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Delitos de Lesa Humanidad: condenaron al ‘Moscardón Verde’ a 17 años de cárcel

Julio César Rodríguez es tal vez el más salvaje de los represores que haya habido en la provincia: no solo participaba en operativos ilegales de secuestro de personas y saqueaba las casas de sus víctimas, también era un sádico torturador.

Sus víctimas lo reconocen como Moscardón Verde, aunque él ha negado tal apodo y solo admite que le digan Tijereta o Boquita. También lo recuerdan como quien ejecutaba la tortura física en la Policía Federal de Concepción del Uruguay: usaba sus puños y empuñaba la picana eléctrica con sadismo, han dicho.

El Moscardón Verde acaba de sumar su segunda condena por delitos de lesa humanidad, cometidos en el marco del terrorismo de Estado –así lo dijo el tribunal–, esta vez por la detención ilegal y aplicación de torturas a militantes comunistas.

Los jueces Jorge Sebastián Gallino, Mariela Emilce Rojas y Osvaldo Facciano le impusieron una pena de 17 años y medio de prisión, unificada con otra que había recibido en el año 2012, en el primer juicio por delitos de la dictadura en Concepción del Uruguay.

Los hechos ocurrieron el 12 de enero de 1978. Según relataron ante la justicia, Echeverría y Stur estaban con otro compañero y el hijo de uno de ellos cuando aparecieron cuatro personas, entre los que reconocieron al Moscardón Verde Rodríguez y a Pedro Rivarola, otro policía federal, que se los llevaron violentamente, les vendaron los ojos y los trasladaron hasta una casa operativa ubicada en cercanías del Arroyo Colman, en el viejo camino hacia la ciudad de Colón.

En ese lugar estuvieron esa noche atados con alambres alrededor del cuello, los golpearon con un palo y con manoplas de hierro y les aplicaron picana eléctrica en distintas partes del cuerpo. El interrogador, dicen, “tenía una voz suave y pausada”, pero no pudieron reconocerlo. A quien sí reconocieron como uno de los torturadores es al gendarme Néstor Gómez del Junco –separado del proceso por problemas de salud– y uno de ellos también mencionó la presencia de alguien que podría ser un médico monitoreando las sesiones de tortura.

Luego de dos horas, el grupo de tareas volvió a trasladarlos hasta el puente de hierro, en la entrada de Banco Pelay, donde los dejaron vendados, boca abajo y les recomendaron que no se levantaran hasta después de media hora.

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