No es la primera vez, desde que se instaló en Concordia, que los precios de las góndolas de la sucursal local de la cadena francesa Carrefour generan rispideces entre el público consumidor, los comerciantes y distribuidores mayoristas que muchas veces son exclusivos de ciertas franquicias.
Los comerciantes se excusan con que ellos les compran a los proveedores locales de líneas determinadas. Por su parte los distribuidores se quejan de que las grandes cadenas de supermercados tienen arreglos extraordinarios con las compañías productoras de alimentos, y no sólo a lo que hace a los precios de costo, sino también a tratos diferenciales y preferenciales en lo que refiere a promociones y devoluciones de mercaderías por fecha de vencimiento expedida. Incluso, hay acuerdos entre cadenas y fábricas, para que los productos sean retirados de las góndolas para su devolución semanas antes de su fecha de vencimiento, motivo que hace que las pérdidas para la cadena sean casi inexistentes.
Los comerciantes -la gran mayoría de ellos- suelen marcar el margen de utilidad que ya tienen estipulado para trabajar invariablemente si los precios suben o bajan. La utilidad promedio en un comercio de ventas de alimentos suele ser entre un 30 y 40 por ciento. En tanto que, para una distribuidora mayorista, el margen ronda el 15 y 25 por ciento sobre el costo de fábrica, dependiendo el tipo de producto y su rotación (la velocidad con que se vende y repone).