En la desgrabación aportada el miércoles por el hermano de Fernando Piérola –uno de los desaparecidos en la masacre de 1976– Maidana cuenta sobre una reunión en la sede militar del barrio La Liguria en la que se habría gestado el operativo “Encubrimiento rojo”, más conocido como Masacre de Margarita Belén. Del cónclave participaron Antonio Serrano, Cristino Nicolaides, Jorge Larrateguy, Carlos Brinzoni, Terrat, Schenone, Luis Alberto Petetta, dos cabos de apellido Gómez (que participaron del fusilamiento, según la desgrabación), los policías Thomas y Wenceslao Ceniquel, según publicó el sitio Data Chaco.
También reveló que en lo que hoy es la Base de Apoyo Logístico (BAL), en los 70 había detenidos por razones políticas, lo que lo convierte en posible centro clandestino de detención. Estos presos “estaban bajo custodia de Petetta” y se trabajaba con la Brigada de Investigaciones.
Entre esos prisioneros, “había un español muy torturado, otro solado clase 55 y dos mujeres, custodiados por el sargento Medina”. Patetta –uno de los imputados junto a Athos Rennes, Horacio Losito, Aldo Martínez Segón, Jorge Carnero Sabol, Ricardo Reyes, Germán Riquelme y Ernesto Simoni, todos militares, más el policía Alfredo Chas– escuchaba, se paraba, hablaba con los defensores y se ofuscaba, al punto de ponerse rojo.
En la madrugada del 13 de diciembre, “retiran 30 detenidos en tres ambulancias blindadas, diez en cada uno”. En esa misma caravana iba un Peugeot, otros autos y seis Unimov del Ejército.
En la base militar de La Liguria también había dos suboficiales tucumanos. Uno de ellos le dijo a Maidana, mientras miraba el convoy: “A estos los llevan camino al infierno”.
En un momento de la madrugada, relató Piérola, llegan noticias sobre el “enfrentamiento” en la ruta 11. Parten más Unimov, uno con Maidana y los dos suboficiales tucumanos. Ya en Margarita Belén, oye disparos y se tira del vehículo –a las 4.40, aún era oscuro–. Lo buscaban con una linterna, cuando lo encuentran, le sacan el fúsil, el correaje y el casco, hasta que le apuntan y estaban a punto de dispararle.
Justo, lo salva su jefe de batería: “A mi muchacho no”, le escuchó decir Maidana. Entonces, ve cómo “Patetta lleva un detenido esposado y vendado, lo ubica en el Peugeot y le vuela la cabeza con una itaka (por otros relatos se sabe que la víctima fue Carlos Néstor Sala). Luego, los otros militares disparan sobre el Peugeot”, según la desgrabación presentada como prueba.
Ya habían matado a algunos, la mayoría estaban vendados y algunos desnudos”, señaló Piérola siguiendo el relato de Maidana, el soldado que fue comando del Ejército. Mientras, el mismo oficial que antes lo había salvado ordena: “Junten estos fiambres”.
En ese trabajo, le tocó “cargar un detenido delgado, vendado”, llega a “sentir sus pulsaciones” por lo que llega a creer que “muere en sus brazos”. Cargan otros tres muertos en un Unimov de Corrientes, participando un sargento correntino.
Cuando por fin se estaban yendo del lugar del fusilamiento, Maidana ve que “abren una de las ambulancias, los detenidos gritaban y una mujer pedía clemencia. Como no querían bajar del vehículo, los fusilan a los diez”.
Camino al cementerio, ya de día, reconoce al español (el mismo que antes vio torturado mientras le gritaba a sus torturadores: “Peguen tío, peguen, que aquí hay un hombre”). Tenía “tres tiros en la espalda, pedazos de corazón salían por delante y también lo habían castrado”.
Es la última imagen antes de llegar al cementerio San Francisco Solano. Ya en el lugar, ve otros vehículos con cuerpos: tres hombres y una mujer, que es la misma que antes “había visto en la base de La Liguria con los pechos cortados con navaja”. De regreso en el Regimiento, tiene mucho miedo, no habla con nadie y opta por el silencio total.
Al finalizar el relato, Piérola lanzó su hipótesis: “Nos queda claro que son mucho más las víctimas y los responsables, no queda claro si el convoy del Regimiento se suma al de la alcaidía policial o los de la alcaidía son llevados al Regimiento”.