El Hecho
El pasado 22 de febrero la muerte de un chiquito de tan solo 7 años, Rodrigo Gustavo Zapata, que presentaba sobrados signos de haber sido golpeado y torturado, destapó una macabra historia, que yacía sumida en el más supino de los silencios. Esa misma tarde, la policía allanó la vivienda de Calle Lieberman y cortada 57, y confirmó las denuncias hasta entonces increíbles. Debajo de una carpeta de cemento, en la misma habitación donde dormían los acusados y un bebe recién nacido, estaba enterrado, dentro de una bolsa de consorcio, y en avanzado estado de descomposición, el cuerpo sin vida de Hugo Zapata, de 5 años y hermanito menor de Rodrigo, quien había sido asesinado a golpes, en el mes de enero y enterrado en la misma vivienda para ocultar un crimen aberrante. Los resultados de las dos autopsias, demostrarían que ambos menores eran sistemáticamente golpeados, torturados, quemados como forma de castigo, y además de estar mal alimentados. Según declaró uno de los menores (hijo biológico Javier Álvarez) en Cámara Gesell, “Ellos le pegaban porque robaban cosas del quisco”.
Álvarez tenía un kiosco en el mismo domicilio, y a juzgar por los signos de desnutrición que presentaban ambos cuerpos, nada puede sorprender que los niños de 5 y 7 años, tomaran del almacén para comer, aquello que les era negado en presencia de su madre y padrastro. Hugo y Gustavo, eran hijos de Andrea Zapata, fruto de una relación anterior.