El deterioro de la política y algunas razones que lo explican

Si cualquier observador atento repasara lo ocurrido en los últimos 30 años, no podría sino concluir en que nuestra crisis es mayúscula.
No hay espacio social en el que no salten a la vista nuestras lacras : pobreza, marginalidad, la desaparición de la clase media, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, etc. O, en otro plano, el individualismo exacerbado, la falta de norte, el desquicio, la anomia, el hacer como qué, el descorazonamiento, la abulia, el disvalor, o, desde otro ángulo, la corrupción, la coima, en fin, tanto, que abruma.
Un cuadro impactante, sin dudas y colectivo, pero del que no toda la sociedad se hace cargo, es más, buena parte de ella y como es habitual, encontró rápidamente al culpable, porque es obvio que hay culpables, siempre hay culpables. En este caso, el gran culpable es : la política.
La crisis de la política vino al dedillo para evitar, al menos en el caso de los más sensibles, el diván, esa crisis resuelve muchas de nuestras culpas como sociedad. Es más, aunque maniquea y berreta la idea de que, si no fuera por los políticos todo andaría bárbaro, es mejor que cualquier terapia, un verdadero laxante exculpatorio.
Sin perjuicio de la razonabilidad de que la política sea madre de soluciones y problemas en el análisis que nos ocupa funciona más bien como un buen modo de desentenderse absolutamente de todo. Otra pinturita de época : sacarse problemas de encima cargando las culpas sobre otras espaldas.
Sin embargo y sin desconocer que este es otro problema y que merecería otro debate, el problema pasaría por preguntarnos qué pasó para que la política esté tan depreciada, para que haya caído tanto en la consideración pública, el por qué de que se haya convertido en el punching ball social.
La idea más extendida, la que se repite casi a diario es que es tanta la ansiedad por hacerse del poder y mantenerlo a cualquier costo, que “los políticos” van perfeccionando año a año, el clientelismo, la repartija. Además de obras cuando sobra dinero y mucha “rosca y transa” política, todo pareciera reducirse a quien reparte mejor y se queda con más.
¿ Cómo llegamos a esto? Esta es la cuestión.
Cómo se llegó a que la política, entendida como productora y promotora de grandes y profundos cambios perdiera, de un modo tan impresionante, ante la política, entendida como principal herramienta sostenedora del status quo.
Más aún, cómo los conservadores, los sostenedores del sistema, los que ganan con el abismo social, han podido, con este esperpento que es la política en la actualidad, ganar la batalla a la política como única herramienta para mejorar la calidad de vida de los pueblos. Cómo hicieron para que miles, millones, vieran, de la política, lo peor.
Cómo fue que no se produjeron resquicios, pequeñas puertitas por las que apareciera algo mejor.
Fue un proceso, claro, que comenzó debilitando el compromiso militante y desconfiando del poder de la participación y movilización popular.
Quizá, el hecho más emblemático del inicio de este proceso (reiniciado el proceso democrático) fue aquel de “la casa está en orden”, o, antes, el anuncio de la economía de guerra (caída de Bernardo Grispun y asunción de Juan Sourruille).
La idea era algo así como, hay que tener las manos libres para negociar con el poder (económico y militar) y, obvio que, con gente en la calle y militancia activa, debatiendo y comprometida, se iba a estar en presencia de un control que limitaría esos eventuales arreglos de cúpula.
El moño, demás está decir, lo puso Carlos Menem. Durante 10 años se dedicó a quitarle a la política todo sentido transformador. La convirtió en una “profesión”, un medio de vida, ideal para aquellos que reunían entre sus características, la falta absoluta de escrúpulos, el poco apego al esfuerzo personal para el bien de otros y la desesperación por hacer una buena diferencia en poco tiempo. En otras palabras, una “profesión” muy rentable y de mejor futuro que exigía eficiencia, no coherencia.
El lugar ideal para los buenos negocios (por izquierda y derecha) que, además tiene la virtud de ofrecer impunidad.
La política entonces, como experiencia de masas, como construcción común, colectiva, fue perdiendo adeptos en la superestructura y la desterraron. La base en tanto, quedó sin representantes y sin organización.
La política dejó de ser lo que era. Los partidos políticos dejaron de ser la vanguardia de la sociedad, los diseñadores del futuro. Sus sedes se transformaron en cáscaras vacías, lugares en los que no se discutían proyectos de país, solo se hablaba de marketing y posicionamiento en las encuestas.
Poco a poco se fue instalando la idea de “votar al hombre”, con lo cual, el colectivo, la participación popular, la construcción de un pensamiento común construido entre todos y por tanto, de todos, fue perdiendo espacio.
