Tras el primer cuarto intermedio, los jueces Patricia Pérez, Martín Carbonell y Carolina López Bernis, resolvieron no hacer lugar al pedido de la Defensa, respecto de la nulidad de los testimonios de tres menores, hijos biológicos del imputado Víctor Javier Álvarez, de 32 años. En esta línea el tribunal, si bien adhiere al criterio de preservar los vínculos familiares, como lo expresó el defensor Pablo Garrera Allende en su solicitud, entiende que el vinculo familiar fue deshecho a partir de los hechos de violencia intrafamiliar protagonizados por el imputado, no solo en este caso sino con anterioridad; ya que constan denuncias de violencia, efectuadas por la ex pareja de Álvarez, en rigor la madre biológica de los menores a los que se tomó declaración en Cámara Gesell.
Una vez dirimido el tema, pasó a dar testimonio la imputada, Andrea Soledad Zapata, madre de los menores victimas. Y tras su declaración sobrevino la abstención de declarar de Álvarez y la indagatoria a siete testigos policiales que trabajaron en el hecho.
El Testimonio de Zapata
La declaración de Andrea Soledad Zapata fue realmente desgarradora, y su testimonio difícilmente pueda pasar inadvertido para el Fiscal Castillo, quien por el momento la tiene imputada por los delitos de Homicidio gravado en concurso real con lesiones graves. Desde que comenzó a relatar los hechos ante el tribunal, la joven de 28 años, analfabeta y de una vida visiblemente sufrida, quebró en llanto. Los hechos que relató, parecían extraídos del relato de un ex detenido desaparecido en tiempos del terrorismo de Estado. Según Zapata, durante los 4 meses que vivió con Álvarez, incluso estando embarazada, sufrió innumerables cantidad de agresiones físicas y tortura, al igual que sus hijos Hugo y Rodrigo, quienes en todo momento, se quedaron con su madre, según recuerda la mujer, para protegerla.
Desde los golpes con objetos de hierro, hasta quemaduras con alcohol en los genitales, pasando por la extirpación de uñas con una pinza, las torturas descritas por la mujer parecían no tener límites, y en su cuerpo exhibía las pruebas de cada una de esas atrocidades; que al igual que lo revelaron las autopsias de los dos menores asesinados, sufrieron los tres sin descanso.
“Cuando lo mató a Hugo yo estaba embarazada, y me pegó en la cabeza con un Nunchaku (arma oriental compuesta por dos bastones de hierro unidos por una cadena), y cuando vuelve le pega a Hugo (de 5 años), que me estaba defendiendo. Pero Hugo no murió enseguida, quedó un rato vivo y sangraba y escupía sangre”
Interpelada por el abogado defensor, la imputada cuenta además que Álvarez le pegó la herida en la cabeza con la gotita (tal cual lo hacen los médicos con cortes poco profundos) para que no fuera al hospital.
El relato de la mujer, atraviesa también los momentos en que los menores se enfrentan a Álvarez y son agredidos con una manopla de hierro; “les quebró todos los dientes” señala la madre de los niños asesinados entre llantos.
Mientras el testimonio transcurría Álvarez no estaba en el recinto, había sido retirado de la sala por orden del tribunal.
La mujer, relata tristemente la escena en que Álvarez oculta el cuerpo de Hugo bajo tierra, e incluso refiere que manda a sus hijos biológicos, de 7 y 12 años a comprar el cemento y la arena para cubrir el cadáver.
Zapata estaba imposibilitada de pedir ayuda, y pone a los funcionarios judiciales de testigos, que la casa se cerraba con candado del lado de afuera; “yo me quedaba encerrada y no podía salir. Yo le dije a Rodrigo cuando el nos estaba pegando que se fuera, porque podía pasar por un ventiluz, que hay en el kiosco, pero no me quiso dejar sola”
“Mamá, yo te amo, los dos nos vamos a ir de acá” le dijo el niño a su madre según recuerda Zapata. “si no fuera por esa ambulancia de mierda que no llegaba nunca… yo lo llevaba vivo a Rodrigo” asegura la mujer en otra parte de su declaración, donde señala que Álvarez la tenía amenazada.
“Yo le tenía miedo, si me sacó la uña con una pinza… que no le voy a tener miedo” expresó la mujer, ante la consulta del fiscal respecto de si había intentado pedir ayuda.
No obstante, Zapata, contó en su testimonio que pidió ayuda dos veces, en la primera oportunidad, cuando dio a luz en el hospital, alertó de la situación a una Médica de apellido Piana -que fue citada como testigo- y a una operadora del Copnaf, de apellido, Yoni. Pero más que eso no podía hacer, el asesino amenazaba constantemente con incrementar la violencia y tenía miedo.
Una prueba irrefutable
Hay elementos subjetivos que quizá no cumplan con los estrictamente procesal, pero que todos quienes presenciaron el debate pudieron advertir, y que prueban, al menos subjetivamente que la testigo es una victima más, y que no hay forma de endilgarle el hecho acaecido.
Uno de estos elementos se manifestó claramente cuando el Fiscal de la casa le exhibió a Zapata los elementos secuestrados en la vivienda para que los reconociera; uno por uno, el fiscal Castillo depositó sobre la mesa delante de la imputada una manopla de hierro, el Nunchaku de hierro y un caño metálico todo abollado. Eran en rigor, los elementos que la mujer había estado describiendo en su testimonio y que al verlos, simplemente entró en crisis. Solo verlos sobre la mesa le produjo a Zapata una compunción imposible de simular, y hasta miedo.
El procedimiento, necesario desde el punto de vista objetivo para la confirmación de que estas eran las armas homicidas, fue una verdadera tortura para la mujer, que pidió a fiscal que se los sacara de la vista.
Cara de piedra
Una vez concluido el testimonio de Zapata, llegó el turno de Álvarez, quien se abstuvo, y luego testificaron 7 funcionarios policiales. Los testigos describieron escenas espeluznantes como el momento en que desentierran el cuerpo de Hugo, y otras apreciaciones que lograban desmoralizar a cualquiera de los presentes; pero sorprendentemente, mientras eso ocurría, Álvarez se mantenía inmutable, su rostro no expresaba nada, parecía no tener expresión.