Y no solo eso, me educaron en la convicción que había que salvar a la naturaleza, que la pobre era una víctima de la cruel y destructora acción de los hombres, que malos y codiciosos la agredían en formó creciente para arrancarle sus tesoros. Y también que el progreso inevitable de la civilización implicaba el engrosamiento de las ciudades, que en su inevitable expansión devoraban tierras circundantes, arrebatándolas al salvajismo natural, elevándolas con rellenos variopintos, para clavar en ellas zapatas de hormigón, cada vez mas gruesas y profundas, y construir mega torres que permitiesen a los privilegiados compradores observar a la distancia los humedales periféricos, cada vez más lejanos. Del mismo tipo y características que los eliminados para construirlas.
Y ya en la universidad, distanciado de los rituales con que los infinitos credos ofrecen amparo a sus feligreses, descubrí que nada era para siempre, que todo podía cambiar, incluso hasta la palabra de dios ¿?. De repente dejaba de ser verdad lo consignado por su pluma en el ‘padre nuestro’, y de la noche a la mañana deberíamos dejar de perdonar las deudas, y solo perdonaríamos las ofensas, dado que estas no atentaba contra la esencia del funcionamiento de la economía y ni el patrimonio de los usureros. Los mismos mercaderes que habían recorrido un largo camino: de ser expulsados a latigazos, habían pasado a rescribir la palabra de dios.
LA NATURALEZA NO NECESITA QUE NADIE LA SALVE
Y si, con los años me puse crítico (además de rezongón) y de puro contrera no más se me ocurrió pensar que pretender ‘salvar la naturaleza’ era una botaratada más de nuestra soberbia imbecilidad humana. Porque eso a lo que llamamos ‘la naturaleza’ es en realidad un equilibrio dinámico de las cosas que pueblan el planeta azul, incluyéndonos, que evoluciona para aquí y para allá siguiendo avatares aleatorios, entre los que se encuentra la acción antrópica. Que para ella es lo mismo un río con fresca y cristalina agua pura, que una turbia cloaca caliente por las cianobacterias. Para quienes no es lo mismo es para nosotros, que si tuviésemos que beber esas turbideces nuestra salud quebrantaría. Que finalmente nosotros éramos una especie animal más, como tantas que producto de la evolución de las cosas aparecen y desaparecerán inexorablemente con el paso de los milenios. Y que la naturaleza, esa a la que los presuntuosos inocentes convocaban a ‘salvar’ (SIC), seguiría allí con sus nuevos equilibrios dinámicos, diferentes a los previos. Y que los que no se salvaran somos sus presuntos redentores. De hecho es un hecho inexorable que así será, porque somos una especie animal singularmente perversa, los únicos que volvemos a tropezar en la misma piedra. Y también los únicos que arrojamos nuestras eses a los mismos cursos de agua en los que tomamos la que luego beberemos.
LOS HUMEDALES EXISTEN PARA QUE LOS RELLENEMOS Y LOS VENDAMOS EN PEQUEÑAS PORCIONES
¿Alguien piensa que no? Y sí, ya sabemos que jipis y tilingos siempre hay, pero convengamos que es porque ellos no son los que compran un humedal a dos y luego de rellenarlo lo venden a veinte mil. ¿Que culpa tienen los inversores que crean empleo, dinamizan la economía, generan puestos de trabajo y riqueza, que unos resentidos fracasados, que siempre se oponen a todo, atenten contra los negocios inmobiliarios?
El superior tribunal de justicia de la provincia (SIC) lo sabe, y por eso en sus fallos se caga de risa de las pavadas como el cambio climático y el resto de las sonseras esas conque nos atosigan los ‘ambientalistas’.
NO JOROBEN: LOS CARPINCHOS SOLO SIRVEN PARA HACER MILANESAS Y CINTURONES
Y de hecho las milanesas tienen gusto a barro, así que ni eso.
Pero bueno, Constantini rellenó un humedal y lo vendió en pedacitos muy caros. Con la plata se compró un museo y una novia, como corresponde. Y los obesos ratones gigantes que siempre habitaron esos pantanos infectos llenos de mosquitos, con el encierre pandémico decidieron que era hora de recuperar esos espacios. Y todas las conyugues y viudas de los narcos colombianos y mejicanos que colonizaron el emprendimiento del mecenas, al que llamaron Nordelta (por aquello de que al norte están las cosas buenas y al sur toda la porquería) se asustaron. Todos sabemos que esos asquerosos bichos dientudos habitan hasta el Brasil, donde los rebautizaron capibaras, pero más al norte no y entonces, las pobres viudas exiladas en la república independiente creada por el filántropo entraron en pánico, porque las ratas gigantes invasoras les comen las plantas de los jardines y les muerden los caniches toy.
PERO ENTONCES…SERGIO MASSA CONVOCARÁ A LOS ‘ALBATRO’ DE PREFECTURA PARA REESTABLECER EL ÓRDEN
Y si, era sabido que Sergio, el astuto, debería intervenir. Porque él, como caudillo local, juega sus ambiciones presidenciales en el control de la repentina alteración del orden en su feudo. Y luego de acordar un reequipamiento de la susodicha fuerza de choque de prefectura (negocios son negocios) se ha comprometido a enviar un escuadrón a aniquilar, empleando ametralladoras uzi con silenciador (para no asustar a las viudas que están familiarizadas con este tipo de juguetes) los agresivos ratones gigantes que han invadido el santuario inmobiliario. Asinomae, dirá mi amigo el gordo.
La historia seguirá los mantendremos al tanto.