El misterio del gatillo asesino

Cerca de las ocho de la noche del sábado 4 de diciembre de 2004, tres policías pararon en la rotonda Islas Malvinas, bajaron por un callejón para el lado sur disparando con sus armas reglamentarias a tres personas que supuestamente eran buscados. Durante la persecución, Milton Esquivel muere en brazos de su madre con un tiro en la cabeza.
Según Bukténica, los tres menores estaban en un murito adyacente a la vía y había un auto parado que había pinchado la goma, un Peugeot 504 blanco, que su propietario (es testigo en la causa) como no tenía auxilio le dijo a uno de los vecinos que se lo cuiden que iba a un auxilio a dos cuadras. En tanto, en un primer momento, desde la Policía se dijo que los tres chicos estaban robando el auto.
Bukténica dijo que los menores no efectuaron ningún disparo. “La hipótesis policial es que los menores estaban armados y cuando se detuvieron hubo un intercambio de disparos”, indicó. Incluso, agregó otro dato: “antes de que llegue este móvil policial, había llegado otro que paró, preguntaron como estaba lo del auto y después se fueron. El auto iba a una cuadra, cuando llega el otro móvil y los tres menores estaban sentados ahí”.
Perroud – junto con Alejandro Perroud se encarga de la defensa- coincide en que los tres menores no estaban en actitud sospechosa pero sostiene que uno de ellos tenía pedido de captura de un internado de menores de Victoria. Para Bukténica, lo querían llevar al internado “en un cajón”. “Bajaron con la intención de matar y la cumplieron; no mataron a esos chicos sino a un menor de 9 meses”.
Por el contrario, Perroud dijo que los uniformados “repelen una agresión armada de los civiles”. También sostuvo que uno de ellos tenía un calibre 22 con vainas servidas. “Ese revolver había sido disparado aunque la prueba de parafina le dio negativa”. De todos modos, para el defensor el método “no es muy certero”. “La ausencia de rasgos metálicos, que son los que arroja la pólvora, no significa que no haya disparado”, dijo.
Milton estaba alzado en manos de su madre en la última de las casas del asentamiento. “Ellos empezaron a tirar antes de entrar al asentamiento y le pegaron al nene que estaba en la última casa y había no sé cuantas tablas divisorias”, dijo el querellante. Para Bukténica, disparar con una 9 mm. en un barrio con casas de tabla, “es como tirar en una cancha de fútbol, la bala en algún cuerpo termina”.
Los testigos señalan que uno de los policías, cuando ve que sale la madre con el nene herido, trata de huir. “Entonces los vecinos lo paran y lo tratan de llevar al hospital. El hombre trata de disparar, todos los vecinos se le ponen adelante hasta que le abren la puerta del patrullero y lo ponen al padre con el nenito alzado y lo obligan a ir hasta el hospital”, dijo Bukténica. Llegan hasta el Carrillo, se baja el padre con la criatura y el policía se vuelve, “ni lo asiste ni baja avisar que hay un herido, nada. O sea que la actitud es de un abandono de persona”, dijo.

