El compromiso social del trabajador de los medios

Dos días antes, charlando con una persona a la cual no le simpatiza en lo más mínimo el kirchnerismo, cuestionaba lo que, a su entender, era uno de los principales defectos de un gobierno “populista”. “¿Para que se mete el gobierno con la actividad privada?”, preguntaba. Una posible respuesta sería muy sencilla, si se aplicase correctamente, con el volumen suficiente y en forma constante el programa “Carne para Todos”: para que ese padre pueda recuperar una pequeña parte de su dignidad personal, la suficiente como para comprarle carne a sus hijos. No menudos ni huesos.
Una jornada como la de hoy sirve para reflexionar sobre muchas cuestiones de importancia para la profesión. Nunca está de más reiterar una crucial que no siempre es respetada: el acceso a la información. A menudo las autoridades no acceden sin dilaciones a suministrar datos sobre una cuestión determinada. Es más, algunos directamente ni siquiera levantan el teléfono para atender a los medios, o a algunos medios. Aunque luego cada 7 de junio envíen una linda tarjeta con frases protocolares de estilo.
No obstante, también hay otras cuestiones que cobran vigencia en estos días. Una de ellas es el compromiso social del periodista. Mucho se habla de la objetividad del comunicador social y con fundamentadas razones. Pero esa pretendida neutralidad corre riesgos de convertirse en funcional a los factores de poder. En otras palabras, analizar la política fríamente como un tablero de ajedrez, ideal para estrategas, desvinculada del mercado donde se reparten los bienes que produce la sociedad en su conjunto puede terminar indirectamente, aunque suene exagerado, que en los hechos muchos chicos coman el descarte de las carnicerías en sus casas. Aunque no faltará quien pueda decir que, de última, seguro tienen algún plan, comedor escolar o comunitario a mano.
Transparentar una opinión favorable a determinadas acciones que emprenda el gobierno que puedan mejorar la situación de los sectores menos favorecidos de la sociedad, como la que sostuvo en muchas oportunidades este diario, genera controversias y detractores entre algunos lectores, por razones discutibles con quienes cuestionen desde una posición abierta al debate. Excepto en quienes persiguen intereses ligados a algún factor de poder o quienes son influenciados por la mala intención, la que tampoco escasea. Sin embargo, aún a riesgo de ser vilipendiado, el compromiso social del comunicador no puede quedar en el perchero al ingresar a la redacción como si fuese un sombrero.
Tomar partido en determinadas situaciones tampoco significa que se desconozca la deuda social que sólo se revertirá con educación y la generación de trabajo genuino y en blanco, no con subsidios ni planes. Ni estar dispuesto a pasar por alto cualquier tipo de irregularidad. Y es verdad que, en muchos ámbitos, muchos vicios ocultos de la política siguen vigentes: el acomodo, la prebenda, el nepotismo, los ñoquis etc.
Denunciar esas prácticas es una tarea irrenunciable, inescindible del periodismo. Uno, 10, 100 o 1000 kilos de carne a bajo precio nunca, bajo ninguna circunstancia, podría ser un argumento válido como para justificar implícitamente el perder el equivalente económico en el sueldo de un funcionario haragán o, menos aún, en algún negociado de uno corrupto. Aún así, la identificación en mayor o menor medida con un proceso político no puede invalidar la tarea periodística que se lleva adelante, con mayores o menores aciertos, con el mismo compromiso de siempre.

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