El encargado del taller recalcó que el trabajo que se hizo, fundamentalmente, “tiene que ver con las decantadoras que pertenecen al predio del taller”. En ese sentido, remarcó que “los hidrocarburos no van a las cloacas. Por eso es que se hicieron las cámaras de aforo”.
Además, la empresa planificó un sistema de muestreo del agua “para ver que tipo de agua estamos vertiendo a las cloacas”. Los análisis son trimestrales, y Silva afirmó que el último arrojó resultados que encajan en los parámetros normales.
La cámara decantadora trabaja alojando todos los líquidos que procedan de la estación, y separa el agua de los hidrocarburos. “Trabaja por el peso específico del agua y del hidrocarburo; el agua es más pesada y se vierte por la parte inferior de la decantadora a distintas cámaras, y el aceite queda en la parte superior”, explicó el jefe del taller. Periódicamente, los hidrocarburos que flotan en la parte superior de la decantadora son extraídos para su posterior tratamiento.
Silva recalcó que el curso de agua entubado por debajo de calle La Rioja -que por el desnivel del terreno desciende y cruza por debajo del playón de maniobras de ALL- no entra en contacto con los líquidos del taller. Los orígenes de los líquidos, según explicó, se deben al agua de lluvia y la que se utiliza para lavar las locomotoras.
En marzo pasado, DIARIOJUNIO recogió testimonios de vecinos que viven en cercanías del arroyito que cruza por detrás de la cancha del Club Atlético Wanderer´s y desemboca al sur de la Colonia de Vacaciones del CEC, en el Balneario Viejo. Las quejas señalaban que, los días de lluvia, el arroyo transportaba hidrocarburos cuyo fuerte vaho se siente a distancia.
José, cuidador del predio en la costanera del predio del CEC (Centro de Empleados de Comercio), señalaba que “hace muchos años que se larga ese efluente. No sé si es gas oil, fuel oil, pero va todo a parar al Balneario Viejo que se lo quiere recuperar, cosa que me parece imposible”.
Alejandra Farías, esposa del cuidador del Club Comunicaciones, señalaba que el día anterior había sentido un hedor “impresionante, no se podía estar por el olor a aceite quemado que había”, expresó.
Hugo Daniel Aguirre, un vecino de calle Scattini a media cuadra de la cancha de Wanderer´s, explicaba que el problema es de “toda la vida. Cuando llueve se ‘enchorra’ el arroyo que sale desde la estación, donde se lavan los trenes”, expresó. La humedad que sobreviene a las tormentas de verano “hace levantar el olor”. Lo describió como “un hollín, tóxico, que no se aguanta. Hay que vivir encerrado”, expresaba.
