El desafío del compromiso

Una sociedad que cuando decide caminar para defender la vida, decide no cometer delitos, elige un punto de quiebre: los problemas del mundo no pueden analizarse ni explicarse de forma aislada. La crisis ambiental también es social, política y económica. Hoy el desastre climático que vivimos, nos lleva más allá de lo alternativo y nos pone frente al desafío de lo posible.

El marco político e institucional no sólo sirve para evitar malas prácticas, sino también para alentar las mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos caminos, para facilitar las iniciativas personales y colectivas. Siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos más por generar procesos de cambio históricos que aglutinamientos de poder efímero.

Como versa la encíclica Laudato Sí, "se vuelve indispensable un sistema normativo infranqueable que asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder, derivadas del paradigma tecnoeconómico, terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia".

Por eso alentamos cambios en la relación productiva con la tierra, avanzamos sobre prácticas agropecuarias que no sean generadoras de enfermedad. El uso de la tierra debe ser una política de Estado que contemple la salud del ambiente y, por lo tanto, de la población. Festejamos el compromiso de la Sociedad Rural que alienta la posibilidad de un nuevo modelo agrícola al apostar por la Agroecología. Desde esta perspectiva, las reservas naturales también son corazones de salud ambiental y los corredores de biodiversidad, las vías por donde esa salud circula.

La sustentabilidad no es un asunto meramente científico, es, sobre todo, una cuestión política y ética. Por lo tanto, valores como equidad y solidaridad intergeneracional aspiran a construir sociedades sustentables para asegurar la viabilidad del planeta para todos y para todo, a largo plazo. Si la política es  el idioma del pueblo, el horizonte de la discusión y la construcción en el siglo XXI es verde. Esto nos pide la Naturaleza.

Apostamos al rol del Estado como garante de la salud de los ecosistemas y el planeta en general, en dónde los habitantes en vez de ser "consumidores pasivos", sean "ciudadanos activos". Por eso escuchamos a las organizaciones sociales que nos llamaron la atención sobre el estado de la laguna sanitaria y avanzamos sobre un convenio con la Universidad del Litoral, por ejemplo, entre todas las decisiones que desde que estamos al frente de la Municipalidad decidimos encarar, como ser protagonistas en la lucha contra el barrio Amarras o la clausura definitiva de Molinos Ross.

Concebimos a la ciudad como una "unidad funcional", un espacio que integre los bienes naturales del entorno, la topografía, las necesidades sociológicas y los rasgos identitarios, donde se pueda volver a pensar en la convivencia, la cooperación, la participación y el cuidado mutuo, cuyo crecimiento a largo plazo este subordinado a un planeamiento racional para evitar una aglomeración. Apostamos por un modelo de ciudad en transición donde los espacios urbanos convivan con la naturaleza.

Todo esto nos pone ante un punto de partida que nos lleva a ratificar nuestro compromiso con el ambiente y a hacerlo extensivo a toda nuestra cotidianeidad, es por esto que decidimos apoyar y convocar a caminar por la vida, es por esto que decimos fuera a las pasteras del río Uruguay y estamos seguros en que  "un pueblo que camina, no se domina".

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