Díaz Bessone, de 83 años, está procesado en la causa Área Paraná –entre otras tantas– y es uno de los cinco detenidos. Goza del beneficio de la prisión domiciliaria, que cumple en su casa de Uruguay 1064 5º B, de Buenos Aires.
La jueza Galizzi le tomó declaración el martes 16 a la mañana en Buenos Aires. Se le imputa la autoría mediata de los delitos de privación ilegítima de la libertad, imposición de severidades, vejaciones y apremios ilegales en concurso real en 44 oportunidades; imposición de tormentos en concurso real en 30 casos; un homicidio calificado –el de Juan Alberto Osuna– y tres desapariciones –Victorio Erbetta, Claudio Fink y Carlos Fernández. Está procesado por haber sido comandante del segundo cuerpo del Ejército, con sede en Rosario y jurisdicción sobre Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco y Formosa.
Argumentos de represor. Díaz Bessone accedió a declarar y pidió que se disponga su falta de mérito. “Soy un hombre de honor, lo he sido toda mi vida, que va llegando a los 84 años”, juró ante la jueza.
En su extenso monólogo –al que tuvo acceso Diario Uno– intentó justificar el terrorismo de Estado de la década del 70, enmarcándolo en una guerra que se regía por sus propias normas: “No constituye delito el haber cumplido las órdenes lícitas que recibí del jefe del Ejército y del Poder Ejecutivo Nacional dentro del marco legal vigente”, dijo, y añadió que “tampoco es delito” haber impartido órdenes represivas y que “jamás” tuvo conocimiento de delitos cometidos por sus subordinados.
En un pasaje de su declaración pidió que se lo juzgue con “las leyes de la guerra” y no con el Código Penal: “Mis tropas ejecutaron operaciones de guerra en cumplimiento de los decretos del PEN (del gobierno peronista, en 1975) que ordenaron aniquilar a las organizaciones armadas revolucionarias. Aniquilar implica la guerra, sólo a las fuerzas armadas se les ordena aniquilar al enemigo, no detenerlo y ponerlo a disposición de un juez, como se le ordena a la Policía”.
“Mucho más de 150.000 personas de las instituciones del Estado nacional competente hicimos la guerra contra las organizaciones armadas revolucionarias por disposición del Poder Ejecutivo”, insistió.
En cuanto a los desaparecidos, dijo que se trata de “acusaciones carentes de fundamentos válidos”, en las que “predomina el interés por cobrar abultadas sumas de dinero”.
“Muchos desaparecidos han aparecido en el extranjero, en México después del terremoto, en Israel, en los atentados, y en otros países”, manifestó.
En otro tramo hizo referencia al caso del entrerriano Victorio Erbetta: “Debe recordarse que en toda guerra se fugan prisioneros y no sería extraño, como en muchos otros casos, que Erbetta se hubiera fugado y estuviera vivo en un país extranjero. No hay ninguna prueba de su muerte”.
Agregó también, como supuesto destino de los desaparecidos, que algunos murieron en combate y no se los identificó porque “tenían las huellas digitales borradas y portaban documentos falsos”. A otros se los enterraba como NN, indicó. Otros “desertaban y los ejecutaban las organizaciones”.
La escuela francesa: “No hay más remedio que la violencia”
En el documental Escuadrones de la muerte. La Escuela Francesa, de la periodista Marie-Monique Robin, Díaz Bessone aparece en cámara admitiendo que el del Ejército de Francia en Argelia fue “el modelo” utilizado por las fuerzas armadas argentinas en la dictadura, que no es otra cosa que la utilización de métodos de tortura en los interrogatorios a los detenidos.
También reconoció las desapariciones: “¿Qué podíamos hacer? ¿Meterlos en la cárcel? Y después de que llegara el gobierno constitucional, serían liberados y recomenzarían”, dijo en aquella oportunidad, cuando pensaba que la cámara no lo registraba. Esta entrevista fue adjuntada como prueba en la causa de Paraná por el Registro Único de la Verdad de Entre Ríos.
Ante la jueza no fue tan directo, pero buscó justificaciones en el supuesto estado de guerra. “En la guerra dispuesta por el PEN se tomaba prisionero al enemigo, no eran detenidos, y como prisioneros eran conducidos a los cuarteles, que no eran centros clandestinos de detención”.
Además negó las torturas: dijo que no estaban “autorizadas”. Pero se preocupó por resaltar: “Aclaro que los miembros del Ejército de Francia torturaron a sus prisioneros en Argelia e Indochina; jamás se hicieron juicios por lesa humanidad porque esa categoría no estaba en la legislación francesa en el tiempo de los hechos, y Francia prefirió salvar el honor de su Ejército nacional”, dijo según reflejó Diario Uno.
“Reprimir implica impedir por todos los medios que el enemigo logre sus objetivos en detrimento de los propios y para hacerlo no hay más remedio que usar la violencia que ordenó el PEN. Aniquilar significa reducir a la nada, y en la guerra puede significar matarlo o tomarlo prisionero”.