no solo mira a los políticos con rencor y descrédito. La última experiencia neoliberal ha demostrado que los ricos también roban y mienten, que se llevan a sus “islas del Tesoro” todo lo que pueden, que tienen el bolsillo más grande que el marketing que hacen de su amor por la Patria, y sus dinastías acaparadoras sobrepasan en muchos años a cualquier familia de estirpe política.

Lo cierto es que “El hombre” salió a hablar, y habló de las urgencias de las clases populares que podrían desembocar en un estallido social y un posterior Golpe de Estado…

El hombre no habló del miedo de los ricos porque esta pandemia termine de una vez y para todas con ciertos privilegios inadmisibles.

Las elites no temen a los golpes de Estado.

Al contrario, suelen ponerles nombres pintorescos que parecen perseguir nobles y justos propósitos como “Revolución libertadora”, “Revolución Argentina” o “Proceso de Reorganización Nacional.

Es el común el que debe temer. Porque siempre resulta que “la Revolución” que venden es la que llega para restaurar el orden. Es el tipo de “revolución” que encarcela a la política y mata las ideas, que les devuelve los privilegios a los dueños de todo y disciplina al resto.

Ahora se comportan como ese contrincante infantil que abandonaba el partido cuando iba perdiendo, que tiraba la pelota a lo del vecino, que desconocía el resultado, que doblaba las reglas a su antojo.

Primero viene el quite de colaboración como se ve entre los legisladores opositores que se niegan a participar de juego democrático, aceptando las reglas de mayorías y minorías.

Después la instalación de la idea -absurda sí y por donde se la mire- de que no hay libertades, no hay consensos y que se está ante un totalitarismo encarnado por el partido que ganó las elecciones democráticas por amplio marguen.

-¿Cómo, Fosforito? ¿Qué me quiere decir?

– Que aunque ganen o pierdan les importa una mierda. 

La minoría política y la elite económica tienen en su poder el monopolio de la palabra. Ellos crean realidades. Introducen ideas en la sociedad, hacen una posibilidad de lo que hasta ayer era impensado y podía parecer imposible.

Como buenos pescadores van cebando el río, y luego tiran anzuelos y van probando las carnadas.

“Están preocupados porque le ganamos la calle.”

“El que gana gobierna y el que pierde también.”

“No va a haber elecciones el año que viene.”

“Estamos cerca del que se vayan todos.”

“¿Cuánto falta para que esto estalle?”

Son delirantes y peligrosos. Son de manual, pero ojo…

Hay que escuchar al mensajero, está avisando de las alucinaciones nacidas en el insomnio de aquellos acostumbrados a tenerlo todo atado y bien atado.

Entradas relacionadas

Deja el primer comentario