Pero no dejamos de añorar el pasado de fiestas con muchos amigos y amigas, ni de recordar las lindas escapadas de los fines de semana largos.
La vacuna constituye, tal vez, la esperanza de que algo vuelva a parecerse a ese reciente pasado que ya parece lejano.
Pero las disputas por las vacunas son cada vez más virulentas; 7 países concentran el 75% de las vacunas que se producen en el mundo entero. Mientras 188 países se disputan el 25% restante. Países como Canadá han quintuplicado las dosis en relación a su población. ¿Para qué? ¿Cuál es el sentido?
Responder a esta pregunta me recuerda el famoso discurso de Jean-Jacques Rousseau “Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”
Decía Rousseau, por allá, por 1754: “Considero en la especie humana dos clases de desigualdades: una, que yo llamo natural o física porque ha sido instituida por la naturaleza, y que consiste en las diferencias de edad, de salud, de las fuerzas del cuerpo y de las cualidades del espíritu o del alma; otra, que puede llamarse desigualdad moral o política porque depende de una especie de convención y porque ha sido establecida, o al menos autorizada, con el consentimiento de los hombres. Esta consiste en los diferentes privilegios de que algunos disfrutan en perjuicio de otros, como el ser más ricos, más respetados, más poderosos, y hasta el de hacerse obedecer.”
En aquel discurso, por cierto, muy resistido en su época, explica casi de forma sencilla lo que le puede estar sucediendo a la humanidad en este SXXI
“Respecto de las enfermedades, no repetiré las vanas y falsas declamaciones de las personas de buena salud contra la medicina (….) ¿Cómo podría suceder así si nosotros nos procuramos más enfermedades que la medicina nos proporciona remedios? La extrema desigualdad en el modo de vivir, el exceso de ociosidad en unos y de trabajo en otros, la facilidad de excitar y de satisfacer nuestros apetitos y nuestra sensualidad, los alimentos tan apreciados de los ricos, que los nutren de substancias excitantes y los colman de indigestiones; la pésima alimentación de los pobres, de la cual hasta carecen frecuentemente, carencia que los impulsa, si la ocasión se presenta, a atracarse ávidamente; las vigilias, los excesos de toda especie, los transportes inmoderados de todas las pasiones, las fatigas y el agotamiento espiritual, los pesares y contrariedades que se sienten en todas las situaciones, los cuales corroen perpetuamente el alma: he ahí las pruebas funestas de que la mayor parte de nuestros males son obra nuestra, casi todos los cuales hubiéramos evitado conservando la manera de vivir simple, uniforme y solitaria que nos fue prescrita por la naturaleza. Vese uno muy inclinado a creer que podría hacerse fácilmente la historia de las enfermedades humanas siguiendo la de las sociedades civiles”
Este brillante análisis de Rousseau sobre la relación entre las enfermedades, las sociedades civiles y las desigualdades, se ven expresadas de forma descarnada, una vez más, en esta pandemia.
A saber: países ricos que acaparan no solo vacunas sino insumos para producirlas, imperios comunicacionales se ponen al servicio del negocio de los laboratorios, atacando a los gobiernos que pretenden hacer un poco menos desigual la distribución; intereses diversos, egoístas y concentradores de riqueza que solo piensan en sus ganancias de poder o económicas.
Pero esto se no inició ahora. Que Rousseau lo describa en 1754 no es casualidad, aquel capitalismo incipiente, paulatinamente, se fue convirtiendo en imperialista y violento, fue tomando los recaudos a lo largo de los últimos siglos: interviniendo en países que se vislumbraban autosuficientes; boicoteando los avances en el conocimiento científico; corrompiendo a las clases empresariales; monopolizando los medios de comunicación y condicionando los sistemas económicos mediante deudas impagables, cuyas consecuencias directas fue el déficit en educación y salud.
El círculo perfecto nos atrapa en una realidad donde la pandemia se resuelve con mayor igualdad y equidad. ¿Seremos capaces de pensarlo desde lo que Rousseau nos describía y advertía hace casi 300 años?
La educación es, el por estos días, el espacio imprescindible para abordar e interpelar las causas, los procesos y las consecuencias que desplegaron las acciones de las sociedades civiles, para encontrarnos dónde estamos y cómo estamos. Y pensar y programar un futuro incluyente para todas y todos.
Lic. Verónica López
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación