Diputados aprobaron declaración de solidaridad con Venezuela y Brasil

FUNDAMENTOS:

 

En los paises de la República Bolivariana de Venezuela y la República Federativa de Brasil, se consolidan procesos liberadores y autónomos (el de Chavez Frias y el de Lula Da Silva). Ambos, además, juntos con la nueva  Argentina que impulsarón Néstor y Cristina, Ecuador con Rafael Correa,  Niacragua con Daniel Ortega, Bolivia con Evo Morales, son íconos de la época que vive Latinoamerica, de su dignidad, de su unidad.

Brasil, Argentina y Venezuela son tres pilares del proceso de integración regional. Néstor Kirchner, Ignacio Lula Da Silva y Hugo Chávez fueron los principales impulsores de lo que hoy se conoce como unidad latinoamericana. Las nuevas estructuras regionales surgidas luego de la negativa al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas propuesto por George Bush en la Cumbre de Mar del Plata, significó el principio del proceso histórico de mayor integración de la historia en América Latina.

Más allá de alguna diferencia de estilo que puedan encontrarse, los tres fueron y son  en la actualidad liderazgos fuertes que incomodaron a Estados Unidos y a los organismos multilaterales que vieron afectados su influencia en lo que durante décadas fue su patio trasero.

Por ello, no es casual que hablemos de maniobras desituyentes en estos tres países: La posibilidad de romper e interrumpir los procesos vigentes es la casi absoluta certeza que Unasur y Mercosur pierdan la potencia política de la última década, dejándole el lugar de privilegio en la integración a la alianza del pacífico, estructura que carece de densidad política y solo es un entendimiento comercial de algunos países que cuentan con Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos.

Algunos puntos importantes de la embestida contra los gobiernos de  Brasil, Argentina y Venezuela.

Dilma Rousseff logró revalidar en las urnas un nuevo mandato con una oposición feroz representada por la burguesía paulista y los medios hegemónicos de comunicación. Los casos de corrupción de Petrobras ponen en evidencia la intención de los sectores empresariales de Brasil de instalar la corrupción y la ineficacia del Estado a la hora de  gestionar la petrolera contra la eficiencia y transparencia del sector privado. Es decir, detrás de los casos de corrupción de los que deberá actuar la justicia y no involucra directamente ni a Dilma ni a Lula, existe la intención de privatizar la empresa estatal que concentra más del 90 por ciento del petróleo refinado de Brasil. Esto significa, sin dudas, un negocio suculento para todas las empresas involucradas en las denuncias de sobre-precios en Brasil. El juicio político que intenta llevar a cabo la oposición pretende esmerilar la imagen del gobierno petista que deberá dejar de darle concesiones a los sectores económicos para consolidar su base social en los sectores asalariados y humildes.

Por su parte, Venezuela se encuentra en un estado de máxima tensión desde la muerte misma de Hugo Chávez y la asunción de Nicolás Maduro.

Recientemente  el Presidente Obama decreto que Venezuela constituye una “amenaza inusual y extraordinaria” contra la “seguridad nacional” de EE.UU., infringiéndole sanciones con augurios de mayores intromisiones. Asimismo  Maduro enfrenta a la más virulenta de las oposiciones que respaldadas por EE.UU.,  se recostó por la disputa callejera, asesinando a más de 40 personas en las guarimbas callejeras. Leopoldo López, opositor preso por instigación a la violencia es la clara muestra de para dónde va la derecha venezolana.

Pero no es posible un accionar de ninguna derecha local sin apoyo internacional de Estados Unidos, siempre presente en cada uno de estos intentos destituyentes, no ocultando su rostro en la intención de perjudicar a Venezuela. En primer lugar con las sanciones impuestas por supuestas violaciones a los Derechos Humanos, aprobadas por el Congreso norteamericano, en una clara intromisión en los asuntos internos del país bolivariano. La Casa Blanca también pretende afectar al gobierno de Maduro a través de la baja del precio del petróleo. Venezuela depende del petróleo que le vende a Estados Unidos, la caída del precio del barrill afecta directamente a la economía bolivariana.

