Sandra y Lorena García, manifestaron que el padre era diabético, recibía insulina e forma crónica y estaba bajo un tratamiento de diálisis. “Su salud no estaba bien, estaba muy comprometida», según habían manifestado los médicos del Centro de Diálisis. «Sus riñones no funcionaban más, había perdido la vista y no tenía casi nada de circulación en las piernas», contaron sus hijas.
El jueves 14 de julio, García ingresó a quirófano para que le amputen un dedo que tenía infectado como consecuencia de la enfermedad que padecía. Al día siguiente, sin haber sido operado, lo derivan a la sala de Traumatología. El sábado, luego de haber sido trasladado al centro de Diálisis, tuvo una descompensación neurológica. “Los médicos de allá lo desconectaron y lo enviaron al hospital nuevamente a terapia intensiva”, contó una de sus hijas. La descompensación le paralizó un brazo y parte del rostro en forma temporal.
Posteriormente, los médicos les manifestaron que iban a realizarle una tomografía para “ver si había quedado alguna secuela en el cerebro”. El domingo fue llevado a terapia intermedia porque había manifestado síntomas de mejoras en su salud.
El lunes, fue trasladado al Centro de Diálisis. Luego de haber finalizado en forma satisfactoria la diálisis, a las 16 hs. llaman al Masvernat para pedir una ambulancia. “Las ambulancia llegó tres horas después, mi papá estaba en diálisis totalmente dolorido y desnudo, en calzoncillos y nada más, porque los enfermeros lo habían mandado en ropa interior”, aseguraron.
Las hijas reconocieron que el padre se cayó de la camilla cuando reingresaba en el Masvernat. “Cuando llegan al hospital, los camilleros, lo bajan de la ambulancia dolorido, lo voltean y rueda por el piso. Mi mamá les pide que tengan cuidado y los camilleros le responden ‘señora, ahí tiene el libro de quejas. Sino venga mañana por la mañana y le hace la queja al director’. Es de no creer”.
“Los camilleros no tenían ni idea donde estaba la sala donde estaba internado mi papá. Cuando llegan, lo tira de nuevo, tenía dos heridas cortantes en la cabeza”. Ese día, Jorge García tuvo que ser alimentado por sus propios familiares, porque se había suscitado un problema en la cocina y un enfermero señaló que no se iba a cocinar para ningún paciente.
Los familiares denuncian que en la sala de espera, los pacientes son encerrados con llaves para que no “salgan al pasillo”. Además, añadieron que ningún médico fue hasta la sala a brindarles un parte médico. “Una mañana estuvimos tres horas encerradas con llave y pasó un médico traumatólogo y nos saludó muy irónicamente. Lo llamamos para que venga y nos dé un parte médico y pasó riéndose”, expresó una de las hijas de García.
Las hijas también pusieron de manifiesto que el padre no recibió insulina, ni medicación alguna desde ese lunes hasta el jueves 21. “Lo único que tenía era suero”. Por otra parte, el dedo infectado “jamás se lo curaron, que era la causa por la que estaba internado”.
Incluso, una de las hijas aseguró que hizo caso omiso de las restricciones e ingresó a la sala de terapia intermedia. “Lo encontré a mi papá tirado debajo de la cama, duro de frío, pidiendo por favor que lo levanten”, recordó.