El “individuo” adquiría así, una dimensión especial y con él fue naciendo una nueva forma de encarar la política. La idea dejó de ser el elemento convocante, lo que convocaba era el candidato que, si descollaba en las encuestas, ya estaba, para que más. No importaba demasiado si el candidato era del partido, si estaba políticamente capacitado (llegamos al disparate de decir “si no es político mejor”), si contaba con proyecto, etc. la cuestión era si podía acumular votos. Con eso bastaba.
Las ideas no importaban demasiado porque de vanguardias esclarecidas, los candidatos debían transformarse en fieles seguidores del dictado de las encuestas que no era más que la opinión media de los ciudadanos.
Ciudadanos que, a su vez, la mayoría de las veces, construían su opinión escuchando o mirando radio y TV. Opiniones y noticias difundidas pero sobre todo promocionadas por los grandes medios de comunicación que, a su vez, se encargaron de obtener el monopolio de esos medios que, por otra parte, eran parte del poder económico nacional e internacional.
Pero aquí no termina el panorama, sería un planteo maniqueo más, pues estos serían los malos (para los “revolú”), los buenos en cambio, estarían del otro lado.
Los buenos vendrían a ser los que no se enrolan ni entre los que se desentienden de todo ni entre los que han convertido la política en un chiquero.
¿ que hay de ellos ? de los “progres”, de los tipos consecuentes y verdaderos, o, de los revolucionarios que nunca hicieron ninguna revolución pero pareciera que sí, aquellos cuyas mentes están tan por encima de la media que acusan a cualquier mortal de agente del enemigo si no es capaz de imaginarse que se puede llegar al cielo en cañitas voladoras, los de lengua filosa y ligera en fin, los distintos actores políticos y sociales que se plantean como la contracara del chiquero y, obviamente, como la alternativa al desquicio.
Estos sectores, necesarios en cualquier sociedad, imprescindibles a la hora de hacer de contrapeso, generadores de esperanza de poder alternativo, hace rato que en este país y en esta ciudad y en la provincia, dejaron de representar el espacio de la lucha, de la utopía, del debate de ideas.
Entre los que se enrolan (enrolaban) en este sector había/hay de todo. Muchos chantas sí, pero también personas valiosas, quizá desilusionados de tanto fracaso, de soportar tanta impiadosa crítica a veces mezclada con agresión gratuita.
Personas que se quebraron, encandilados por las luces del poder y arrollados por él.
Una verdadera lástima, muchos de ellos tenían historia de compromiso para mostrar, aunque a muchos de los que dicen abrevar en el progresismo, no les interesa mucho esa historia, ni esa ni otras. Son los que suelen ocuparse demasiado de la suya propia que, por lo general, es cortita, sin demasiado para contar.
Otros, prefirieron un perfil bajo y se fueron a sus casas. Cansados también de observar tanta miseria humana entre los que supuestamente luchaban contra esas miserias. Demasiado codazo para parecer mejor que el otro, parecer, no ser mejor.
Hartos de no poder dar nunca en la tecla, de pertenecer a grupos especialistas en errarle siempre y no equivocarse nunca en esto y hartos también de lo poco que interesa en muchos de esos ambientes, interrogarse sobre las razones de tanta soledad.
Y claro, están también los que quedaron, los que siguen firmes. Como en los otros grupos hay de todo, desde los promotores de un discurso reivindicador de utopías hasta los que reparten planes jefes y jefas y toman asistencia en las movilizaciones para comprobar que los beneficiarios de esos planes no faltaron a la lucha, en rigor, los mismos que vituperan al presidente Néstor Kirchner porque representa la vieja política,.
En el medio, hay para elegir : lenguaraces, personas a las que le resultaría complicado mostrar coherencia entre palabra y acción, impulsores de la política del cine continuado, o sea, los que creen que la película comienza recién cuando llegaron ellos, envidiosos de los que tienen historia para mostrar, o temerosos de revisar un pasado de comportamientos dudosos en tiempos difíciles, la dictadura por caso, propulsores del cadalso para los que piensan distinto.
En fin, una fauna que suele creerse mucho más de lo que realmente es y a la que desde hace años le resulta casi imposible masificar un discurso alternativo. En conjunto, con sus más y sus menos, gente que ha hecho mucho, en algunos casos demasiado, para profundizar las divisiones y desencuentros de gente que, por sus opiniones y pasado deberían estar compartiendo un mismo lugar. Sectarios sin destino, dañinos.
Estos también son responsables del actual estado de la política.

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