La presidenta está dispuesta a adoptar un conjunto de medidas antipáticas bajo los efectos protectores del 54%, con el objetivo de fortalecer las cuentas macroeconómicas y amortiguar así el impacto de la crisis internacional.
Sabe que puede pagar un costo político, por lo que desea hacerlo lo antes posible.
Dotar de mayor eficiencia a la economía no es una bandera que genere una épica como la que produjo en los últimos ocho años el aumento del empleo, los salarios, el consumo y la reducción de la pobreza.
Para rebatir críticas y suspicacias que indican que el gobierno abandonó la “profundización del modelo”, la presidenta debió recordar anteayer en la conferencia de la UIA que no es neutral, sino que está del lado de los más vulnerables. Tampoco despertará adhesiones populares y progresistas que Cristina Fernández haya sepultado la ley de reparto de ganancias reclamada por la CGT para pedir, en cambio, que la cuestión sea discutida en las negociaciones paritarias que se iniciarán en diciembre.
La etapa de la “sintonía fina”, anunciada por Cristina Fernández implica precisamente revisar puntillosamente los gastos fiscales con el objetivo de reorientar recursos hacia actividades productivas, que permitan mantener el crecimiento del PBI amenazado tanto por la reducción de actividad en Brasil, como por la crisis de las economías industrializadas.
Pese a que las multinacionales remesaron al exterior unos 20 mil millones de dólares en ocho años, la presidenta desautorizó toda posibilidad de que se modifique la ley de inversiones extranjeras, con lo cual echó por tierra una aspiración sentida de sectores kirchneristas.
Todo parece indicar que también quedará archivada sine die una nueva ley de entidades financieras que suplante a la de la dictadura, con el objetivo de orientar el crédito hacia las actividades que el Estado considere prioritarias y, especialmente, hacia las empresas pequeñas y medianas.
Si bien la presidenta tranquiliza a los actores económicos y financieros recordándoles que es la cuarta corrida cambiaria que enfrenta sin que los mercados le torcieran el brazo, un diputado con llegada a la Rosada dijo a Tiempo Argentino que el viernes 11 –día en que estaba pronosticado el fin del mundo- “fue un día dramático” por el elevado retiro de dólares de los bancos. “Fue casi tan dramático como la madrugada de la 125”, recalcó.
En la nueva etapa, el gobierno impulsará un pacto social entre empresarios y dirigentes sindicales, tendiente a contener la puja de precios y salarios dentro de un marco de racionalidad. El objetivo oficial no es sencillo, porque pretende atenuar nada menos que la contradicción central del capitalismo. Pero cuenta para ello con un enorme respaldo popular.