Muerto sin querer

En principio, se imputó a los tres policías por homicidio simple, pero dos fueron sobreseídos con el correr de la investigación. “Para nosotros es lamentable. Vamos a llevar un juicio contra uno solo siendo de que aquí, evidentemente, si iba uno solo esto no ocurría”, dijo el abogado querellante.
“Homicidio culposo es que no tuvo intención de matar, es como que manejando un vehículo, chocás a una persona y la matás (la pena máxima es de cinco años; la pena de un homicidio doloso va de los 8 a los 25 años). Además, desenganchan la posibilidad de que haya un partícipe”, dijo Bukténica. En consecuencia, entiende que no hay forma de culpabilizar a los otros policías que venían disparando.
El querellante señaló que la complicidad es evidente. “Si hubiese estado solo uno de estos funcionarios, no hubiese bajado. Primero porque sería chofer y no puede dejar el vehículo solo, y ante la inferioridad numérica hubiese esperado y pedido refuerzos. Hubiese sido otra la conducta. Se hizo lo que se hizo porque fueron tres”, sostuvo.
En cambio, Perroud sostiene que los testigos señalan que uno de los tres portaba una Itaka, “un arma muy diferente a una de puño como una 38 o una 9 mm”. Por lo tanto quedan dos con una pistola de idéntico calibre: “es imposible establecer con certeza quien es el autor del disparo”.
Y añade otra hipótesis, más difícil de probar aún. Debido a que la Policía solo atrapo a un menor, es claro que los otros dos lograron escapar. Pero conjetura algo que no está probado: que esos menores estaban armados. “Es evidente que pudieron haber portado armas también”, dijo. De allí deduce que el disparo mortal pudo partir de alguno de los menores; de hecho los policías asegurarían en el debate que escucharon disparos a sus espaldas que podrían haber sido efectuados por los menores que dieron la vuelta a la cortada y se situaron detrás de ellos.
“Hay cosas que no puedo adelantar con demasiadas precisiones porque para eso está el debate; creo que si se ahonda un poco existe la posibilidad de que el disparo mortal haya sido efectuado por personas que no son estos tres policías”, sintetizó Perroud.
Lo real es que el único implicado es Raúl Bentancur, quien está en libertad desde los primeros de la causa. Actualmente, está como pasivo, no cumple funciones en la Policía (los otros siguen en las filas policiales) y trabaja como cuentapropista. “Acá le tiraron el muerto”, dice Bukténica. “Se va a hacer cargo del hecho el funcionario que tiene menos años en la carrera, que declaró que tiró a media altura. El otro dice que no tiró y el otro que tiró para arriba”.
La postura de la defensa es la “negación de la autoría” del imputado, dijo Darío Perroud, junto a Alejandro Perroud, los abogados defensores de Bentancur. “La materialidad del hecho (la muerte violenta) del chico es evidente pero el Estado va a tener que probar, en primer lugar, que la bala que da muerte a Milton es una bala policial, cosa que a criterio de esta defensa no está fehacientemente acreditado”, agregó el defensor. Coincide en que la bala mortal es de calibre grueso.

Una bala perdida

Las pruebas balísticas demuestran que el imputado ha disparado en distintas oportunidades. Pero el plomo, prueba irrefutable, que mató a Milton no fue hallado. El balazo de la 9 mm. atraviesa los costaneros que hacían de muros divisorios, el cráneo de Milton, el último muro de costanero y se perdió en el terreno de cancha Las Heras.
“Nosotros pedimos que se busque con un detector de metales. Lamentablemente lo pedimos en todas las fuerzas y no existió ni en Policía ni en Gendarmería”, manifestó Bukténica. Consiguió un detector de metales en Feliciano y lo llevó al terreno, asistido por vecinos, pero la empresa fue negativa. “Con la bala esto sería mucho más simple”, expresó.
Perroud coincide que el plomo es el “hilo conductor” al autor del disparo. Y agrega además que hubiese sido “muy fácil” encontrarlo siguiendo el recorrido del supuesto disparo fatal (costanero-cráneo-costanero-tierra). “El último agujero que deja está a escasos centímetros del piso”, precisó.
Al día siguiente, solicitaron el apartamiento de la fuerza policial de la investigación y a Gendarmería en su lugar. “Lamentablemente Gendarmería intervino en el último acto probatorio que se hizo, la reconstrucción”, señaló Bukténica. En todo lo demás, intervino la Policía, “difícilmente sus pares investiguen a sus compañeros”. Es más, el querellante señaló que hubo testigos que fueron “molestados”. “Iban funcionarios policiales a notificar a los testigos y mantenían conversaciones ‘complicadas’. A uno de los testigos le advirtieron que tenga cuidado con lo que diga porque se lo estaba buscando por un delito, cosa que es mentira”
Uno de los abogados intervinientes también señaló, sin falta de lógica, que el Estado podría ser culpable de la situación por el “tercermundismo” en el que viven muchos habitantes. “Si hubiesen vivido en una vivienda digna, tal como lo establece la Constitución, con paredes de material, la bala no hubiese ingresado en la vivienda”. De hecho, hoy los Esquivel viven en una casa de material edificada mediante el sistema de autoconstrucción en el terreno que pertenecía a Vialidad, ubicado frente al Centro de Formación Profesional. Pero Milton ya no está con ellos.
El debate se desarrollaría el 18 de junio en el Juzgado Correccional a cargo de Miguel Giorgio. Bukténica no cree que Giorgio cambie la carátula del caso. “Somos querellantes y estamos atados a la acusación del señor agente fiscal (Martínez Uncal)”, añadió. Por lo tanto, va a intentar que se lo condene a Bentancur por la pena máxima (5 años). Perroud entiende que hay “muchas dudas”. “Y la duda, en esta instancia, pro imperio de la Constitución y por el principio de la inocencia, favorece al imputado”, sostuvo.

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