Frente a esta pandemia mundial se nos presenta un nuevo desafío, que se suma a todo lo mencionado anteriormente. Tenemos que aprender… como padres, a ayudar a nuestros hijos a estudiar. Esa tarea que regularmente hacíamos en los hogares, de acompañamiento y apoyo, en estos días requiere de mucho más condimento, más entrega, ahora tenemos que orientar a nuestros hijos en tareas, de varias asignaturas, en modo virtual, con todo lo que la virtualidad conlleva.
Podemos afirmar que las personas enfrentan el proceso de aprendizaje como una totalidad, es decir desde los afectos, el cuerpo, la capacidad intelectual y su esquema referencial. Aprender es un proceso complejo y multifacético, es siempre una reconstrucción interior y subjetiva procesada y construida interactivamente.
Para aprender necesitamos estar dispuestos anímica y físicamente. Si nos centramos en lo que hoy nos atraviesa, este proceso de aprender puede verse afectado por el entorno que rodea al estudiante y a su familia. El contexto y panorama mundial nos muestra que esto es un hecho que recién comienza…así como empezó, terminará algún día, pero no tenemos certezas de cuándo.
En estos momentos las diferentes realidades de las familias deberían ser analizadas, tenemos tantas, como mutaciones ha tenido el coronavirus, es decir, con el tiempo han mutado aceleradamente y hay realidades que ni siquiera podemos imaginar
Resulta casi una obviedad decir que hay familias más contenedoras desde el conocimiento, con posibilidades de acceso a la tecnología, con más recursos para contra restar o incluso adaptarse a un modo de vida inesperado, que pueden contener y guiar mejor a les niñes y jóvenes
Seguramente, hay otras que, por el ritmo de trabajo y vida, poco se conectaban entre sí, sin apremios económicos, con un vínculo parental, a lo mejor frágil, pero con deseos de acumulación tanto de bienes como de prestigio y poder, hoy se ven obligados simplemente dirigirse la palabra, lo que ya es en sí mismo ¡todo un aprendizaje!
También están aquellas familias cuyos adultos no tuvieron la oportunidad de estudiar y que en este momento se encuentran preocupados por conseguir el sustento diario para poder alimentarse, única preocupación posible.
Cualquiera de los supuestos modelos familiares mencionados, necesitan de mayor apoyo por parte de maestros, maestras, de profesores y profesoras en tiempos de pandemia, ya sea por no poder acceder a internet, no contar con los recursos suficientes para realizar las actividades virtuales, no contar con los recursos académicos para orientar el estudio e incluso no contar con las capacidades psíquicas y emocionales necesarias para acompañar a un niño-niña o adolescente en el aprendizaje, fundamental en el proceso.
Dejando de lado la diversidad familiar, el denominador común es que la escuela está en casa, con encuentros y desencuentros y es quizás necesario crear una rutina. Concentrarnos en ello requerirá tiempo, sin recetas ni instrucciones, cada cual se irá adaptando, es algo que cada familia irá construyendo y deconstruyendo a medida que vayamos haciéndolo; de igual forma que deberemos adaptarnos, la ciudanía toda en esta reorganización, social, económica y política que indudablemente se ha iniciado
Las familias y Las vivencias de los padres reflejan incertidumbre y malestar; no nos cansamos de escuchar
– “Las tareas son excesivas, no logramos terminarlas en el día”
– “No sabemos qué hacer frente a tanta actividad”
– “Los docentes no corrigen las actividades y solicitan tareas que ni ellos las saben explicar”
– “Piden hacer fotocopias y no podemos salir de nuestras casas”
La lista podría extenderse… .estos y otros comentarios más son moneda corriente entre las familias.
Puede sucedernos que, como familia, tengamos el sentimiento de no poder, de que no estamos preparados para esta labor, hasta tal vez que no queremos hacerlo, pero que sin embargo debemos asumir nuestra responsabilidad como primeros educadores.
En definitiva, la pandemia y la cuarentena nos está dejando ya un gran aprendizaje: la virtualidad nos presenta una multiplicidad de herramientas y alternativas que son realmente valiosas pero nunca puede sustituir el encuentro, el vínculo irremplazable que genera la escuela, quizás es hora de volver a valorar una de las mejores cosas que tiene la escuela, la importancia de poder contar con el otro y construir subjetividad y los adultos deberíamos dejar de poner tanto interés en la escolaridad como escalera para el éxito económico, y educar más en la consideración del par, porque la pandemia está echando por tierra gran parte de los valores, hasta hace poco incuestionables del capitalismo, poder y riqueza no son suficientes; la pandemia nos enfrentó a las consecuencias del extremo individualismo, pero hizo algo más, nos está demostrando que solos o solas, no podemos; nos obligó a encerrarnos como una forma de que estemos frente a frente con los consecuencias del neoliberalismo y el costo que deberemos pagar si no cambiamos de rumbo. Indudablemente familias, escuela y sociedad, van camino a una transformación que ya ha comenzado, porque algo es seguro, cuando la cuarentena termine, cuando aparezca la forma de controlar al virus, lo que antes era…ya no volverá a ser.
Psicopedagoga Liliana Cafere
Lic. Verónica López
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación