El hecho concreto es que declarada la pandemia a nivel mundial y el período de cuarentena en el país, el único que está volcando recursos, tomando medidas y asumiendo los costos políticos, financieros y operativos en el día a día es el Estado – y, aunque cueste creerlo,-, apoyado por organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Mientras que en la Argentina los grandes pools de siembra, y sus socios de las distintas entidades agrarias que conforman la Mesa de Enlace, agitaban, ayer nomás, no tan viejos fantasmas desestabilizadores y, por ahora, ni siquiera una milanesa de soja aportaron para paliar la crisis.
Lo mismo para la banca que no se da por enterada de nada y permanece indolente hasta que no es ordenada desde la autoridad del Banco Central. Igual las grandes cadenas de supermercados y mayoristas de productos esenciales que siguen subiendo (y formando) los precios ya no se sabe con qué excusas.
Cada gobierno neoliberal -desde los 70 a la fecha- siempre repitió la misma cantinela aunque usando distintas metáforas, slogans, ideas fuerza para hacer mella en el amor propio de un país y en el órgano jurídico, político y territorial que nos incluye a todos: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, una de las favoritas.
Una perorata repetida por los enamorados del nuevo mundo sin fronteras para los negocios, sin ideologías a partir de la caída del Muro Berlín y el comunismo soviético; de un mundo donde se anunciaba “El Fin de la Historia” y, por ende, de los conflictos ideológicos y las guerras; con el gigante chino todavía encerrado puertas adentro; Un mundo en el que los ricos libres y dichosos derramarían sus riquezas sobre el resto de la humanidad.
Esa era la utopía, pero pasaron cosas…
El devenir de la historia siguió su marcha, la tierra siguió girando y de todo aquello lo único que se cumplió fue el ataque constante a los Pueblos Nación que intentaron conservar Estados presentes, fuertes y ocupados en intermediar las relaciones entre el capital y la gente. La estructura Estatal fue agredida, vaciada, rematada, corrompida, endeudada y puesta al servicio de mantener intereses y privilegios. Achicar el Estado fue agrandar los negocios: Allí, donde el Estado se retiraba, nacía una oportunidad. Y así fue como las ideas del beneficio y la renta fueron superando a las de servicio público y el bien común. Así fue como nacieron muchas de las grandes fortunas del mundo y de la Argentina. Un Estado bobo que facilitó lugar al país de los vivos.
Ahora, esos mismos son los que se borran en esta crisis. Los que despiden gente para que cierren los números, los que abandonan el país y llevan sus inversiones a tierras foráneas donde consiguen mano de obra al mejor postor.
Esos son los borrados de esta historia. Aquellos que nos iban a hacer felices a todos, pero se llevaron más de 300 mil millones de dólares del país. Los mismos que ahora se escudan detrás del pelotón de Clarín y la Nación para agitar los fantasmas de un revanchismo kirchnerista camporista chavista y sirio libanés.
Harán lo que sea para no discutir sus privilegios. Para eludir la inevitable discusión que este nuevo tiempo trae sobre cómo se repararán las grandes injusticias sociales y el abandono del Estado, de cómo se asignaran de ahora en más los recursos y se utilizarán los excedentes de la economía. La reforma tributaria impostergable y el castigo con cárcel para los grandes evasores.
En fin, como se preguntaba un colega ayer: “¿Ahora tendremos que salir los pobres a cacerolear para que los ricos pongan su parte?”