Como en muchos otros ámbitos, luchó contra esa enfermedad maldita que acabó con su vida en apenas 4 meses. Lo extrañaremos, todos lo extrañaremos, incluso aquellos que lo criticaban, que en vida se dieron el lujo de desperdiciarlo, de ningunearlo, de hacerlo aparecer como un loco. En rigor, el modo de actuar de aquellos a los que les molesta sentirse interpelados y Carlos interpelaba, permanentemente interpelaba, con toda la razón, con alguna razón o con poca razón, pero siempre, con mucha convicción.
Esta ciudad le debe mucho, varios ámbitos de esta ciudad le deben mucho. La cultura, el urbanismo, el medioambiente, la arquitectura, el municipio, los espacios públicos a los que defendió a capa y espada. Carlos vivía haciendo docencia, en esos y otros ámbitos. Se pasaba horas hablando de temas profundos, no andaba apurado por la vida, necesitaba pensar mucho, observar con detenimiento, por eso andaba a pie o en bici, sostenía que era la única manera de poder ver bien y conocer las cosas de las que estaba rodeado.
Como pocos, él sabía cómo funcionaban los espacios públicos de la ciudad. Son muchos los concordienses que lo han visto totalmente abstraído en esquinas, calles…, con cámaras de foto o sin ella, mirando edificios, árboles, movimientos, era, decía, una manera de no perderse los detalles.
Interpeló a quienes destrataban el ecosistema y el medioambiente, los distintos ámbitos de la cultura tuvieron en Carlos un amigo, un gestor, un impulsor, fue quien se cansó de hablarnos de urbanismo, de la importancia de no seguir extendiendo la ciudad pues construir en terrenos baratos y sin servicios es un gasto infinitamente mayor que pagamos todos, aportó datos incontrastables para oponerse al entubamiento del arroyo Concordia. Los habituales padecimientos de los vecinos de ese arroyo, le dan la razón.
No pudo impedir la construcción de esa obra carísima de tiempos del menemismo, sin embargo, pudo crear conciencia y su aporte valió para que la actual y la anterior administración municipal lo pusieran al frente de la recuperación del arroyo Manzores.
Carlos fundó Tava Roga, un ámbito cultural de libertad y expresión creado apenas recuperada la democracia. Para Concordia y lo recordarán aquellos que vivieron esa época, era todo un símbolo, un espacio pensado para provocar un ambiente de creatividad. Por allí pasaron muchos de los artistas que hoy sobresalen en la ciudad, el país o el mundo y se lo agradecen.
En su materia, arquitectura, hizo cosas que comenzaron a imitarse aquí o en el país varios años después, con escaso dinero y mucho ingenio y creatividad hizo de una vieja casona (la de Entre Ríos y Espejo) como Tava Roga un espacio acogedor, cálido, intimista y al mismo tiempo rústico. Al Hostal del Río le hizo ver el cielo (cuando vidrió el medio de su techo para que los enamorados pudieran ver las estrellas o la luna) y el Manzores, cuando esté terminado, volverá a ser el arroyito de antaño, el cristalino, el que los vecinos tendrán en el fondo de su casa, como una pileta, si no seguimos despreciando nuestro entorno.
Hasta fue candidato a Intendente por el Partido Intransigente, partido al que se sumó aportando ideas y proyectos para la ciudad que siguen teniendo vigencia pese al tiempo que pasó. ¡Era un candidato tan raro para la época ! es que había tantas esperanzas por esos días.
Concordia se lo perdió
A Carlos le importó siempre más la libertad que los convencionalismos sociales, se despreocupaba de ellos como pocos, los ignoraba con una altura digna de aquellos que entienden, sin ofuscarse, se reía, solo eso y bromeaba.
Adiós amigo