
LA RESEÑA DE BIGNOTTI
El actual militante kirchnerista comenzó su alocución de por lo menos una hora, recordando al Padre Temon a quien identificó como el farol de jóvenes idealistas, también a Servín quien se había ordenado sacerdote y había pasado por Francia justo en el momento en que tuvo lugar el Mayo francés, aquel Mayo del 68, el de los jóvenes revolucionarios dispuestos a construir un mundo nuevo, una de cuyas consignas era “Prohibido Prohibir”. Así entendían la libertad aquellos jóvenes, un tanto distinto a lo que ocurre con los «libertarios» de hoy.
Eran tiempos del Concilio Vaticano II, de la teología de la liberación, del tercermundismo y de las luchas populares, los pueblos del mundo estaban en plena efervescencia y rebeldía. El líder argentino Juan Perón ya había anunciado su regreso al país luego de haber sido derrocado por una dictadura militar con complicidad civil y política en 1955 y de su exilio forzoso.
La sociedad concordiense, aquella que comulgaba todos los domingos en la Catedral, llamaban a Servín el cura rojo y pedían su cabeza, no lo querían en Concordia. Sin embargo, quien lo bancó fue el entonces Obispo Monseñor Rosch, en rigor quien casi obligó al entonces jefe de policía (año 1976) a confirmar que el militante hoy desaparecido, José Salazar, había estado en la jefatura de policía de Concordia.

EL BARRIO QUE ANTES FUE UN CHIQUERO
Bignotti dijo que Temón tenía el proyecto de construir un barrio en la zona sur (o sea, zona de la Gruta), para lo cual ya tenía los contactos necesarios para financiamiento y proyecto lo que frente a esta situación decidió cambiar y proponer que se levante allí, en la Verde, aquel barrio y así fue.
Trabajaban día y noche, mujeres y hombres y algunos casi niños de secundaria como Fioritto o el “Maca” mismo que con su trabajo (confesó que justo se había quedado sin trabajo), ayudó a su madre, la popular “Trini” a construir su casita de material. y hablando de “la Trini”, Bignotti la recordaba con un niño chiquito en brazos (uno de sus hijos allí presente), con un martillo en su mano y varios clavos pendiendo de su boca. Relató que con una precisión envidiable, sacaba el clavo de la boca lo presentaba en el tirante y con un golpe seco, un solo golpe, enterraba el clavo con la destreza de un experto.
Se reían ante la anécdota del entonces joven Fioritto que era blanquito (en una comunidad de morochos) y se le ampollaban las manos vírgenes. A ese idealista militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) lo mataron en Rosario al igual que a otros militantes de la UES de La Plata que fueron víctimas de la llamada “Noche de los lápices”.
Junto a Luís Rolón (el que más experiencia de militancia tenía), sumado a que eran las familias con mayor cantidad de integrantes y las que más horas de trabajo en la construcción de esas viviendas tenían, fueron los primeros en inaugurar esas casas de la solidaridad.
Venían jóvenes militantes de todo el país, mayoritariamente estudiantes, los que llegaban los fines de semana y en vacaciones de invierno y verano a ayudar a esa gente de pueblo y pobre a levantar sus casitas.
Las casas las construían entre todos y luego las sorteaban. Otros tiempos, tiempos en que ser solidario garpaba.
Ayer en Brasil, Bolsonaro mostró que hoy el mundo es distinto, es otro, más violento menos amigable con el otro.

También recordaron a Gloria, la monjita que hacía de maestra, de asesora matrimonial (se la recordó reprendiendo algunos maridos que maltrataban a sus esposas), de enfermera, albañil y a la que le gustaba tomarse unos vinitos.
Decididamente otro mundo un mundo que quizá no volvamos a ver, al menos por varias generaciones.