Adriana Ortea es arquitecta y habitante de Pueblo Liebig en el departamento Colón, es una de las referentes de la lucha que emprendieron vecinos del lugar que buscan evitar la desaparición de lo que queda del ex frigorífico local, propiedad de Juan Carlos Vizental. «En septiembre pasado tomamos conciencia de la situación» señaló, y pasó a describir qué queda del frigorífico que supo ser a principios del siglo XX la primera fábrica argentina dedicada a la elaboración de conservas de carne.
En el sector que funcionaba como caldera, «las maquinarias se desarmaron y se las llevaron, vaciaron todo lo que era cañerías, las subterráneas también». Se trató de «un tipo de demolición» ya que «por ejemplo a las lozas y a los hornos, los tiraron. Ahora entras a un edificio que es un rectángulo de 20 o 30 metros de altura pero vacío. No queda nada, las paredes exteriores nomás», comentó.
La usina que tiene dos pisos sufrió el mismo proceso; «primero le sacaron las máquinas y después las lozas que son de perfilaría. Sólo quedó una carcaza exterior».
En resumen, «lo que ellos vinieron a comprar es hierro y por eso primero sacaron las maquinarias antiguas. A esto lo vi a mediados de septiembre, no sé cuál será el estado ahora porque no nos dejan entrar, pero se que hay otros edificios y galpones que no los tocaron. Podemos decir que perdimos un 30 por ciento, tenemos un 60 por ciento que podría reutilizarse y despreciemos un diez por ciento». «Perdimos mucho. Hay edificios, hay pedazos, galpones que quedan y que te dan a entender que allí hubo una industria», exclamó.
Por eso, «cualquier medida de protección es buena y urgente ya que en las circunstancias actuales en las que estamos no sabemos qué proyectos tienen por atrás», entendió, en declaraciones a APF. Seguidamente, recordó que en pos de mantener lo que queda de ese patrimonio «se hizo el planteo para no innovar, pero no hubo voluntad de hacer nada y esta gente siguió trabajando hasta ahora que parece que pararon, capaz porque quieren bajar los decibeles», especuló la mujer al reconocer el efecto de haber «movido el avispero».
«De parte de la Provincia no ha habido ninguna medida clara, no conseguimos avanzar. Estuve reunida con Romani (Roberto, subsecretario de Cultura) y me dijo que desde Cultura no es mucho lo que puede hacer. Acá hace falta una decisión ejecutiva del gobernador o una ley de la Legislatura», subrayó.
Bajo la propiedad de Juan O’Connor en 1863, de capitales ingleses y con el nombre de Liebig’s Extracto f Meat Company Limited a fines del siglo XIX y desde 1980 en manos de Juan Carlos Vizental, el emplazamiento industrial marca la historia de Liebig que «es un pueblo industrial primero y luego histórico», por lo tanto «si desaparece lo que es la fábrica es muy difícil contar el origen», aseveró Ortea. «Es hablar del trabajo y del origen» y en consecuencia «todo lo que es la fábrica y la protección de la fachada y la arquitectura necesita urgente una declaración de protección», insistió.
Pero no es sólo el destino de las instalaciones y maquinarias del ex saladero lo que preocupa a los vecinos de Liebig, sino que también Vizental «es dueño del 60 por ciento del pueblo. Y cuando hablamos del 60 decimos la vía de chalet o zona residencial y después una enorme cantidad de terrenos libres posibles de ser loteados» que en caso de «venderlos» pueden provocar «la modificación de la fisonomía del pueblo», que a criterio de la profesional «corre riesgo según para dónde crece y se desarrolla».
«Esta vorágine viene atrás de lo turístico y si el turismo y cierto desarrollo van a expulsar a las comunidades locales y su patrimonio, estamos ante un disparate», concluyó Ortea.
El 1º de diciembre pasado, Eusebi Casanelles, presidente del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial, envió sendas notas al gobernador y vice de la provincia en las que solicitaba «la revisión del estado» del edificio histórico y «la preservación del mismo como testimonio y emblema de la valiosísima historia social e industrial de la región».