Lejos de los rebeldes años 70 del siglo pasado, cuando irse de la casa representaba crecer, ser independiente y alcanzar un proyecto propio, los jóvenes de hoy parecen tratar de pensarlo con más calma.
Las relaciones entre padres e hijos son mucho más flexibles que en épocas anteriores, por lo cual prefieren quedarse y “hacer la suya” sin que nadie se meta demasiado en su vida.
Muchos padres no se preocupan porque sus hijos o hijas sigan viviendo bajo su techo, sino todo lo contrario, sienten que de esta forma siguen teniendo “al nene o nena”, aunque hayan pasado los años y sean adultos/adultas jóvenes.
Pero a otros padres no les atrae demasiado la situación de sostener hijos o hijas mayores en casa. Muchos padres y/o madres de más de 50 quieren recuperar su espacio, sus tiempos, y disfrutar de lo construido sin obstáculos, lo que tener a hijas o hijos cercanos a los 30 girando por la casa, aunque los amen profundamente, les crea contradicciones emocionales intensas
Independientemente de la falta de trabajo, aunque muchas veces esa sea la excusa, no solo se trata de dinero; quienes se atreven a fantasear con la idea de un departamento propio, saben que las responsabilidades son otras. Además de conseguir trabajo, solventar sus propios gastos y aprender a administrarse, aunque sea dependiendo económicamente, quizás los aterra el hecho de que deberán acostumbrarse a dejar de ser miembros de una familia ya constituida, para pasar a ser adultos, con las obligaciones que ello implica.
En algunos casos, el apuro por irse ronda alrededor de los 20, pero pasado unos años vuelven, y la vuelta, a veces, es sinónimo de fracaso; por eso, una vez que despegan, tratan de que, en lo posible, sea de forma definitiva.
Si bien algunos se resisten a la idea de que sus padres vendan sus queridos muebles, quiten sus tan preciados posters de las paredes o destinan lo que alguna vez supo ser su dormitorio para algún otro uso, ellos tratan de que, una vez que tomaron la dura e inevitable decisión del despegue, sea para siempre.
Sin embargo, muchas veces no es así, ya que, muy en el fondo, cada uno sabe que siempre va a haber un lugarcito en la casita de los viejos.
No caben dudas de que no son nada fáciles los tiempos que se viven y esto a los jóvenes les toca muy de cerca: el matrimonio ya no es para toda la vida y el desempleo, la inestabilidad laboral, la falta de puestos de trabajo y los bajos salarios crecen; entonces parece más fácil acomodar la habitación y aguantar los rezongos familiares que ordenar un futuro propio e incierto…pues, para todo eso… ya habrá tiempo.
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación
