– Exigen la prórroga y modificación de la Ley 25.080 de Inversiones para Bosques Cultivados que fue sancionada en 1999 y expira en enero del 2019. Consiste en un régimen de promoción de plantaciones forestales que otorga subsidios directos en la forma de Aportes Económicos No Reintegrables (AENR) y regímenes fiscales especiales, léase exenciones extraordinarias de impuestos. Dicen que es para ayudar a nuestros productores locales, pero es mentira, en Misiones por ejemplo ellos controlan el 85% de las plantaciones. Solo una empresa ARAUCO ya es dueña del 44%. O sea que usando a los pequeños como escudo pretenden les regalemos la plata para plantar, en forma de subsidios que pagaremos nosotros. –
– Y que nos endeudemos en miles de millones de dólares y destruyamos los cursos de los ríos Paraná y Uruguay para que pueden circular sus gigantescas embarcaciones y ahorren fletes. Los llaman hidrovías.
– Y finalmente, como ya han hecho en Uruguay, les concedamos Zonas Francas libres de impuestos para instalar sus enormes plantas industriales. Ahora impulsan en una de Posadas -Misiones- un proyecto al que refieren como:… “un complejo foresto-industrial de alta competitividad en Zona Franca Industrial en Posadas”.
¿Por qué se animan a tanto?
Porque ya tienen el control de la Franja Arenosa del Río Uruguay, las mejores tierras del planeta para cultivar especies forestales de rápido crecimiento, sus plantaciones locales crecen 30(+) M3 por hectárea año y en Escandinavia solo el 10%: 3,5 (+/-) en el mismo lapso. Y las compran por precios irrisorios para ellos.
Ya poseen dos millones de hectáreas lo que en sus países les sería imposible, ni las leyes lo permiten ni los pueblos lo consentirían. Además expulsan impunemente los habitantes ancestrales de estas tierras, creando lo que los sociólogos rurales llaman Desiertos Verdes, plantando sus especies forestales exóticas que provocan enormes desequilibrios biológicos dejando las ‘externalidades negativas’ para que nos hagamos cargo nosotros y nuestros hijos.
Se repite, corregida y aumentada la forma de saqueo iniciada hace cinco siglos: controlar el territorio para extraer sus elementos transables dejándolos devastados, poblaciones desarticuladas socialmente y miseria económica.
Su voracidad es insaciable, logran porcentajes de utilidades obscenos; el costo de producir celulosa aquí es una fracción mucho menor del que tiene en sus países, pero para ellos nada es suficiente, la quieren toda, no dejar nada localmente, ni siquiera pagar los impuestos que pagan los empresarios argentinos. Aunque sus ganancias sean fabulosas.
Esto no sería posible sin la complicidad de nuestras legislaturas, donde operan estos Barones del saqueo, frente a la indiferencia, complicidad y/o ignorancia de nuestros Senadores y Diputados.
Todo esto está ocurriendo ahora y las consecuencias sobre nosotros y quienes nos sucedan serán enormes. Es una forma de guerra: una guerra económica y para derrotarnos como lo están haciendo necesitan de colaboracionistas, o sea locales cómplices que les faciliten sus planes.
Este rol hoy lo están desempeñando autoridades y legisladores que aceptan y ejecutan sus decisiones.
En las guerras del siglo pasado los colaboracionistas eran juzgados y condenados por la Justicia y repudiados por sus connacionales, en la actualidad son premiados con jubilaciones de privilegio y cuentas offshore mientras la mayor parte de la sociedad ni siquiera se da por enterada de sus traiciones.