Argentina está en una disputa frontal con los grupos económicos desde el año 2008, cuando sufrió un fuerte lock out patronal del empresariado agropecuario que duró cuatro meses. Los medios de comunicación, el poder judicial, los servicios de inteligencia, el sistema financiero y una importante porción de los sectores productivos nucleados en la Unión Industrial han intentado poner en jaque la credibilidad y continuidad del proceso político iniciado en 2003.

La muerte del Fiscal Especial del caso Amia, Alberto Nisman, abroqueló a todos los grupos concentrados en contra del gobierno nacional. La justicia habla de una presidente imputada, los fiscales que convocan a la denominada “marcha del silencio” son cómplices del encubrimiento al atentado terrorista más grave que tuvo la Argentina y mantienen importantes vínculos con el poder económico.

¿Por qué decimos que Estados Unidos es quien está detrás de estas maniobras destituyentes?

El caso venezolano no hay mucho que agregar, Brasil tiene a la oposición política y al empresariado en clara sintonía con la Casa Blanca, sin dejar de recordar los problemas de espionaje que afectaron la relación con la administración Obama. En Argentina se sabe del rol de la Embajada respecto al caso Amia, la relación con el poder político, los servicios de inteligencia y miembros del poder judicial.

Pero hay un elemento común en el “enojo” estadounidense con las tres patas más fuertes de Sudamérica. Esto tiene que ver con las decisiones estratégicas y el encuadramiento en el nuevo escenario mundial.

La alianza estratégica con China es una piedra en el zapato para Estados Unidos. Argentina, Brasil y Venezuela son los principales socios del gigante asiático. También han fortalecido los lazos con Rusia, otro enemigo íntimo de Estados Unidos.

Si Brasil es una pieza importante del Brics, si Argentina es un posible ingresante de esta nueva estructura que profundiza su rol político y económico a través de su Banco de Desarrollo, si Venezuela fortalece su vínculo con China y logra extender la dinámica de integración hasta el caribe, ¿Cuál sería el poder de influencia de Estados Unidos en las decisiones de nuestros países?

Si Sudamérica pone en funcionamiento el Banco del Sur, cosa que muy probablemente suceda este año, y este hace las veces de interlocutor con el Banco de los Brics, ¿Qué pasaría con las multinacionales estadounidenses y los TLC que pretenden volver a instalarse en nuestro continente?

Estados Unidos mira con preocupación la alianza estratégica de la región con China, y como todo grande que pierde poder, hará lo que tenga a su alcance para no caer. Por ello, la injerencia directa o indirecta, abierta o disimulada de EE.UU., en las cuestiones internas de tres países latinoamericanos, cuyos liderazgos y proyectos políticos, cada uno con sus matices, se atreven a disputar su supremacía en el “patio trasero”; para ello, cuentan con el apoyo interno de los oligopolios mediáticos, de las elites locales y de sectores burgueses permeables a los discursos y actos propiciatorios del “golpe suave”, que enseñan los manuales de la CIA. Esta nueva modalidad a escala continental del “golpe suave” en curso, tiene propósitos claros: la restauración del modelo neoliberal uniforme en Latinoamérica, la reapropiación por parte del gigante del norte de sus recursos naturales estratégicos (petróleo, gas, mineral de hierro, agua dulce, etc.), la absorción de sus mercados de consumo al estilo “Alianza del Pacífico”, y el reposicionamiento militar y geopolítico de EE.UU. en la región.

Institucionalmente no es posible un golpe, los tres gobiernos cuentan con una solidez parlamentaria y, sobre todas las cosas, mantienen altos niveles de apoyo en sus sociedades. Esto no quiere decir que no haya una intención firme de interrumpir los procesos democráticos. El mundo se encamina a la construcción de una arquitectura financiera mundial y regional que pone en cuestionamiento el rol del FMI y el Banco Mundial.

En la última década mucho se ha avanzado en la construcción de estos nuevos esquemas que buscan un nuevo orden mundial, una nueva forma de concebir a la politica y al Estado, considerandolo como herramienta de transformacion social de la realidad existente, que sea para el pueblo y por el pueblo.   

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